Cautiva y desarmada la momia de Franco…
Amanecía en Cuelgamuros un día que se presentaba lleno de interrogantes: ¿Estarían los huesos de Franco en la tumba o, como sostenía la leyenda urbana, sus cenizas reposaban ya a lo largo y ancho del valle?; ¿en qué estado de conservación encontrarían al general embalsamado?, ¿grabarían la exhumación como obsequio adjunto a la papeleta del PSOE en las mesas electorales?, ¿trasladarían a la momia por aire o por carretera?, ¿qué bandera cubriría el féretro?, ¿habría un cruce de reproches entre la notaría mayor del Reino y los nietos del dictador?, ¿qué papel tendría el prior del Valle de los Caídos? Muchas preguntas se agolpaban ante la gran apuesta de ‘Producciones Sánchez’ para acallar las críticas a su gestión en Cataluña y los datos económicos.
El gobierno había anunciado que no permitiría el acceso a los medios de comunicación porque, según sostuvo la vicepresidenta Calvo, “pretendemos una situación discreta y respetuosa, no será una situación de espectáculo”. No obstante, como en las últimas semanas había cundido el pánico demoscópico en Moncloa, el sanchismo precisaba un gran golpe de efecto, un espectáculo televisivo de luz y color. Debieron pensar, como Red Butler en la película ‘Lo que el viento se llevó’: “nada discreto serviría hoy”, y, en otra exhibición de incoherencia, autorizaban el despliegue de una veintena de cámaras. La idea era que los españoles no se perdieran un solo ángulo de la ceremonia de exhumación (emitida incluso por el canal Internacional), además de acreditar a 500 periodistas. La jornada no podía acabar sin una alocución al pueblo español, al modo NO-DO, de Pedro Sánchez. Circunspecto y solemne, el candidato socialista nos hacía saber que, gracias a él, la democracia había llegado a España. Amén.
Tal ha sido el tufo electoralista que sus propios socios, la extrema izquierda de Podemos y la extrema derecha del PNV, han querido distanciarse del espectáculo tardofranquista en el que había derivado la exhumación. Lo cierto es que hacía muchos años que no se veía en España una jornada de exaltación a Franco como la oficiada por Pedro Sánchez. Creen en Moncloa que el traslado del Franco puede suponer un empujón para las aspiraciones electorales del PSOE, pero, considerando a los españoles, no estaría de más algo de prudencia. El gobierno ha despreciado una ocasión histórica para motivar ante la opinión pública las supuestas bondades que las izquierdas atribuyen a la ley de Memoria Histórica, pero en su lugar ha optado por un obsceno espectáculo de propaganda que no ha convencido ni a los suyos.