Cataluña ‘infecta’ a Madrid y Murcia

Cataluña ‘infecta’ a Madrid y Murcia

Cataluña sigue siendo el principal foco de inestabilidad de todo el país, y la locura que vive esta comunidad autónoma hace tiempo que ha ‘infectado’ a la política nacional. No sólo por compartir, tanto en Moncloa como en el Palau, dos focos de fanatismo radical encarnados en Pablo Iglesias y Pere Aragonès; o por el contagio ocasional de la violencia callejera de Barcelona a Madrid. Cualquier terremoto que se produce en el Parlament sublevado por el secesionismo acaba produciendo réplicas en otras partes del país.

El resultado de las últimas elecciones autonómicas catalanas significó el hundimiento definitivo de Ciudadanos como alternativa nacional. En el Parlament, con una resistencia valiente al separatismo durante los años de plomo del procés, la formación naranja consiguió convertirse en una referencia de regeneración y de lucha por la libertad, y de allí dio el salto a todo el país. Y en Cataluña se ha certificado su caída al abismo. Tras perder el 14 de febrero un millón de votos en una comunidad con 5,6 millones de electores, casi un récord mundial, estalló el pánico en la multitud de cargos públicos que Cs tiene en varios gobiernos regionales y municipales.

Si a esto le unimos el desastroso resultado del PP catalán, que consiguió 3 escaños sobre 135 posibles, y no sumó un solo voto de la debacle de Ciudadanos, tenemos la tormenta perfecta. No sólo olía a estampida en la formación naranja, sino que sus socios de gobierno preferentes en comunidades y ayuntamientos, los populares, se mostraban como un aliado en caída libre electoral. El “no future” parecía cernirse sobre multitud de cargos públicos de Cs en toda España atados a unos pactos con una formación en decadencia, salvo en Madrid y, tal vez, en Andalucía.

Sin olvidar la OPA que Casado había lanzado sobre los cuadros de Ciudadanos. La ‘operación Lorena Roldán’, poniendo de número 2 por Barcelona a la antigua lideresa regional de la formación naranja, fue una forma de decirle a los cargos públicos de Cs en los gobiernos autonómicos de Madrid, Murcia, Castilla y León, Andalucía y en docenas de ayuntamientos que no se preocuparan, que podrían tener acomodo si aceptaban a Pablo Casado como líder. Esta operación se vio reafirmada este miércoles tras el intento de ayer de Teodoro García Egea de fichar a los cargos de Cs “defraudados” tras la presentación de la moción de censura en Murcia.

Pero el PP no es ahora el mejor destino en el que recalar, con Casado sumergido en un mar de dudas y Vox en alza electoral. Por eso Arrimadas ha optado por lo que considera el mal menor, los acuerdos con el PSOE, para intentar, tras la OPA de Casado, mantener prietas las filas garantizando a los dirigentes de Cs más inquietos un futuro político, bien fichando en grupo por los socialistas, bien convirtiéndose en la franquicia teóricamente liberal de Ferraz. De entrada, si las mociones de censura van saliendo adelante, los ‘naranjas’ fieles a Inés se asegurarán dos años de preeminencia mediática e institucional en varias autonomías y ayuntamientos de notable importancia. Con el apoyo del Gobierno de España encarnado en Pedro Sánchez.

Está claro que en Cs no todos estarán de acuerdo, habrá barones y notables que preferirán entenderse con Casado, y otros que lucharán por quedar al margen de PP y PSOE. En esta senda podríamos encontrar a Begoña Villacís y a Juan Marín, que tienen la suficiente popularidad y conocimiento entre el electorado para marcar perfil propio y decidir su futuro por sí mismos. Pero la multitud que debe el cargo al aparato, y que saben que por sí solos nadie les va a fichar, escogerán al que le garantice un mejor futuro y sin sobresaltos. Y con eso juega Arrimadas en una operación de alto riesgo.

La todavía lideresa de Cs intenta acallar el tsunami levantado en Cataluña tras su desastre en las autonómicas contando a sus fieles. Los que le queden, y decidan seguir con ella, formarán parte de su huida hacia adelante. Que huele a suicidio electoral o a afiliación masiva al PSOE, porque la gran mayoría de los votantes de Ciudadanos no entenderá que se hayan convertido en la muleta ‘liberal’ de un Gobierno que cuenta entre sus apoyos en el Congreso a formaciones como Bildu o Esquerra Republicana.

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