Los catalanes se pelean y patean a Don Juan Carlos

Los catalanes se pelean y patean a Don Juan Carlos
opinion-carlos-davila-interior

Mirados con detenimiento y sobre todo con paciencia, los periódicos digitales de Cataluña, se recae en la cuenta de una constancia: ni saben realmente qué hacer, ni son capaces de aunar las filas del independentismo. A diez días de la clásica entre las clásicas: la Diada, el aún presidente Quim Torra se debate en un dilema brutal: “Convoco a las multitudes y… pase lo que pase, o me entra un gramo de cordura y pido a los fanáticos que se queden en casa”. Pues bien: un observador pertinaz de lo que viene ocurriendo en el viejo Principado me dice: “Al final, ya lo verás saldrán a la calle”. Son ‘hooligans’ que desdeñan la letalidad de un virus que hasta ahora mismo ha contagiado a casi ciento veinticinco mil personas y ha matado a otras trece mil. Todos los sanitarios de Cataluña (algunos a la altura de los mejores del mundo) reiteran que desafiar con la Diada al Covid es una monstruosa iniciativa que puede desembocar en un contagio masivo sin precedentes.

Por eso a Torra, que es un cenutrio como gobernante y como individuo, si convoca a las calles y las malas previsiones se convierten en durísima realidad, se le puede abrir un panorama judicial extraordinariamente negativo para él, cárcel incluida. Este mes de septiembre puede ser el fin de su vida política, repleta hasta ahora de desmanes e irregularidades. Por lo pronto, los días 17, 18 y 19 se las tendrá que ver en el Supremo con unos magistrados que, en su mayoría, tienden a su inhabilitación. Él se quiere presentar a la convocatoria como una víctima del odiado “Madrit” pero eso ya más bien no cuela, sobre todo porque ni siquiera los suyos pierden mucho el tiempo en apoyarle. Ahora éstos, los que viven en Cataluña al rebufo de lo que haga el fugitivo de Waterloo, ya han superado las intenciones del desdichado Torra. Se ocupan diariamente en pelearse en una lucha sin cuartel con los denominados “hermanos separados” de Esquerra Republicana de Cataluña, los cuales están alumbrando un calendario político opuesto radicalmente a lo que desea Pugidemont. Digámoslo así de claro: ambos, los de ERC y los de Juntos-por-no-se-sabe-qué, tienen diferentes objetivos para la Generalidad: mientras Esquerra desea quitarse de encima cuanto antes, vía la inhabilitación, a Torra, y nombrar presidente del Gobierno catalán al oscuro Aragonés, los siervos del huido Puigdemont albergan el propósito de encauzar una nueva investidura, la de la agente de la Propiedad, hoy alcaldesa de Gerona, Marta Madrenas, una independentista de tomo y lomo cuyos postulados resultan más radicales aún que los del propio fugado.

Y en medio de estas pretensiones cruzadas se encuentras las elecciones regionales cuya fecha más comentada es la del próximo 15 de noviembre. Junqueras desde la cárcel se inclina por la investidura provisional de su chico Pere Aragonés, algo con lo que tampoco están conformes sus aliados de antaño. O sea, toda una complicación sin  límites que, sin embargo, tiene que ir resolviéndose en los días venideros. En lo único en que se ponen de acuerdo estos políticos de la regional catalana es en ir dando palmetazos a la Monarquía española. El último ha sido el de quitar todos los honores al Rey Juan Carlos, un monarca siempre tan vinculado estrechamente a Cataluña. A esta región cuidó con esmero el Rey durante su largo desempeño y en esta región además, acudió Don Juan Carlos a vigilar su propia salud, tanto que la mayoría de los especialistas que le han tratado han tenido acento catalán. Ahora le quitan cuadros, le restan honores y buscan retratos por doquier para quemarlos públicamente. Esto sucede además con el silencio pavoroso de algunos beneficiados por la Corona y con la complacencia de cierto conde al que Don Juan Carlos hizo nada menos que grande de España.

Y en medio de estas trifulcas aldeanas y de la consiguiente voladura de los símbolos nacionales, aparece una región gobernada por unos especímenes alterados (lo contrario al “seny” del que siempre presumieron) que está a punto de convulsionar todavía más la situación sanitaria propia llamando a una Diada por la que muy pocos, esa es la verdad, sienten ahora mismo interés en Cataluña, importa menos desde luego que el futuro inmediato de Messi. Es de esperar que en esta ocasión Cunillera, la delegada del Gobierno, tome cartas en el asunto e impida que el virus campe por sus respetos el día 11 en un  acto masivo que tiene todas las trizas de convertirse en los que antiguamente se llamaba en el lenguaje sanitario: un “infectorio”.

 

Lo último en Opinión

Últimas noticias