Catalán y español, especie en peligro de extinción

Catalán y español, especie en peligro de extinción

Los catalanes que nos sentimos españoles, llámennos constitucionalistas, antinacionalistas, catalanes libres de nacionalismo o como deseen, estamos demasiados acostumbrados a ser la moneda de cambio de los grandes partidos nacionales cuando llegan a acuerdos con los nacionalistas de estos lares. El caso más sonado fue el pacto del Majestic que significó la defenestración de Alejo Vidal-Quadras, pero todas las formaciones que han pasado por La Moncloa (UCD, PSOE y PP) han caído en la tentación de comprar tiempo en el Gobierno a cambio de ir fortaleciendo a aquellos que querían destruir España como nación.

El problema que tenemos los catalanes ‘de segunda’, porque así somos en el panorama político español, es que nadie nos defiende en serio. A los catalanes ‘de primera’, los nacionalistas, sí que hay partidos que tienen claro cuál es su parroquia y cuáles son las líneas rojas que nunca permitirán que se traspasen. Por eso en cada pacto al que han llegado con los grandes partidos nacionales siempre han avanzado, y nunca han retrocedido un palmo en sus logros. Ni siquiera tras el intento de golpe de Estado del ‘procés’ han perdido una competencia o un palmo de poder.

Al contrario, pueden aumentarlo porque están intentado culminar la enésima edición del cuento de nunca acabar: “presidente de Gobierno, o proyecto de, llega a acuerdos con los nacionalistas catalanes a cambio de afianzar su poder y dejar abandonados a los millones de catalanes que se sienten españoles, que así podrán seguir siendo tachados de ‘colonos’, ‘fachas’ y ‘malos catalanes’ por aquellos que han dado sus votos para afianzar al inquilino de La Moncloa”.

Es humillante que se esté negociando con aquellos que han intentado destruir la democracia en nuestro país, que insultan cada día al Jefe del Estado o a los jueces, que han llenado Cataluña de amarillo ocupando el espacio público, para intentar demostrar que las calles son solo suyas. Está claro que la política parda solo es una cuestión de aritmética, pero la política de verdad, la que es decente y vincula a los ciudadanos para creer en el sistema, ha de defender un conjunto de valores democráticos. Y no se puede pactar con los golpistas.

Que los partidos se pongan de acuerdo. Hay millones de catalanes cansados de ver como los representantes de su nación, España, les dejan tirados e inermes frente a unos nacionalistas cada vez más crecidos y más radicales. Esta política de apaciguamiento y de cesiones constantes ha llevado a que muchos catalanes hayan caído en las redes del secesionismo.

El siguiente riesgo es que ser catalán y español en Cataluña sea una especie en extinción. Que el cansancio de ser continuamente vejados, no solo por los partidos nacionalistas, sino por aquellos que deberían defendernos, haga mella en el espíritu de todos aquellos que quieren seguir formando parte de la nación española. A la gente se le puede pedir que sean héroes, luchadores, que no se rindan. Lo que no se les puede pedir es que sean idiotas. Y esa es la cara que se te queda, de idiota, cuando legislatura tras legislatura los partidos turnistas en el poder buscan con anhelo al “nacionalista catalán bueno” que les gestione esa levantisca comunidad autónoma mientras les dan los votos que necesitan para seguir ocupando los ministerios.

Ahora es Pedro Sánchez y Esquerra. Pero todavía tengo en mi mente la sonrisa de Soraya Sáenz de Santamaría mientras Oriol Junqueras se apoyaba en ella. El líder de ERC en aquella época ya estaba instalado en el golpe. No sabía yo que las risas es la mejor manera de luchar contra aquellos que intentan convertir a millones de catalanes en ciudadanos de segunda. La foto puede parecer una anécdota, pero resume una legislatura.

Y de Ciudadanos todavía recuerdo cuando no hace mucho buscaban en Cataluña el voto de los “nacionalistas moderados”, cuando la formación naranja nació precisamente porque sus fundadores tenían claro que el “nacionalismo moderado” no existe. Y la huida de medio partido a Madrid cuando había sido el voto refugio de más de un millón de catalanes. De nada sirvió la proeza de situarles como primera formación del Parlament. Han tirado a la basura una oportunidad única de crear una alternativa eficaz al nacionalismo catalán en el peor momento de la historia reciente de España.

Que se pongan PSOE, PP y Cs de acuerdo. Que VOX apoye lo que acuerden, o no. Como quieran. Como sea posible. Me da igual. Con Sánchez, o sin Sánchez. Pero nos deben a los catalanes constitucionalistas una alegría. Queremos dejar de ser moneda de cambio. Queremos pactos de Estado que manden a los nacionalistas a la oposición durante lustros. Que lo hagan ya. O conseguirán que ser catalán y español sea algo del pasado.

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