El catalán, arma de dominación

Catalán, Cataluña, independentismo

Ante la propaganda separatista y socialista de que el PP y Vox «están en contra del catalán» porque se han negado a que sea lengua de uso oficial en las instituciones europeas hay que desmontar las mentiras independentistas. Lo que buscan evitar estos dos partidos es que el secesionismo siga usando una bella lengua como la catalana como herramienta de dominación política, de chantaje social y de garantía de su dominio sobre la administración pública. El separatismo quiere llevar el catalán a la UE para consolidar su feudo lingüístico, no para «proteger» esta lengua. Y Sánchez ha aceptado no por ser «chantajeado» por Junts y ERC, sino porque el PSC también está en esa pomada.

El independentismo, liderado por el PSC y con el apoyo de los comunes, usa el catalán como su gran herramienta de dominación política, para construir una realidad social alejada de España, diferenciando lo «catalán» de lo «español», y usando esta lengua para vender que crea una «manera de ser» más culta, más avanzada y más «europea» que la castellana. Consideran que el español es un idioma bárbaro, impuesto y ajeno a la catalanidad auténtica. El separatismo, liderado por Salvador Illa, impone el catalán mediante la inmersión lingüística porque considera que el español es una lengua «invasora». Por eso distinguen entre «lengua propia de Cataluña» – el catalán – y la lengua de los «colonos» – el español –.

Hablar catalán, y aceptar que el aprendizaje de esta lengua conforma una personalidad «mejor» y más «avanzada» que la española, es primordial para ser aceptado por el separatismo. No basta con dominarlo, hay que aceptar que es la única lengua legítima de Cataluña, la que hay que usar en todos los contextos, desde el privado hasta el más culto. Usar el español sería una traición a la auténtica catalanidad. De ahí la obsesión separatista por espiar qué lengua usan los niños en los patios del colegio o cuándo juegan en el parque, y sus intentos de imponer el catalán no solo en las aulas, también fuera de ellas, desde los lavabos hasta los comedores. Por eso también hay una legión de comisarios lingüísticos de la Generalitat que se dedican a presionar a los profesores para que tampoco hablen en español con los padres de los niños, y que el catalán sea la única lengua de comunicación posible entre docentes, escolares y familiares.

El catalán también es una lengua de chantaje social, porque la presión es constante para usarlo en el contexto laboral. Dos son los argumentos que usan los socialistas – auténticos campeones de la persecución lingüística – y el resto de separatistas. Uno es la defensa de los «derechos lingüísticos» de los catalanoparlantes. Así, un español que quiera hablar en español en España – Cataluña lo sigue siendo, al menos formalmente – se encuentra que un catalanoparlante puede obligarle no solo a que entienda el catalán, incluso le puede exigir que lo hable. Así, el artículo 3 de la Constitución (el castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla) pasa a ser papel mojado ante el aluvión de amenazas, señalamiento en redes sociales y sanciones administrativas si uno se empeña en atender o en rotular sólo en español en su comercio – recordemos, situado en la muy española Comunidad Autónoma de Cataluña –.

Recordemos también que la Constitución añade que «las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos», pero no dice nada de «derechos lingüísticos» del catalán ni de que sea «lengua propia» de ningún sitio. Pero para el PSC y el resto de partidos separatistas la Constitución es poco más que papel mojado cuando contraviene sus intereses políticos. Aparte de la pamema de los «derechos lingüísticos» también juegan la baza del catalán «como lengua de ascensor social». Que unos políticos y unas entidades separatistas se empeñen en considerar que una lengua que no es mayoritaria ni en Cataluña pueda dar más ventajas sociales que un idioma como el español que se usa en medio planeta parece un mal chiste. Pero ya saben ustedes que el separatismo – que incluye a los comunes y al PSC – es especialista en ignorar la realidad si no se adapta a sus intereses.

Por último, el catalán se usa como herramienta de dominio de la administración pública. Resumiendo, si usted es de Lérida se va a poder presentar a un montón de oposiciones en el resto de España – tanto a nivel municipal, autonómico y nacional – porque dominando el español tendrá más que suficiente. Pero si usted es de Burgos o de Sevilla, y quiere optar a una plaza de empleo público – fijo – en Cataluña va a necesitar un certificado que acredite su dominio del catalán, o tendrá que hacer un examen para demostrar su nivel o se comprometerá a tenerlo a corto plazo. Es el lema del separatismo, el “lo mío es mío, y lo tuyo también”.

Los empleos públicos – fijos – quedan reservados para los catalanoparlantes, que también pueden optar, cuando lo deseen, a trabajos públicos fuera de Cataluña. Hacemos hincapié en lo de «fijo» porque como las administraciones que dominan los separatistas – y los socialistas y los comunes – tienen claro que a veces necesitan personal no catalanoparlante para cubrir los puestos de trabajo, relajan los requisitos lingüísticos para empleos temporales. Y si hace falta, se encadena un contrato temporal tras otro, y cuando llega el momento de regularizar la plaza, o dominas el catalán, o a la calle. Así, el alcalde socialista de Barcelona, Jaume Collboni, ha expulsado del ayuntamiento a trabajadores municipales que llevaban décadas, como un clarinetista, su cocinero personal o empleados de mantenimiento. Cuando vean cualquier acción del separatismo o del PSC en «defensa del catalán» tengan claro que este bello idioma les importa un pimiento. Es puro dominio político.

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