Casquería política
De la siempre cursi y recurrente fiesta de la democracia en que se convertía este país cada cuatro años hace algún tiempo, hemos pasado al cachondeo general que supone estar todo el día votando y re-votando para gusto de muchos y para enfado del resto, que vemos cómo de españoles concentrados en la protesta cívica del café de media mañana y la sobremesa nos hemos ido entregando sin demasiado problema a la rendición social. La política se ha convertido en un espectáculo de masas. Y así, como borregos pegados todo el día a las RRSS y a la caja tonta, nos pasamos las horas esperando algo que no va a llegar, la lógica aplicada a la práctica. Porque cuando se actúa sin pensar y, sobre todo, cuando se piensa cómo sobreactuar para conseguir no un mejor programa electoral o de gobierno, sino un mayor impacto en los medios de comunicación, el resto es previsible.
¿Que Otegi afirma sin contemplaciones que estará en el parlamento? Pues allí se concentra el foco de quienes se prestan a cederle su espacio mediático. Facilitar a un terrorista condenado, haya cumplido o no su pena de cárcel, ¡qué menos!, un micrófono donde esgrimir sus argumentos totalitarios (sobre pedir perdón o arrepentirse no pregunten, que nada de nada) y legitimar lo que es una afrenta a todos los españoles genera polémica y aumenta la audiencia, qué más da si resulta insultante.
Eso mismo ha debido pensar, arropada por un complejo progresista inenarrable, la señora Batet para defender lo indefendible, la candidatura de Otegi al Parlamento vasco. Parece que ahora la cal viva se utiliza para blanquear en la política lo que resulta negro podrido en lo jurídico. Y todos tan tranquilos. Sabíamos de la absoluta falta de calidad del PSOE de Zapatero, incrementada la náusea hasta el órdago por Pedro Sánchez, pero esto es el colmo del despropósito y de la ofensa. La falta absoluta de nivel humano y la ausencia más mínima de conciencia –ya no digo altura política- de quienes mueren por un titular, sea lo que sea que escupa su verborrea con tal de resultar condescendientes… es ya la constante de una situación política que tiene cuestiones mucho más importantes a las que dedicar su tiempo y su energía, de verdad.
Me permito recordarle a Doña Meritxell que, por definición, las obligaciones jurídicas en derecho (como herramienta básica de la justicia) son aquellas en las que se establece un vínculo por el que dos partes quedan ligadas debiendo una de ellas cumplir con una prestación (de dar, hacer o no hacer) objeto de la obligación que, en todo caso, deberá ser lícita. Y no se me ocurre qué parte de la inhabilitación para el ejercicio de cargo público fijada en sentencia firme se le escapa para entender, precisamente, que las reglas del juego son muy sencillas, cumplir la ley y hacer cumplirla. Claro está, en connivencia con lo manifestado y para ser coherentes, el PSE no se sumará a la iniciativa de impugnar conjuntamente la candidatura del terror y mientras tanto el secretario general como si nada, bañándose en su propio ego perfil bajo.
Señoras y señores, pasen y vean, altavoces para los delincuentes que amenazan la paz social y la convivencia y silencio impuesto para quienes deciden opinar en contrario y denunciarlo. La democracia ha pasado a mejor vida. Quiero decir… a peor -ustedes ya me entienden- entre las bambalinas del consenso político generalizado. Estas son las verdaderas entrañas del lamentable espectáculo. Fenómenos para anormales, ocurrencias de estercolero e inmundicia… Casquería política.
Menos mal que a la tercera va la vencida. Y entre polvorones y mazapanes tendremos la ocasión de olvidar el esperpento de las vacaciones de verano en navidades. De ahogar las penas de dos investiduras fallidas en una nueva llamada a urnas que, un año después, resuelva ¿definitivamente? el sainete de la gobernabilidad de España. Pues ya saben, en el país de nunca jamás, donde los políticos no crecen, más que reflexionar sobre el voto, mejor empiecen a escribir su carta a los Reyes Magos.