El caso del magnicida imbécil
Para mí que han elegido al más idiota de la clase. No se quien ha sido el seleccionador —aunque me lo puedo suponer— pero este supuesto magnicida que pretendía dejar para el tinte a Pedro Sánchez es un invento: una calentura del pobre Manolo Murillo, aspirante muy significado a pasar el resto de sus días en un cotolengo y no en la cárcel, y una ingeniosidad del peor marketing de algún listo que haya pensado: “¡Tate, aquí tenemos un Oswald para consagrar definitivamente al líder de la izquierda universal!». Pero vamos a ver, hombres de Dios: ¿o sea, que este sujeto lleva un mes en la cárcel por supuesto atentado contra la autoridad y hasta ahora no nos hemos enterado?
O sea, ¿este bodoque pedía información de la agenda de Sánchez para ver dónde se le podía matar más a gusto? O sea, ¿que solicitaba socorro para montar la infraestructura del crimen? O sea, ¿que el juez catalán no ha informado a la Audiencia Nacional de un posible atentado? O sea, ¿que el Gobierno y esta propia Audiencia declaran que no se trata de un delito terrorista? Deben creer unos y otros que este país está plagado de reumáticos cerebrales, de mindundis que nos tragamos las más inverosímiles hazañas bélicas que se puedan perpetrar. Y no: España es reducto de descreídos que lo último que aceptamos como ciertas son las piruetas por todo nuestro mapamundi del apóstol, y eso porque nos viene bien para el turismo.
Es decir: parece la sexta entrega de Torrente. Lo probable es que la operación se haya montado con el saber expreso de los protagonistas, pero lo posible también es que una vez enterados Redondo y su cuadrilla de gurucillos de la existencia de un bobo dispuesto a inmolarse por la Patria, le hayan utilizado vilmente para engordar la figura presidencial de esta pesadilla nacional que atiende por Pedro Sánchez. Cualquiera de las dos tesis son presumibles. Una vez que el premio al guapo con gafas en avión oficial resultó contraproducente, que el barco de emigrante se volvió contra sus fletadores, que la conversión de La Moncloa en un centro abierto para la plebe no ha despertado entusiasmo alguno porque la gente en sus ratos libres prefiere el “Tour del Bernabéu”, o que la niña del presidente ha vuelto al colegio, no viene nada mal que Sánchez haya encontrado a un magnicida imbécil que pretendía llevarle al hule.
Es curioso: hasta los oponentes más fieros del aún presidente le han escrito para manifestarle su apoyo, será que no tienen el menor inconveniente en acrisolar el perfil de un baranda que ha hecho del maquillaje político y de las mentiras su razón de existir. “Pero —me decía un empresario— si incluso ha imitado desde que se sabe lo de su presunto asesino los andares de Robert Kennedy”. Todo patético si no fuera ya la risa nacional. Ojo, Sánchez que te estás pasando.