Biden se mancha las manos de sangre en Afganistán
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Con su precipitada decisión de retirar las tropas de Estados Unidos de Afganistán, Joe Biden ha demostrado ser un auténtico incompetente. A sus 78 años, el presidente norteamericano no ha tenido los reflejos suficientes para diseñar una evacuación «ordenada y segura» -como él mismo había prometido- que no dejara a la población afgana a merced de los salvajes talibanes. Hasta los propios medios de comunicación que encumbraron su figura se frotan los ojos incrédulos ante este fiasco monumental tras la guerra más costosa y duradera de Estados Unidos. «Sea visto como justo o injusto, la historia recordará que Joe Biden fue quien presidió la humillante conclusión de la experiencia estadounidense en Afganistán, tras 20 años de guerra», sentenció David Sanger en The New York Times, un medio hasta ahora rendido a los pies del líder demócrata.
Pensando más en la propaganda que en los hechos, Biden quiso apresurar la salida de Estados Unidos para ser recordado como el presidente que trajo a los soldados estadounidenses a casa antes del vigésimo aniversario de los ataques del 11-S. Era una maniobra pensada para ganar votos de cara a las elecciones legislativas del próximo año. Una jugada descabellada por simple cálculo electoralista. Con ínfulas de estadista, Biden mintió ante los periodistas al afirmar que la victoria de los talibanes «no era inevitable» y que no habría fotografías al estilo de Saigón de helicópteros despegando del techo de la embajada de Estados Unidos en Kabul. No sólo las hubo sino que fueron incluso peores como la de los desesperados afganos cayendo al vacío desde el cielo al intentar escapar de Kabul sujetados a las ruedas de un avión militar norteamericano.
Biden tuvo el cuajo de criticar a los líderes y fuerzas de seguridad afganos: «Les dimos todo lo que necesitaban. Les pagamos el sueldo. Lo que no pudimos darles es la voluntad de luchar por su futuro», afirmó en una rueda de prensa desde Washington en la que no aceptó preguntas después de sus declaraciones. Que el presidente de los Estados Unidos haya acusado a los afganos de cobardes y traidores refleja la catadura moral del inquilino de la Casa Blanca. Porque aquí el único que ha sido incapaz de aplastar a un ejército de desarrapados apenas equipado con armas ligeras ha sido Biden. Decir que las tropas americanas «no deberían participar en una guerra que las fuerzas afganas no quieren luchar por ellas mismas» son excusas de mal perdedor de un líder que ha claudicado ante el terrorismo islámico de forma humillante. Biden se ha manchado las manos de sangre dejando al pueblo afgano abandonado a su suerte. La factura de su cobardía moral la tendrá que asumir todo Occidente.
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