El atractivo de lo nuevo o por qué este PSOE es mejor

El atractivo de lo nuevo o por qué este PSOE es mejor

Cuando usted va a hacer la compra, cuando ve los anuncios, ha podido darse cuenta de que la clave para venderle un producto es una palabra: «nuevo». «El nuevo champú, la nueva fórmula, el nuevo envase… nuevo, nuevo, nuevo…». Y resulta que si usted se encuentra en el supermercado el mismo producto, conviviendo un ejemplar del antiguo y del nuevo formato, probablemente escoja este último. ¿Por qué? Pues porque se supone que lo nuevo es siempre mejor. A veces, también sucede lo contrario: la clave de un producto es, precisamente, mantener su esencia. Y por eso, en algunos casos, el gancho para atraer al consumidor es la palabra clave «original». Así tendremos «la receta original, sabor original, el tomate de siempre, lo de toda la vida, tradición, tradición, tradición…».

Pero el apoteosis llega en ese momento en el que al producto tradicional se le añade un componente, una nueva manera de elaborarse, un envase especial… llámelo equis. Entonces, se produce la cuadratura del círculo: «Lo de siempre, pero con fórmula mejorada; lo de toda la vida pero con una presentación mejor; lo tradicional pero con un nuevo enfoque». Y ahí el equilibrio se encuentra precisamente en no destrozar la esencia, pero saber adaptar el producto a criterios que realmente puedan beneficiarle. Si usted hace un poco de memoria no tardará en darse cuenta de la cantidad de cosas que hay a su alrededor y que le han sugerido utilizando estos argumentos. Probablemente, haya habido casos en los que la novedad le haya parecido un acierto pero seguramente, en otras, le hayan chafado algo que le gustó durante toda la vida y ya no volvió a ser igual, precisamente por la «novedad» introducida.

Se supone que ahora tenemos nuevo PSOE. La cuestión está en dilucidar su novedad y encontrar su sabor tradicional. Es la mezcla que se supone ha buscado Sánchez para obtener la fórmula mágica, esa que consiga mantener fieles a los tradicionales, a la par que resulte atractivo para los más jóvenes. Sería algo así como presentar la fabada tradicional en lata: combinar el guiso de la abuela con lo práctico de hacértelo en cinco minutos en el microondas —que nadie se ofenda por la comparación, la fabada está entre mis productos preferidos del supermercado—. La clave está ahora en saber si este PSOE «nuevo» es mejor que el anterior. Y para eso, hay que delimitar cuál era el PSOE anterior. Porque, sin duda, el de la gestora peor no podía ser y, por lo tanto, la ecuación ya estaría resuelta. Efectivamente, el actual PSOE es mejor. Ahora bien: ¿Es este PSOE de Sánchez mejor que el anterior PSOE de Sánchez? Es la duda razonable que cabe plantearse cuando uno mira la foto y más o menos viene a ser la misma que hace dos años: el mismo ganador, la misma camisa blanca, el mismo puño en alto. ¿Dónde están las diferencias?

La clave de este cambio socialista ha sido, curiosamente, volver a su esencia. Me explico: «La novedad» que ahora vende el PSOE no es otra que la vuelta a la receta tradicional, valiéndose para ello de las nuevas tecnologías. Ni más ni menos. Suena La Internacional, las sedes pasan a llamarse «casas del pueblo», vuelve a hablarse de política y se sienten ganas de resolver los problemas que existen en la realidad. Y para recordarlo, el eslogan Somos la izquierda. Personalmente yo habría preferido «de izquierda» porque este nuevo PSOE debe entender que hay pluralidad, no sólo en las naciones sino también en la izquierda. Todo se andará.

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