Arrimadas puede hacer historia… si vota la mayoría silenciosa
La victoria de Inés Arrimadas en Cataluña sería una gran noticia para España. La candidata de Ciudadanos estaría en condiciones de obtener un triunfo doblemente histórico. En primer lugar, sería la primera mujer en presidir la Generalitat; por otra parte, acabaría con años de deriva secesionista y daría una nueva esperanza a todos los catalanes, cuyo desempleo crece mes a mes con unas cifras que desde el pasado octubre emparentan con las que había durante la crisis económica. Dado el contexto, esa esperanza sería extrapolable a todos los españoles. No obstante, de nada servirán estos buenos augurios si al final no es refrendado en las urnas. Para ello, resulta fundamental que la mayoría silenciosa alce la voz en forma de voto y de una forma masiva.
El triunfo de Arrimadas sería importante por sí mismo, pero sobre todo porque de su mano sería más factible que hubiera una mayoría constitucionalista que acabe de una vez por todas con el ponzoñoso legado del procés. Con los resultados que da el último baremo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), las formaciones constitucionalistas arrebatarían la mayoría absoluta a los golpistas. Ya no tendrían excusas para seguir adelante con la falacia política, económica y social que llevaba camino de suponer la bancarrota de la región y, por tanto, un gran problema para el país. Siempre al margen de la legalidad vigente y en contra de la Constitución.
Inés Arrimadas no sería una ganadora cualquiera. Tiene un perfil idóneo para dejar atrás la Cataluña golpista: leal a la Carta Magna, joven pero con experiencia, poseedora de una indiscutible capacidad de liderazgo y ubicada en un partido, Ciudadanos, que ha trabajado con ahínco para que la comunidad autónoma no se convierta en una dictadura independentista. Un partido que, además, también está al alza en todas las encuestas nacionales y que, por tanto, tendrá mucho que decir en el futuro de España. En definitiva, una gran esperanza con posibilidades de hacerse realidad. No obstante, para ello la participación tendrá que superar con mucho el 80% del electorado. Una labor que depende de la mayoría silenciosa. La libertad y el respeto a la ley bien merecen un grito general y unánime.