Aprendices de tiranos

Aprendices de tiranos

No hace falta ser un dictador para comportarse como un tirano. La historia nos enseña que ha habido dictadores que, llegados al poder de forma legítima o ilegítima, no han sometido a su pueblo al imperio del terror aunque desde luego por su forma de gobierno ya son censurables. Pero, por otro lado, nos encontramos con políticos que llegados al poder de forma democrática pretenden abusar de su poder y superioridad. Estos son detestables. Es lo que hizo Hitler cuando no había redes sociales ni cámaras por todos lados que pudieran contar al mundo sus barbaridades y haberlo parado mucho antes de la invasión de Polonia.

Pero también son detestables los tics autoritarios de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que descargando todas las responsabilidades en el PP se lanzan a pisotear la Constitución. Al igual que no cuela que dictadores como Maduro responsabilicen de sus actos a la oposición exiliada, tampoco es verosímil que Sánchez trate de tirar balones fuera y culpar a los demás de su senda autoritaria. Además, que no es nueva. Ya se vio que durante el estado de alarma trató de cerrar las Cortes y no le dejaron. Pretendió silenciar a los periodistas en las ruedas de prensa del Gobierno con un sistema absurdo de envío previo de cuestiones impensable en cualquier democracia occidental y el propio boicot de medios y periodistas le hicieron corregir.

Todo indica que la Unión Europea, en la que un Sánchez ensoberbecido por representar a la cuarta economía de la zona pensaba que estaba instalado por encima del bien y del mal, le hará rectificar. Pero el daño reputacional a la imagen de España ya está hecho. Después de gozar de los 40 años más brillantes del último siglo y medio de nuestra historia llegan Sánchez e Iglesia y dilapidan nuestro prestigio por puro ego personal. Eso es lo que les une a ambos. La pareja reencarnada de Largo Caballero y su adlátere miliciano.

En nueve meses desde que llegaron al Gobierno, España se ha convertido en un país dividido y vulnerable, lo que nos expone más a situaciones como la pandemia y la recesión económica. La obligación y el papel de cualquier presidente de un país es lograr una sociedad unida para garantizar la protección y seguridad de sus ciudadanos. Pero los tiempos del coronavirus han sido, contra toda lógica y frente a las llamadas fake a la unidad de Sánchez, su momento elegido para asestar un golpe al Estado de Derecho y acabar con la independencia judicial necesaria para que nadie se coloque por encima de la ley.

Nuestro país está dirigido por un Gobierno mediocre y por un presidente mediocre. La polarización de la sociedad española alrededor de los dos extremos, izquierda o derecha, se agudiza cada día más. Si bien un 7% de españoles se definía en septiembre como de extrema izquierda ahora lo hace según el CIS un 9,6%, porcentaje que está cerca de doblar los datos del inicio de la legislatura donde un 5,7% de ciudadanos se sentía de extrema izquierda. En el lado opuesto, es decir, en la extrema derecha se identifica un 3,7% de ciudadanos, dos puntos más que en enero.

Dicha polarización también es evidente a la hora de analizar a los líderes políticos. Por ejemplo, hay más españoles que ven a Pedro Sánchez como un político de extrema izquierda (17%) que de carácter moderado (16,8%). Aunque alguien pudiera pensar que esos porcentajes son casi similares conviene destacar que es la primera vez desde el inicio de la legislatura que hay más españoles que sitúan a Sánchez en un extremo que quienes lo ponen en el centro del tablero ideológico.

En el caso de Pablo Casado, el proceso ha sido inverso. Si en enero sólo un 10% de españoles lo veía como un líder centrista, ahora lo hace un 18%. En su favor también está el hecho de que hay más personas que lo sitúan en posiciones moderadas antes que en posiciones radicales.

La identificación de Santiago Abascal y Pablo Iglesias en los dos extremos del arco ideológico es algo ya habitual, pero sorprendentemente la calificación de Iglesias como político de extrema izquierda ha aumentado un 64% desde enero, mientras que Abascal mantiene prácticamente el mismo porcentaje de españoles que lo siguen viendo como en enero.

Cuando el porcentaje de españoles que ve a Pedro Sánchez como un líder político de extrema izquierda aumenta en más de cinco puntos desde el comienzo de la legislatura es señal de que una de dos, o a Sánchez se le ha ido de las manos la acción de Gobierno y se ha visto arrastrado por Iglesias, o que realmente este Gobierno es una criatura venezolana fiel reflejo de la ‘progredumbre autoritaria’. Por mucho que sus terminales mediáticas y aplaudidores oficial quieran encubrirlo.

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