Antiespañoles e incultos

Antiespañoles e incultos

Ada Colau está mutando de alcaldesa a personaje. Su incultura y antiespañolismo culminan constantemente en nuevas ocurrencias. La protectora de los okupas, fomentadora del caos cívico en el centro de Barcelona, censora del español y activista radical camuflada de primera edil de la ciudad, ahora la ha tomado con el día de la Fiesta Nacional. A pesar de su asiento constitucional, Colau se niega a celebrar el 12 de octubre alegando que es una fecha de «rapiña y genocidio». Su revisionismo histórico resulta pueril. Mantener más de cinco siglos después que esa efeméride es una «expresión militarizada y conquistadora» define a la alcaldesa. El mundo ha cambiado tanto durante los últimos 500 años que extrapolar un hecho de entonces a la realidad de ahora es un anacronismo que sólo se puede tomar a broma. Argentinos, mexicanos, peruanos… se refieren a España como «la madre patria», sin atisbo del rencor recurrente y oportunista que enarbola Colau.

¿Imaginan ustedes que la alcaldesa de París o el alcalde de Lyon se negaran a celebrar el Día Nacional galo alegando que exalta la violencia de la Revolución Francesa? Un disparate. La presencia de Ada Colau en el Ayuntamiento es una tragedia para Barcelona, segunda ciudad de España y referencia indiscutible en la cuenca mediterránea. No obstante, es innegable que encaja a la perfección en el clima de disloque que domina la política en Cataluña. Un contexto donde se amontonan los esperpentos: convergentes con su corrupción a cuestas, los Pujol sin entrar en la cárcel y Carles Puigdemont eliminando el español de las campañas de donación de sangre. Cataluña, para desgracia de sus ciudadanos, es hoy una región sumida en el caos donde conviven los mensajes populistas, el independentismo golpista y aquellos políticos que sólo utilizan la senyera como cortina de humo tras la que ocultar una corrupción insondable. Con semejante panorama, no descarten que Ada Colau proponga un día de estos quitar la estatua de Cristóbal Colón acusándolo de genocida. Puro despropósito.

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