Animalistas animalizados
Algo funciona muy mal en una sociedad cuando la trágica muerte de un joven de 29 años es jaleada por el mero hecho de ser torero. Más allá, incluso, el fallecimiento de Víctor Barrio en Teruel el pasado sábado ha generado una intolerable oleada de vejaciones y menosprecios tanto hacia él como hacia su familia. La Fiscalía ha de entrar de oficio para dilucidar hasta qué punto se han violado las leyes de respeto y tolerancia que nos rigen a todos los españoles. Los delitos de odio están recogidos en el artículo 510 del Código Penal y castigados con penas de entre uno y cuatro años de cárcel. Ante casos tan graves como éste, las autoridades han de ser inapelables.
Cientos de personas, aprovechando la aparente distancia y el teórico anonimato que otorgan las redes sociales, han escrito auténticas barbaridades contra el diestro después de que el toro ‘Lorenzo’ acabara con su vida en los festejos pertenecientes a la Feria del Ángel. Testimonios a los que se han sumado algunos habituales del delito como el rapero Pablo Hasél. El podemita ya ha sido condenado por enaltecimiento del terrorismo tras celebrar los atentados de ETA, Grapo y Al Qaeda. En esta ocasión ha dicho que «si todas las corridas de toros acabaran como las de Víctor Barrio, más de uno íbamos a verlas». Cabe esperar que tanto su filiación política como la de otros individuos involucrados en este asunto no supongan obstáculo alguno para las investigaciones.
Afortunadamente, en toda esta espiral de zafiedad y ofensa, ha habido quien ha puesto un punto de cordura. La Fundación Toro de Lidia ha pedido tranquilidad a los aficionados al toreo para que no respondan a las provocaciones. Una admirable postura de sensatez ante una cascada de palabras injustificables que han de ser escrutadas, caso por caso, para dilucidar hasta qué punto han sobrepasado los límites de la ley. El joven Barrio ha sido enterrado este lunes con la presencia en el sepelio de muchos de sus compañeros de profesión. Todo el ruido en torno a este suceso ha puesto de relieve, por desgracia, algunos de los peores defectos de la condición humana.