La amarga tarta de Donald Trump
Los cien primeros días de Donald Trump al frente del gobierno de los Estados Unidos —que ya parecen un siglo— se podrían resumir en la creciente escalada de violencia y tensión que está generando su vergonzante política exterior. Desorientado y carente de diplomacia, el presidente norteamericano se está centrando en la búsqueda de enemigos para América, que le van a venir muy bien para cubrir los agujeros que le va a generar la ausencia de un plan racional para la gestión de su propio país. Como dice el dicho: “Cuando el diablo no sabe qué hacer, mata moscas con el rabo”. Lo malo es que las moscas del señor Trump son muchas y muy caras humana y económicamente.
Una de las primeras medidas de su gabinete ha sido incrementar en 50.000 millones de dólares el gasto militar. El actual presidente americano tiene el dudoso honor de haber lanzado la bomba más potente desde Hirosima y Nagasaki, la famosa “madre de todas las bombas”, de diez toneladas de peso y capaz de arrasar la vida en un radio de más de un kilómetro y medio. En estos tres meses, Estados Unidos ha bombardeado en Yemen, Somalia, Irak, Siria y Afganistán. Algunos de estos países son usados para probar su arsenal sin tener en cuenta la muerte de civiles inocentes; ahí están —sin alejarnos demasiado— los más de 200 muertos en Mosul (Irak) o la veintena de milicianos kurdos asesinados por el fuego amigo. En otros países, caso de Siria o Afganistán, se ataca directamente.
El reciente ataque de Estados Unidos al régimen de Al Asad está dificultando las a priori buenas relaciones con Rusia. Putin, tirano de manual en el que Trump se mira, no va a dejar solo al presidente sirio, lo que está encrudeciendo las relaciones entre estos dos dementes que manejan gran parte del mundo presuntamente civilizado. Mientras tanto, Corea del Norte sigue avanzando en su agresivo programa nuclear y tiene en el horizonte un ataque a Estados Unidos. ¿Está naciendo una nueva Guerra Fría? O, lo que es peor, dado lo cíclico de la Historia y lo cerril del ser humano, ¿estamos ante otra Gran Guerra? Desde el sofá, con el iPad en la mano, a cualquier hijo de vecino le parecerá imposible, pero sólo hace cien años de aquel primer sinsentido del siglo XX y parece que no aprendemos.
Desgraciadamente, Donald Trump, iracundo amo del planeta, abandera con orgullo la era de la estupidez, jactándose de despreciar la diplomacia, el diálogo y la inteligencia para dedicarse a masacrar allá donde considere necesario. Baste para hacerse una idea de su falta de humanidad la declaración que hizo hace unos días a una periodista afín en Palm Beach. Trump afirmó haber decidido lanzar cincuenta y nueve misiles en Irak mientras comía una deliciosa tarta de chocolate con el presidente chino. La periodista lo corrigió, no era en Irak, sino en Siria. “Eso, Siria”, contestó él. Mientras Trump come pastel de chocolate y tira bombas, gran parte del mundo tiene un nudo en la garganta. Somos incapaces de digerir un postre tan amargo.