Agrupaos todos en la lucha final, que yo, Pablo Iglesias, me piro al chaletón de Galapagar
«Arriba, parias de la Tierra/ en pie, famélica legión/ Atruene la razón en marcha/ es el fin de la opresión… Agrupémonos todos/en la lucha final/ el género humano/ es la Internacional». La retirada de la política de Pablo Iglesias, el hombre que prometió vivir como la mayoría de la gente, permite hacer un balance de su aportación a la regeneración democrática. El balance no da para mucho: ninguna aportación, más bien todo lo contrario. Desde que llegó Iglesias a la arena política la democracia española ha vivido amenazada. Su perfil totalitario se convirtió en todo un ataque a la libertad y a la convivencia entre los españoles. Desde el punto de vista político, poco más que decir de un personaje incompatible con un régimen de libertades.
Desde un punto de vista económico, su aportación al progreso de los españoles es también nula, por mucho que se le llene la boca de haber alcanzado hitos como el de la subida del salario mínimo. Pero, ¿cuál ha sido el progreso económico de Iglesias tras su paso por la política? Para empezar, el dirigente podemita cobrará una indemnización de 5.316 euros al mes, como adelantó OKDIARIO, por haber sido vicepresidente segundo del Gobierno. Una ‘pensión’ que multiplica por 5,6 el salario medio de los españoles. Eso sí que es progresar.
Por los demás, no parece que Iglesias viva como la mayoría de la gente. Cómodamente instalado en su chalet de Galapagar, él y su pareja, Irene Montero, con sueldo de ministra, no parece que estén en disposición de ponerse en el pellejo de la gente que las pasa canutas para llegar a fin de mes. Y si lo hacen, lo disimulan muy bien, porque su nivel vida les ha convertido en unos privilegiados, en la misma «casta» que denunciaron cuando entraron en política. Es por eso que a la letra de la Internacional convendría hacerle una pequeña modificación: «Agrupaos todos en la lucha final, que yo, Pablo Iglesias, me piro al chaletón de Galapagar…»