Sólo podía quedar uno

Sólo podía quedar uno

Hace apenas dos años, en vísperas del desenlace del congreso de Vistalegre II, ya comenté aquí que tras aquel enfrentamiento público entre Iñigo Errejón y Pablo Iglesias ante las bases de Podemos, sólo podía quedar uno, como finalmente así ha sido. El dueño del casoplón de Galapagar sólo ha tardado cinco años en deshacerse del resto de los fundadores de la formación morada para quedarse en solitario al frente de un partido que controla con mano de hierro desde su mansión, construida de forma ilegal en pleno parque natural protegido. No tiene mérito, todos sabíamos que iban a acabar así. Un buen líder se rodea de colaboradores con talento, mientras que un tirano se deshace de todo el que pueda hacerle sombra. Igual que Fidel Castro terminó con todos los camaradas comandantes a los que abrazaba desfilando por las calles de La Habana. Lo mismo que Hugo Chávez se deshizo de todos los revolucionarios bolivarianos que lo ayudaron a conseguir el poder. Del mismo modo que hicieron todos los líderes comunistas de la historia, Pablo Iglesias no iba a compartir su poder con nadie, eso estaba cantado.

Algunos intentan hacer creer que se trata de discrepancias ideológicas o estratégicas. Que uno es marxista y el otro más socialdemócrata, que no estaban de acuerdo en la alianza con IU, tampoco en la posición sobre el independentismo o que, además, discreparon en las negociaciones con el PSOE. Otros cuentan que el enfrentamiento es personal y que el distanciamiento se produjo cuando Iglesias cambió a Tania Sánchez por Irene Montero y enchufó a ésta como portavoza mandando a Errejón a la tercera fila de la bancada del Congreso, para cederle el asiento a su nueva pareja. Y posiblemente todo eso haya influido.

Pero si no hubieran existido estos argumentos habrían sido otros los que habrían justificado que Iglesias terminase ejerciendo el poder en solitario. Con ese objetivo lleva mucho tiempo ninguneando al que fuera número dos del partido, primero al sacarlo de la política nacional nombrándolo candidato en las autonómicas y luego pretendiendo hacerle la lista sin permitirle elegir a sus acompañantes, provocándolo hasta que se ha ido. Porque Podemos es un partido de extrema izquierda populista y éstos siempre acaban siendo dirigidos en solitario por el líder carismático en el que se sustentan, que no es otro que el ‘Marqués de Galapagar’.

Sólo han pasado cinco años desde aquella foto de Vistalegre I en la que Iglesias, Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre alzaban el puño ante un público ilusionado por los espectaculares resultados que los fundadores de Podemos habían conseguido en las elecciones al Parlamento Europeo. Años en los que los comunistas nos han tenido a todos en un sinvivir ante la posibilidad de que su viejuna ideología nos arruinara la vida a todos los españoles. El comunismo ha fracasado allí donde se ha puesto en práctica, demostrando una y otra vez que sólo provoca hambre y muerte y España no iba a ser una excepción si Podemos llegaba al poder. Por suerte para todos, sus expectativas se han desinflado tan rápido como crecieron y en cinco años apenas han podido molestar un poco en los Ayuntamientos en los que el PSOE les permitió gobernar. En este tiempo para los que más ha cambiado la vida ha sido para Pablo e Irene, a los que ya muchos llaman los Ceaucescu españoles. Ellos han pasado de vivir solos en pisitos de Vallecas o Moratalaz, a fundar una familia y empezar a coleccionar palacios, como hizo antes la pareja de dictadores rumanos. Para eso es para lo que le ha servido a Iglesias ser el macho alfa.

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