El 1-O y los 21 de Hipercor
El líder terrorista Arnaldo Otegi y los líderes de la CUP comparten un objetivo: destruir España; hacer de una nación grande un país más debilitado, más dividido, más cuestionado, peor. Naturalmente los medios del primero y de los segundos son diferentes. Uno ha apostado históricamente por el tiro en la nuca y el coche bomba; los otros, por el alboroto, la sedición y el matonismo más o menos asilvestrado y cateto. Y aún así, hasta un ciego puede ver hoy (y con creciente nitidez hasta el 1-O) que los despojos del potente movimiento proetarra que ha amparado la violencia totalitaria en el pasado, se han entregado con armas y bagajes a la defensa de la estelada.
Nos encontramos ante un fenómeno indisimulable y obsceno, que tiene su raíz en la laxitud del Estado de derecho para contener o reprimir manifestaciones que en no pocas ocasiones han desbordado el terreno de la simple provocación para entrar, de hoz y coz, en la esfera del delito de odio. Pero además nos topamos con una alianza que encierra una truculenta paradoja. Aquellos que se dan golpes en el pecho proclamando su catalanidad ‘pata negra’ van en comandita con aquellos que han justificado y servido de sustento a los malnacidos que durante décadas han sembrado Cataluña de cadáveres; como cuando volaron el garaje de Hipercor, provocando un socavón de cinco metros de diámetro, abrasando con una bola de fuego a todas las personas halladas a su paso, produciendo efectos similares a los del napalm, elevando la temperatura hasta los tres mil grados y asesinando a 21 inocentes mientras dejaba medio centenar de asfixiados y heridos.
Resulta ya de un patetismo ramplón, pero por otra parte de una aplastante coherencia, que los de la antigua Batasuna y los chicos que tienen cogido por las partes blandas a Puigdemont monten al alimón el numerito de la turismofobia. A fin de cuentas, odian que España sea una potencia mundial en el sector y vaya al alza según todos los indicadores del área OCDE. Pero es de una gravedad infinitamente mayor que los extremistas que tienen semisecuestrada a la vieja, irreconocible y derrotada CiU entiendan que será de un apoyo crucial para tensar la situación el 1-O el respaldo de los chicos de la gasolina.
Hace ya unos años, Jaime Mayor Oreja (considerado incluso desde cierto sector del PP ‘excesivamente cascarrabias’ o ‘siempre pepito grillo’) alertó de una amenaza: la UTE (Unión Temporal de Empresas) de los últimos proetarras vivos con aquellos que desde Cataluña se dejarían la piel y pisarían la ley para deconstruir el régimen constitucional; dos frentes paralelos, convergentes y rabiosos. Han pasado los años. Los demócratas hemos fracasado parcialmente en detener la furibunda ofensiva que persigue acabar con nuestra fortaleza y cohesión. Pero estamos a tiempo de poner pie en pared. Pensemos simplemente (los amorales antisistema jamás lo harán) que aunque lo hubiesen deseado, los 21 de Hipercor nunca podrían haber votado el primero de octubre.