Suena raro, pero la ciencia lo avala: los osos pueden ser más pequeños y tranquilos si viven cerca de los humanos
De vez en cuando los osos protagonizan algún ataque, pero rara vez se habla sobre cómo influye la actividad humana en su comportamiento. Lo cierto es que con el paso del tiempo ha provocado que cambien su actitud.
Al menos esa es la teoría de un estudio genómico publicado en la revista científica Molecular Biology and Evolution. El análisis se centra en los osos pardos de los Apeninos, en el centro de Italia.
Por increíble que parezca, esta pequeña población de osos ha evolucionado bajo la presión del entorno humano. Para garantizar su supervivencia son menos agresivos.
Por qué unos osos de Italia han cambiado su comportamiento por los humanos
Durante generaciones, estos osos han compartido valles y montañas con pueblos, granjas, huertos y carreteras. Esa cercanía constante no es neutra, sino que afecta a su comportamiento.
Cuando un animal supone un riesgo para las personas o el ganado, suele ser eliminado o desplazado, lo que altera de forma indirecta qué comportamientos se transmiten a la siguiente generación.
La agresividad no depende de un solo factor. Está influida por genes, hormonas, desarrollo cerebral y experiencias tempranas. Para saber si los osos de los Apeninos eran más tranquilos por aprendizaje o por herencia, los investigadores analizaron su ADN.
El objetivo era encontrar patrones específicos y los compararon con los de osos de otras regiones. Los resultados indican que no sólo se trata de habituación, sino también de una adaptación genética favorecida por la presión humana continuada.
El aislamiento de los osos deja una huella genética durante siglos
Los osos pardos de los Apeninos están considerados una subespecie. Es decir, una forma regional diferenciada dentro de la misma especie. Su aspecto y comportamiento los distinguen claramente de otros osos pardos europeos.
La clave de su modificación genética está en su prolongado aislamiento geográfico y demográfico, que se remonta a hace muchos siglos, cuando la expansión agrícola y el aumento de la población humana fragmentaron los bosques del centro de Italia.
Las poblaciones pequeñas, como esta, son especialmente vulnerables a la deriva genética, un proceso por el que los cambios aleatorios en los genes pueden tener tanto peso como la propia selección natural.
Con el paso del tiempo, ese aislamiento favoreció que los osos de la zona desarrollaran rasgos distintos, visibles tanto en su tamaño corporal como en su forma de reaccionar ante el entorno.
Cuál ha sido el coste evolutivo de la adaptación del oso al medio
El equipo de la Universidad de Ferrara creó un genoma de referencia completo de esta población y secuenció genomas enteros de osos locales, comparándolos con ejemplares de Eslovaquia y Norteamérica.
Gracias a ese enfoque pudieron detectar variantes genéticas poco comunes que suelen pasar desapercibidas en estudios menos detallados. La conclusión fue que esa adaptación tuvo un precio.
Es decir, sufrió una pérdida notable de diversidad genética y signos claros de endogamia. En muchos osos, grandes fragmentos idénticos de ADN ocupan más del 66% del genoma, lo que indica cruces entre parientes relativamente cercanos.
Este fenómeno aumenta el riesgo de mutaciones perjudiciales y eleva la probabilidad de extinción a largo plazo. Aun así, los investigadores detectaron señales de selección positiva en regiones del ADN relacionadas con el comportamiento, muchas de ellas fuera de los genes clásicos.
¿Entonces por qué ocurrió? Los osos menos agresivos tienen más opciones de sobrevivir y reproducirse cerca de humanos. El menor tamaño corporal también podría haber sido una ventaja, al requerir menos recursos y reducir los desplazamientos.