La catalana Silvia Pérez Cruz cierra el 54 Heineken Jazzaldia de San Sebastián a ritmo de bossa nova

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La cantante Silvia Pérez Cruz y el contrabajo Javier Colina, durante su actuación hoy domingo en la quinta y última jornada del 54 Festival de Jazz de San Sebastián "Jazzaldia". Foto: EFE

La voz de Silvia Pérez Cruz puede con todas las envolturas, también con la de la bossa nova, que la tiene embarcada en una gira con Toquinho que llega ya a su fin. En su concierto de este domingo en el Festival de Jazz de San Sebastián hablaba de la tristeza que supone la cercana despedida en Madrid.

La cantante catalana decía esta noche, en el concierto con el que ha clausurado el 54 Heineken Jazzaldia junto a Toquinho y al contrabajista navarro Javier Colina, que Brasil sabe cantar la tristeza con alegría, que en España se dramatiza más.

Esta noche ha tocado ambos palos, porque además de sus intervenciones con el brasileño ha interpretado sola con Colina canciones como «Ya no me quieres» y «Ella y yo», del álbum «En la imaginación», que ambos grabaron en 2011, y también «Ojos verdes», tema trágico del cancionero español donde los haya.

«La tarde» y una asombrosa versión de «Los sonidos del silencio» han correspondido a esa parte del concierto, que ha venido precedida por una presentación en solitario del brasileño, donde no ha faltado su archiconocida «Aquarela», así como de «Samba en preludio», con la que Pérez Cruz había hecho su primera aparición en el escenario, el mismo que hace cuatro años visitó con habaneras.

«Chega de saudade» ha vuelto a reunir a los tres protagonistas. «Eu sei que vou te amar», «Nao deioxe samba morer» y «Carinhoso» han hecho más cálida la noche, la de una clausura que el público no deseaba, que se acercó con «Garota de Ipanema» y se materializó con «Asa branca», en un primer bis, y con «A felicidade», en el segundo.

Con su marcha, la organización daba por cerrada una edición que ha concluido como empezó, con buen tiempo, pero que en los días intermedios la lluvia obligó a suspender algunos conciertos en las terrazas del Kursaal y a hacer menos confortables los conciertos de la plaza de la Parte Vieja. A su público, el director del festival ha mostrado esta noche su «agradecimiento y admiración».

Lo hacía antes de la actuación del saxofonista Charles McPherson, que ha sido el contrapunto perfecto para abrir boca en «la Trini» con una lección de viejo maestro en la interpretación de temas propios y viejos standard, como «What Is This Thing Called Love», de Cole Porter, que ha sonado estupenda.

Por la tarde, John Zorn ha cerrado en el Kursaal su Bagatelles Marathon con una sesión bien distinta a la de ayer. Después de la descarga sonora que dejó temblando al auditorio, los siete grupos programados para este domingo han parecido hasta comedidos, que no más ortodoxos.

La calma después de la tormenta ha llegado con píldoras exquisitas como la de los guitarristas Gyan Riley y Julian Lage, o la del trío del pianista Brian Marsella, con Trevor Dunn en el bajo y Kenny Wollesen en la batería, y una curiosidad de música electrónica a cargo de la japonesa Ikue Mori.

El Nova Quartet del pianista John Medeski, con Kenny Wollesen (vibráfono), Trevor Dunn (bajo) y Joey Baron (batería), y el formado por Kris Davis (piano), Mary Halvorson (guitarra), Drew Gress (bajo), Kenny Wollesen (batería) han sonado soberbios.

Y lo del trompetista Peter Evans, recorriendo vericuetos infranqueables en largos desarrollos en los que de alguna forma se las debe arreglar para respirar, admirable.

La caña de esta segunda sesión ha llegado al final, con el potente trío Asmodeus de Marc Ribot, que tras su brillante colaboración de ayer con Diana Krall, ha demostrado que sigue conservando un lado salvaje. Esta vez le han acompañado Trevor Dunn (bajo) y Kenny Grohowski (batería).

John Zorn, el artífice de este proyecto, autor de todas las piezas que se han interpretado, ha recibido al comienzo de la tarde el premio Donostiako Jazzaldia de esta edición de la mano de Miguel Martín, que ha hablado del saxofonista estadounidense como de «uno de los mayores creadores del mundo del jazz, un compositor absolutamente inigualable».

Y Zorn, además de agradecer el galardón otorgado por «uno de los mejores festivales de jazz del mundo», ha hecho algo inédito, dejarse fotografiar por la prensa acreditada. Eso sí, solo recogiendo el premio, porque cuando ha sonado la primera nota del primer grupo ya estaban todos fuera.

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