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Gozo en pozo

Gozo en pozo
Los jugadores de España, tras caer eliminados. (Getty)

No fue Marruecos, fue Japón. Los nipones nos reventaron, seguíamos en la ruta del oro mundial pero el miedo, la tensión y el bloqueo se quedó para no dejarnos ni siquiera ser libres ni en tres miseros penaltis. Pases repetidos, laterales sin vuelo y centrocampistas sin frescura; sólo Gavi, y se fue cuando era nuestro único metedor. Un juego de control y pase sin inercia ni empuje, delanteros de perfil, pero sin duelos ganados en su haber. Más que el rival fue España, antes que victoria era resurrección y los nuestros seguían obtusos.

Marruecos defendía con cuatro atrás. No eran cinco. Había que verlo, sentirlo, darse cuenta que los laterales de Marruecos son elogiados por su virtud ofensiva y su defecto defensivo. Los carriles eran la vida y el gol, había que encarar. Una y otra vez. Superar la marca y atacar el área con determinación. Ataque corto; sin duda, rápido e incisivo. Y nada de especular, de una banda a otra hasta la victoria final sabiendo que Boufal y Ziyech son jugones de balón al pie que poco o nada quieren saber de perseguir a un rival.

No hubo tiros desde la frontal. Tampoco llegadores de segunda línea y los carriles, entregados. Nadie sabe por qué fue Marcos Llorente, tampoco por qué Jordi Alba siguió en danza cuando se le veía tocado y casi hundido tras un rodillazo recibido. En la medular, ni un segundo de respiro para Busquets. La razón, Rodri de central. Morata, suplente. Lógico, si empieza el ‘9’, no hay otro del que tirar si el partido va a más. Así que contra rival replegado, sin espacio entrelíneas, falso nueve. La lista, la dichosa lista. Eran veintiséis.

Dejar respirar. Ahogar y hundir al rival, nunca jamás. Alemania se fue para casa por castigar en exceso porque en fútbol no existe ni el ganador por puntos ni el moral. Déjalos salir, confía en los tuyos y que el oponente pueda salir. Hazles creer, haz que robas y deja que salgan, juega al engaño porque una batalla se gana por sorpresa, con el oponente creyéndose vencedor, y hasta cierto punto desde el camino libre que te regala una traición. Era eso, dejar vivir. Jugar y disfrutar. Obsesionarse y lamentar. Sin darse cuenta que el fútbol se discute y se ama, se juega sin jugar y se anota sin ser más. Ni Tiki ni taka, fue gol de Tanaka y para casa. No había gol por llegar.

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