Cristiano Ronaldo compareció en el estadio 974 como jugador libre. El luso ha decidido jugarse en un órdago su futuro en la élite del fútbol mundial en un evento que no hace prisioneros. El Mundial atesora una enorme exigencia para cualquier jugador y más para alguien que tiene permanentemente todos los focos gracias a su vitola de máximo goleador de todos los tiempos.

El murmullo en el campo se había evidente cada vez que tocaba el balón, pero Cristiano ya no es el zagal que antaño tenía chispa y machaba a los rivales con su físico. Bien es cierto que Ghana no es precisamente un buen cliente para hacer alardes físicos, pero al portugués ya le empiezan a pesar los 37 años que ya luce en su DNI.

Cristiano se emocionó con el himno luso, quizá consciente de que es su último Mundial con la camiseta verdiroja. El portugués dispuso de dos ocasiones claras en una primera parte y el problema es que ninguna terminó por abrir la cuenta goleadora de su equipo. En la primera, se le vio lento y el portero Ati-Zigi supo achicarle el espacio en un mano a mano después de que el control se le fuese largo. En la segunda, estaba en un claro fuera de juego que no requirió VAR, pero que metió en la jaula.

Cristiano intentó cambiar su suerte en la segunda mitad y todo le vino de cara cuando se las arregló para derrumbar la muralla ghanesa tras provocar un penalti. Fue una pena máxima absurda de Elfath, pero al fin y al cabo un derribo que el luso no perdonó con su solvencia característica en esa suerte.

El jugador tuvo un leve sobresalto cuando vio a los ghaneses empatar el partido, pero su compañero Bruno Fernandes salvó la fiesta con dos asistencias de gol que hasta le permitieron irse a descansar al banquillo antes del minuto 90 en una imagen atípica en su carrera. Cristiano se llevó el MVP y el orgullo de ser el primer jugador en conseguir goles en cinco Mundiales diferentes. Palabras mayores.