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No vas a probar nada igual: el desconocido restaurante de la La Latina con el mejor pincho de tortilla de Madrid

tortilla Madrid
Detalle de la tortilla de Alto Bardero. (Foto: Redes Sociales)
Blanca Espada

En Madrid hay tortillas de todos los tipos. Jugosas, cuajadas, con cebolla, sin ella, de barra o de restaurante con estrella. Pero hay una que lleva años levantando pasiones entre los más exigentes del pincho: la mítica tortilla con cebolla confitada que enamoró en su día en Juana La Loca. Pues bien, esa receta está de vuelta. Y no en cualquier sitio, sino en Alto Bardero, el nuevo restaurante que está revolucionando el barrio de La Latina con una propuesta que mezcla tradición, creatividad y mucho descaro.

El regreso de esta tortilla no es casualidad. Detrás del proyecto están los chefs León Bonasso y Pablo Paternostro. Tras triunfar con Bardero, su primer local en Arganzuela, decidieron dar un paso más con este nuevo espacio que ocupa el histórico local donde nació Juana La Loca. Y lo han hecho recuperando su pincho estrella, el mismo que convirtió a aquel bar en una leyenda de la gastronomía madrileña. Pero Alto Bardero no vive sólo de nostalgia. Su carta, su ambiente y su energía reflejan que además de tener la mejor tortilla de Madrid, este es un lugar para quedarse un rato largo, picar en la barra, pedir un vino y terminar con una sonrisa.

La mejor tortilla de Madrid está en la Latina

Si hay un motivo por el que todo el mundo habla de Alto Bardero, es su tortilla de patatas con cebolla confitada. La misma que un día hizo historia en Juana La Loca, vuelve ahora con una ejecución impecable: dorada por fuera, cremosa por dentro, sin llegar a ser líquida, y con una cebolla caramelizada que le da ese punto dulce que engancha desde el primer bocado. Es una tortilla que muchos consideran la mejore de Madrid. Se sirve en forma de pincho, cuesta 5 euros, pero también la podemos pedir para llevar.

El éxito de la mejor tortilla de Madrid está en el equilibrio: ni demasiado cuajada ni demasiado blanda. Se nota que detrás hay oficio, paciencia y respeto por el producto. Y aunque la carta ha crecido en muchas direcciones, esta tortilla sigue siendo el corazón de la casa si bien se elabora desde hace más de 20 años.

De la barra al comedor: dos ambientes, una misma esencia

El local no es grande ni pretende serlo. Desde que entras, te recibe una barra alargada llena de pinchos que cambian a lo largo del día: fríos, calientes, algunos tradicionales y otros que sorprenden sin romper la armonía.  Al fondo, el comedor mantiene ese aire informal pero más tranquilo, ideal para cenas largas o comidas sin prisas. Mesas bajas, bancos corridos y un ambiente que invita a quedarse. En ambos espacios comparten carta, lo cual es un acierto, porque permite disfrutar la experiencia sin protocolos. No hace falta reservar con semanas de antelación ni gastar una fortuna para comer bien. Aquí el ticket medio ronda los 40 euros, más que razonable para la calidad que ofrecen.

Una carta que mezcla raíces, viajes y mucha personalidad

Aunque la tortilla sea el reclamo principal, Alto Bardero no se queda ahí. Su cocina se mueve entre lo castizo y lo internacional con una soltura admirable. Hay croquetas de jamón o chipirón en su tinta, buñuelos de queso Idiazábal con chutney de tomate, mejillones con crema de curry y frégola sarda, o un espectacular tiradito de corvina con mayonesa de wasabi, naranja y caviar de soja. Cada plato parece tener su propio acento, pero todos hablan el mismo idioma: sabor y diversión.

Para los más curiosos, hay propuestas como el pintxo de gamba al ajillo con mayonesa de curry y hueva de tobiko, o el taco de soft shell crab frito con aguacate, chipotle y queso ahumado. También tienen guiños al sur con sus huevos rotos con atún rojo, y versiones propias de clásicos asiáticos, como los dumplings con gambas y camarón de Huelva. Es una carta de unas 25 opciones, pensada para compartir y disfrutar sin complicaciones.

El vino como mejor maridaje

Otro punto fuerte del restaurante es su carta de vinos, cuidada pero sin pretensiones. Cuentan con unas treinta referencias que van desde pequeños productores locales hasta proyectos jóvenes o etiquetas argentinas. Lo mejor es que la mayoría se sirven por copas, algo poco habitual en locales de este nivel. Puedes probar, por ejemplo, un albariño Sal de Iria Otero, fresco y floral, o un Ultreia de Raúl Pérez, sin necesidad de pedir la botella entera.

En definitiva, Alto Bardero no busca ser un restaurante de moda, sino un sitio que se queda en la memoria. Su cocina tiene chispa, su ambiente invita a volver y su tortilla… bueno, su tortilla es de esas que se recuerdan para siempre.

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