¡Drama de Carolina Marín! Nueva lesión de rodilla y adiós a una medalla cantada
La española estaba a punto de meterse en la final olímpica cuando cayó
La rodilla volvió a fallarle en el momento más importante
Programa de bádminton en los Juegos Olímpicos de París
Carolina Marín ha experimentado la mayor crueldad que puede vivir un deportista olímpico. La jugadora española lo tenía todo a favor para disputar una nueva final de bádminton en los Juegos de París cuando su rodilla derecha se volvió a quebrar. En un arranque de coraje, se puso una rodillera e intentó jugar un par de puntos más, pero iba cojeando y enseguida se derrumbó física y emocionalmente, tomada por las lágrimas.
El marcador era completamente favorable (21-14, 10-5). El público español estaba entregado a otro partidazo de la española. La derrota de la china He Bingjiao sólo parecía cuestión de tiempo. La segunda final olímpica de su carrera frente a la número uno mundial, la surcoreana An Se-Young, ya asomaba en el horizonte… Y entonces… Entonces se escuchó un crac que enmudeció a todo aquel que presenció la escena en el pabellón Puerta de la Capilla.
En un desplazamiento lateral, Carolina Marín hizo un apoyo forzado de su rodilla derecha y la articulación le bailó de muy mala manera. Se tiró al suelo al momento, desgraciada experta en estas lides después de haberse quebrado ambas rodillas en el pasado. Su entrenador, Fernando Rivas, acudió a consolarla sabiendo la magnitud de la tragedia que se mascaba. Unos segundos de denso silencio. Ni gritaba de dolor la española. Ni voz le quedaba para lamentarse.
La crueldad aumentaba no sólo por el escenario, sino por el objetivo que la española tenía a un partido y pico de alcanzar: convertirse en la única jugadora en toda la historia del bádminton que conquista dos oros olímpicos y tres Mundiales. Ya es la mayor pionera del deporte español, pero eso le hubiera convertido en una leyenda mundial. A sus 31 años, será difícil que vuelva a tener una oportunidad así. Tanto trabajo duro arrojado a la basura por el capricho de una articulación. Tanta crueldad…
Aplausos contra las lágrimas
Y tantas ganas tenía de luchar que se puso una rodillera y siguió jugando un rato más a la pata coja, hasta que el peso de la evidencia aplastó su fe. No había nada que hacer. Cayó al suelo. Se puso de rodillas. Lloró un buen rato bajo la sobrecogedora ovación de un público conmocionado. Recibió el consuelo imposible de su rival.
Y como último gesto de orgullo, rechazó la silla de ruedas que le ofrecieron. Quería salir por su propio pie y así lo hizo. Porque, como dijo Viktor Frankl, hasta en la peor situación siempre nos queda libertad para decidir. Y ella decidió marcharse andando. A su paso congeló el ambiente de un pabellón que ardía de euforia unos minutos antes. Historia del deporte, pero historia de la mala, de la que nadie quiere presenciar. Por desgracia, el deporte también es esto.