Así vivían Juan Carlos y Corinna en La Angorrilla: una piscina hinchable de plástico y una barbacoa
Una piscina hinchable de plástico y una barbacoa portátil de larga patas compradas en Leroy Merlín, un sofá raído y una cocina adquirida por Plácido Arango en El Corte Inglés eran los lujos asiáticos del fantasmagórico palacio de La Angorrilla, al que Corinna Sayn-Wittgenstein y Juan Carlos I llamaban “La Casita”.
Diez años después de que estallara el escándalo de La Angorrilla, tras el accidente de la cacería de Botsuana, OKDIARIO ha conseguido los documentos gráficos que delatan que tanto su lujo como su categoría de palacio eran un montaje para torpedear las relaciones amorosas del entonces jefe de Estado y la princesa alemana.
Así de simplón y desabrido era el “nidito de amor” -como lo llamaron algunos periodistas- de la pareja de enamorados. Ni “un palacio donde vivían a cuerpo de rey”, ni “un casoplón”, ni “un hogar paralelo”, ni “una carísima casa familiar”, ni “un lugar idílico”. Eran algunas de las expresiones que contenían las informaciones filtradas por el CNI y el departamento de Prensa de La Zarzuela para menoscabar la imagen de Corinna pero que también afectaba a la institución monárquica.
El chalé de caza que usaba Franco en los años 60 no daba para tanto, como aclaró Corinna en la entrevista que concedió a OKDIARIO en octubre de 2020. El nivel paupérrimo y la decoración de alcanfor de “La Casita” puede apreciarse en las fotografías de su interior que se reproducen en estas páginas.
Alfombra raída
Basta fijarse con detenimiento en las fotos conseguidas por este periódico para cerciorarse de que el interior de la La Angorrilla no era ni plácido, ni cómodo, ni mucho menos lujoso. La mesa del comedor es de un estilo antiguo y muy vulgar, las paredes son frías, las cortinas necesitan un recambio y la alfombra del salón está raída. La decoración es de los años 60/70 y no parece que hubiera sido sometido a una reforma reciente.
La barbacoa desmontable de Leroy Merlín aparece, así mismo, entre las fotografías que publicó la revista francesa Paris Match en una entrevista a Corinna. En ella, se ve a Juan Carlos con una gorra cocinando unas hamburguesas junto a Alexander, el hijo de la princesa alemana. La foto que reproduce hoy OKDIARIO, con un encuadre mayor, refleja aún más la normalidad del recinto.
A Corinna le tocó sufrir sus incomodidades cada vez que pasaba unos días en La Angorrilla con Juan Carlos I. Algunas veces estuvo acompañada por su hijo Alexander que, en verano, tenía que chapucearse en una balsa inflable de plástico porque el supuesto palacio carecía de piscina.
La Angorrilla, situada en el parque natural del Monte de El Pardo y muy cerca de La Zarzuela, carecía también de agua caliente y de una cocina presentable, hasta el punto de que se la tuvo que regalar a Juan Carlos el propietario de la cadena VIP’S. Corinna contaba a sus amigos, cuando aparecieron las primeras noticias sobre el lujo del “nidito de amor”, que las estancias del supuesto palacio no habían visto a un albañil o un decorador desde los años 60: “Era un lugar discreto para preservar el anonimato, pero insufrible para vivir”, se quejaba Corinna a sus más allegados.
Un palacio fantasma
Esa era la realidad de La Angorrilla: un palacio fantasma. Pero el dircom de la Casa del Rey, Javier Ayuso, y el director del CNI, Félix Sanz Roldán, se encargaron de filtrar a sus periodistas de cabecera la noticia falsa de que Corinna habitaba en un palacio “a cuerpo de reina” cercano al de los Reyes de España. La intención era desacreditar y desprestigiar a la que entonces era la compañera sentimental del monarca. Era parte del guión de las luchas palaciegas que, según Corinna, pretendían que el entonces Jefe del Estado abdicara a favor de su hijo, como sucedió en 2014.
Basta comprobar algunas de las informaciones que fueron publicadas en los medios de comunicación. Algunos llegaron a reproducir literalmente lo que les llegaba de Palacio: “El interior de la residencia fue también remodelado. Del proyecto se encargó el interiorista Jaime Parladé. La casa se divide en varias estancias con distintos dormitorios, salones y un gran comedor. En esa sala hay tres chimeneas revestidas con piedra antigua, que es lo más valioso de la finca. En el exterior se fabricó una piscina de verano y se transformó el jardín, además de la pradera situada enfrente de la vivienda”.
Las fotos del interior de la vivienda, reproducidas por OKDIARIO, que se realizaron mientras Corinna pasaba temporadas en el palacio fantasma no concuerdan con ese lujo distópico. La piscina se construyó mucho más tarde, cuando Corinna ya había roto las relaciones con Juan Carlos I.
Pero la periodista del diario desvelaba más detalles sobre las cómodas condiciones del lugar: “No está claro quién pagó las obras que adecentaron el nuevo hogar paralelo de los Borbón Larssen en El Pardo. La memoria de Patrimonio Nacional revela que en 2004 se invirtieron 288.964 euros en ‘actuaciones de conservación y mejora de las casas forestales del monte de El Pardo’, entre las que se encuentra La Angorrilla”.
Si uno se atiene a lo que reflejan las fotografías que reproduce OKDIARIO difícilmente parte de ese dinero pudo destinarse a adecentar los interiores del “hogar paralelo” en aquellas fechas, mientras Corinna era su inquilina.
Y la autora de la noticia llegaba aún más lejos y se atrevía a enfatizar: “Algunos medios publicaron que la decoración de la finca había costado más de medio millón de euros y que había corrido a cargo de La Zarzuela. Cuando se preguntó al departamento de Comunicación de la Casa, la respuesta fue el silencio. Así que estos datos están sin confirmar”.
Pero ese paraje idílico para los Borbón-Larssen que retrataban los periódicos nada tenía que ver la realidad. Corinna lo dejaba muy claro en la entrevista que concedió a OKDIARIO en octubre de 2020: “Era una casa pequeña de tres habitaciones, sumamente sencilla en el terreno de la Corona. Nunca tuve las llaves ni acceso independiente a esta propiedad. Sólo podía ir cuando el Rey estaba en palacio, que no era muy a menudo, y era un sitio muy incómodo. Llamarlo palacio es engañar al público para dar una imagen de una mujer despilfarradora”.
Aspecto ruinoso
El propio nombre de La Angorrilla -el diminutivo de angorra- se ajusta más a una casa de campo o de caza que a un palacio. La angorra es la pieza de cuero que utilizan los artesanos para cubrirse mientras trabajan.
Según confesaba Corinna a su entorno, La Angorrilla presentaba un aspecto ruinoso y no reunía las condiciones para recibir la categoría de palacio. Además, puede comprobarse documentalmente que su piscina actual no fue construida hasta 2011, porque Juan Carlos había sido operado de la cadera y la necesitaba para sus ejercicios de rehabilitación. En esa época, las relaciones sentimentales entre Juan Carlos y Corinna ya se habían roto. Sólo mantenían una buena amistad que también se vio alterada tras los sucesos de Botsuana en abril de 2012.
Las filtraciones del CNI y la Casa del Rey llegaban aún más lejos. Afirmaban que Corinna y su hijo habían ocupado durante cuatro años sus instalaciones, algo que negó tajantemente la princesa alemana. Únicamente solía ir allí cuando la acompañaba Juan Carlos.
La Angorrilla, además de la casa de caza de Franco, había servido en 1906 de residencia del pintor valenciano Joaquín Sorolla y su familia. Se recluyeron un año allí para aliviar la tuberculosis que padecía su hija María. En esos meses de estancia en el monte de El Pardo, Sorolla pintó obras como Arco Iris o María pintando en El Pardo.
La Angorrilla se encuentra muy cerca del embalse de El Pardo, que mandó construir el Generalísimo. Por medio de la presa se regulan las aguas del río Manzanares antes de que atraviese el sur de Madrid.