Álbum | La Angorrilla, un «nidito de amor» que Franco usó como pabellón de caza
El fantasmagórico palacio de La Angorrilla, que el generalísimo Franco utilizaba como pabellón de caza para sus monterías en El Pardo, se convirtió durante casi un lustro en lo que los medios de comunicación calificaron de “nidito de amor” de Corinna Sayn-Wittgenstein y Juan Carlos I.
El edificio de La Angorrilla, con muros y torreones, está situado a unos 19 kilómetros del Palacio de La Zarzuela, lo que le facilitaba a Juan Carlos I un fácil acceso a través de los caminos de El Pardo sin violentar su intimidad. El refugio cinegético era un lugar frío e incómodo, pero garantizaba a la pareja una plena intimidad. Era tanta la privacidad que se mantuvo en secreto durante años hasta que la Casa del Rey y CNI decidieron filtrar su existencia a los periodistas. De no haber sido así, el pabellón de caza seguiría permaneciendo en el anonimato como había sucedido durante siglos.
La residencia, un habitáculo paupérrimo, al menos hasta 2012, como se aprecia en las fotografías desveladas por OKDIARIO, está ubicada no obstante en una inmensa finca -el Monte de El Pardo- de más de quince mil hectáreas de bosque mediterráneo, junto a otros edificios históricos.
El propio nombre de La Angorrilla -el diminutivo de angorra- delata su condición de casa de campo o de caza más que un palacio. La angorra es la pieza de cuero o de otro material que utilizan algunos oficios para cubrirse mientras trabajan. En su vasto terreno -unas 70 veces el tamaño de Mónaco- habita una rica fauna compuesta por miles de gamos, ciervos y jabalíes, todo ello vigilado por diligentes guardas forestales, que han logrado preservar desde décadas esa gran riqueza cinegética.
El Pardo cuenta también con un gran embalse, situado muy cerca de La Angorrilla, que el propio Franco mandó también construir. Por medio de una presa se regulan las aguas del río Manzanares antes de atravesar el sur de Madrid.
Según el ordenamiento legal español, el monte de El Pardo es un bien del Patrimonio Nacional que está al servicio y uso del Rey, en aquellos años, Juan Carlos I. También puede ser utilizado por el resto de la Familia Real.
Bajo la vigilancia del CNI
El monte de El Pardo fue un paraje muy común para el dictador Franco, pero también fue residencia del Gobierno de la II República. Manuel Azaña fijó la sede de su ejecutivo en la Quinta de El Pardo, desde donde se enteró del Alzamiento Nacional el 18 de julio de 1936.
El paraje donde estaba asentada la casa forestal, convertida en residencia de la pareja, fue siempre un cazadero para reyes desde la Edad Media. El Real Sitio de El Pardo data desde 1312 cuando era monarca de Castilla, Alfonso XI, conocido como El Justiciero. El recinto fue vallado durante la monarquía de Fernando VI, hijo de Felipe V y el primer Borbón, nacido en España, que condujo las riendas del Imperio español.
Las instalaciones de El Pardo estaban vigiladas por agentes del CNI y por la Guardia Real de Palacio. Los agentes de ambas instituciones del Estado realizaban las labores de seguridad de manera discreta para no levantar sospechas. La realidad es que la residencia de Corinna mientras permanecía en España no trascendió a los medios de comunicación hasta que el departamento de Prensa de la Casa del Rey y la dirección del CNI decidieron filtrar su existencia.
Juan Carlos I presentó a Corinna al general Félix Sanz Roldán en el chalé de La Angorrilla, cuando la princesa alemana pasaba cortas temporadas allí por decisión del monarca. El encuentro se producía en la residencia de recreo de Su Majestad desde hacía 30 años, donde se alojaba Corinna cuando viajaba a Madrid, muchas de las veces en compañía de su hijo Alexander Sayn-Wittgenstein.
Su Majestad organizó un lunch para presentar a su pareja sentimental al responsable de los servicios secretos. Aquel encuentro fue organizado para que el jefe del CNI se comprometiera a darle protección a quien entonces era su compañera sentimental. Por ello, el Rey no dudó en presentar a Corinna al teniente general de cuatro estrellas como su “novia”. La princesa alemana tenía entonces 45 años y fue, posteriormente, objetivo de los servicios secretos españoles tras su ruptura del entonces jefe del Estado.
La Angorrilla, además de la casa de caza de Franco, sirvió en 1906 de residencia de Joaquín Sorolla. El pintor valenciano y su familia se recluyeron un año allí para aliviar la tuberculosis que padecía su hija María. En esos meses de estancia en el monte de El Pardo, Sorolla pintó obras como Arco Iris o María pintando en El Pardo.