Un terrorista de Daesh afirma haber recibido entrenamiento en Turquía antes de actuar en Irak

Un terrorista de Daesh afirma haber recibido entrenamiento en Turquía antes de actuar en Irak

El Tribunal Central de Investigación de la Presidencia iraquí manifestó este miércoles que dos terroristas de Daesh fueron detenidos en el marco de operativos militares llevados a cabo en la capital Bagdad y en Al-Anbar.

El comunicado oficial de la institución judicial del país del Golfo expresó que uno de los yihadistas capturados “confesó pertenecer a comandos terroristas de Daesh y detonó varios artefactos explosivos contra las Fuerzas Armadas iraquíes».

El dato más destacable es que el terrorista admitió haber recibido “cursos de entrenamiento administrativo y militar en Turquía antes de comenzar sus acciones en Irak», según explicó el Poder Judicial iraquí. En la declaración oficial también se detalló que «el segundo terrorista confesó ante el juez instructor su afiliación a Daesh y el establecimiento de puestos de control falsos en Haditha, provincia de Al-Anbar, que tenían como objetivo a civiles y fuerzas de seguridad». Además, el Tribunal Central reseño también que «la confirmación y el arresto de los acusados ​​se ajustan a las disposiciones del artículo 4 de la Ley Antiterrorista Nº 13 de 2005», como informó el medio Al-Masdar News.

La detención de elementos insurgentes se engloba en la operación materializada el lunes por las Fuerzas Armadas iraquíes contra la organización yihadista en cuatro focos en el centro y norte del territorio del país árabe.

“Las tropas del Ejército iraquí, apoyadas por la Policía Federal y combatientes de las Fuerzas de Movilización Popular (milicias chiíes vinculadas a Irán) han lanzado una ofensiva de cuatro frentes contra los integrantes de Daesh en las provincias de Salah al-Din y Diyala”, según señaló el Ministerio de Defensa de Irak en un comunicado oficial. En este sentido, una de las intervenciones tuvo lugar a lo largo de la frontera administrativa entre las Gobernaciones de Diyala y Salah al-Din; mientras, otra de ellas comenzó a lo largo de la frontera con Siria en la Gobernación de Al-Anbar.

El grupo terrorista Daesh está beneficiándose de la inestabilidad que vive Irak, provocada por varios frentes como las masivas y violentas protestas ciudadanas (con enfrentamientos con la Policía y Fuerzas Armadas) contra la corrupción institucional y política instalada en la nación y contra la degradación de los servicios públicos y la falta de empleo ante la crisis económica que se sufre; también derivada de la oposición de la población iraquí a la intromisión en los asuntos internos del país de Estados Unidos y la República Islámica de Irán, rechazando la presencia militar estadounidense sobre el terreno y la injerencia persa a través de formaciones chiíes como las Fuerzas de Movilización Popular (PMF, por sus siglas en inglés); y además por la crisis sanitaria actual que se padece en todo el mundo por la propagación de la enfermedad COVID-19, que ha dejado ya centenares de miles de muertos y millones de afectados en todo el mundo (92 fallecidos y más de 2.000 casos diagnosticados en Irak).

Los yihadistas han intensificado sus ataques durante las últimas semanas aprovechando la movilización de tropas iraquíes a los núcleos urbanos para luchar contra el coronavirus, lo que les ha hecho dejar un poco de lado la acción antiterrorista, y sacando ventaja también del repliegue de soldados estadounidenses hacia bases de la coalición internacional que pugna contra el yihadismo a raíz de las diversas ofensivas sufridas por parte de las milicias chiíes pro-iraníes; desencadenadas sobre todo por la operación militar realizada por el Ejército norteamericano el pasado 3 de enero que acabó con la vida de Qassem Soleimani, comandante de las Fuerzas Quds (división internacional de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán), mediante un ataque con drones en las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad, en el que también murió Abu Mahdi al-Muhandis, vicepresidente de las PMF; una ofensiva planificada en respuesta por el ataque a una base militar en Kirkuk que significó la muerte de un contratista civil estadounidense. Esta acción contra el dirigente de la Guardia Revolucionaria y el mandatario de las Fuerzas de Movilización Popular desencadenó una respuesta de rabia de la esfera chií y de autoridades iraníes, basada en múltiples ataques a infraestructuras militares de la coalición internacional en Irak e, incluso, en el asalto a la Embajada de EEUU en la capital iraquí.

Por lo tanto, Turquía parece que prosigue con su estrategia de expansionismo en Oriente Medio y el norte de África. Conocida es la actuación de la nación turca presidida por Recep Tayyip Erdogan en escenarios como Siria o Libia, donde está actuando en virtud de satisfacer intereses propios.

Así, en Siria incursionó con sus tropas en la frontera turco-siria para establecer puestos de control y hostigar a los kurdo-sirios con la excusa de la necesidad de perseguir a la etnia kurda tras acusarla de actos terroristas en el sur del territorio otomano.

Unas posiciones establecidas tras el acuerdo alcanzado con el Departamento de Estado de EEUU por el que se instauró el año pasado una zona de seguridad en el norte de Siria, de la que debían salir los kurdos por exigencia del ‘sultán’ Erdogan y a la que debían ser destinados los miles y miles de refugiados sirios que alberga Turquía y que huyeron de la guerra civil de Siria.

En un movimiento polémico porque significaba que el Ejecutivo de Donald Trump abandonaba a su suerte a grupos kurdo-sirios como las Unidades de Protección del Pueblo (YPG, por sus siglas en turco), integradas en las opositoras Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), asociadas circunstancialmente con el mandatario Bachar al-Asad para echar al enemigo común turco a pesar de que estaban circunscritas a la oposición al régimen oficial sirio, y que fueron básicas en la derrota de Daesh en Siria hace un año, cuando cayó el bastión de Al-Baghouz.

Un conflicto bélico en la nación siria que enfrenta al Gobierno de Bachar al-Asad, apoyado férreamente por la Rusia de Vladimir Putin, con los insurgentes atrincherados en el último reducto rebelde de Idlib, donde Turquía se posicionó hasta el punto de exigir la retirada de tropas rusas tras una cumbre protagonizada por Ankara y Moscú el pasado mes de febrero que no fructificó. La Administración Al-Asad ha venido argumentando que su objetivo en el conflicto bélico del país árabe es acabar con el terrorismo yihadista englobado en la resistencia de Idlib, frente a un polo contrario insurgente y una nueva oposición representada por los intereses de Turquía.

Junto a Turquía y Rusia, Irán auspicia el proceso de paz de Astaná en el que incluso han ofrecido ser mediadores para resolver las diferencias entre Ankara y Damasco cuando en febrero hubo un repunte de tensión en el noroeste de Siria que se zanjó con el citado alto el fuego entre Turquía, valedor de la oposición siria, y Rusia, socio de Al-Asad, implementado desde el pasado 6 de marzo.

Ese cese de las hostilidades continúa, pese a esporádicas violaciones, aunque se sigue aumentando la presión en el país sirio sin respetar la dificilísima situación actual que se vive en el mundo con la pandemia del coronavirus.

Turquía también se inmiscuye en otra guerra como la de Libia, en la que tomó parte por el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) tras el acuerdo suscrito por Recep Tayyip Erdogan y el primer ministro Fayez Sarraj. Un GNA, reconocido oficialmente por la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde 2016 y radicado en la capital de Trípoli, que se enfrenta al Ejército Nacional de Libia (LNA, por sus siglas en inglés), liderado por el mariscal Jalifa Haftar, que representa al Gobierno oriental de Tobruk y que trata de acabar con el polo de poder tripolitano con el pretexto de que se aloja en esa área a elementos terroristas y de que se quiere reunificar la nación para llevar a cabo un proceso democrático posterior. Mientras, el Ejecutivo de Fayez Sarraj se presenta como el poder legítimo de Libia ante lo que consideran un golpe de Estado.

Turquía utiliza en la guerra civil de Libia a mercenarios a sueldo sirios llevados desde Siria hasta Turquía para su formación y posterior envío al país norteafricano, como han reseñado a lo largo de las semanas diversos medios. Entre estos milicianos se encuentran elementos terroristas vinculados a sucursales de grupos yihadistas como Al-Qaeda.

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