Netanyahu un poco más lejos de gobernar en Israel
La era de Benjamin Netanyahu, el líder israelí que más años ha estado en el poder, puede que haya llegado a su fin tras anunciar de nuevo su incapacidad de formar gobierno al Presidente del país, Reuvén Rivlin. La otra posibilidad es que Israel tenga que volver a acudir a las urnas, por tercera vez este año, si el centrista Beny Gantz de la formación Azul y Blanco, el candidato más votado en los últimos comicios, no es capaz de ejecutar el cometido de crear un Ejecutivo. De esta manera, la incertidumbre que ha caracterizado la política de Israel este año se acentúa.
Tras las elecciones del pasado 17 de septiembre, en las que ni Azul y Blanco ni el Likud obtuvo escaños suficientes para gobernar con sus socios naturales, el partido de Netanyahu, el conservador Likud, se vio obligado a buscar formar un gobierno de coalición con la formación de Gantz.
Pero el juego de alianzas y afinidades que existen en el panorama político nacional israelí ha hecho que ello fuera imposible: ninguno de los bloques parlamentarios (por un lado, derecha y ultraortodoxos, y por otro, izquierda y centro) tiene mayoría (61 de 120 escaños) para formar Gobierno. Desde antes de los comicios, Gantz ha mostrado su negativa a gobernar con los tradicionales socios de Netanyahu, los partidos de derechas y ultraortodoxos. Este es el segundo fracaso de Netanyahu para formar gobierno, tras el del pasado mayo, cuya falta de apoyos le llevó a volver a convocar elecciones poco más de cuatro meses después de las anteriores generales.
El líder de Azul y Blanco rechazó en varias ocasiones las ofertas recibidas por parte de Netanyahu para formar lo que ha llamado un «gobierno amplio de unidad nacional» repitiendo que los ciudadanos no quieren un gobierno con «extremistas». Rivlin sugirió una jefatura del gobierno con alternancia, pero ambos líderes no han mostrado disposición alguna en llegar a un acuerdo. De esa manera, Gantz esperaba desde hace días que el presidente del país, Reuvén Rivlin, le otorgara el mandato para formar gobierno y comenzar «negociaciones serias» para crear un ejecutivo «liberal de unidad que genere un cambio y restaure la esperanza de los ciudadanos de Israel», dijo la semana pasada.
Netanyahu se enfrenta en la actualidad a tres casos de corrupción en los que Netanyahu es sospechoso de fraude, cohecho y abuso de confianza, sobre los que se espera una resolución del fiscal general del Estado en los próximos meses. Si el fiscal general formalizara la acusación y abriera un juicio oral, el enjuiciamiento deslegitimaría a Netanyahu ante una parte de la opinión pública y le pondría más dificultades para seguir en una posición de poder.
El líder de Likud era consciente de sus escasas posibilidades de fructificar en la formación del Ejecutivo por lo que no solicitó al presidente una extensión de dos semanas más para intentarlo. Así se espera que en las próximas horas Rivlin otorgue el mandato a Gantz, que desde el momento que eso suceda tendrá 28 días para intentarlo.
Si no es capaz de lograrlo, Rivlin podría remitir el mandato al Parlamento israelí (Knéset), que podría proponer y aprobar a cualquier diputado que contase con apoyo suficiente. Aún así, lo que parece más probable es que el país se tenga que enfrentar a unas nuevas elecciones generales, las terceras en un año.
En las próximas semanas, quién jugará un papel decisivo en el desenlace de la incertidumbre israelí, sea para la formación de gobierno o la convocatoria de nuevas elecciones, será el líder de la formación derechista y laica Israel Nuestro Hogar, Avigdor Lieberman. Por ahora ha reiterado su decisión de apoyar solo un gobierno de unidad pero que con sus ocho escaños podría también permitir a Gantz encabezar una coalición que, sin embargo, necesitaría también el apoyo de los partidos árabes, aglutinados bajo la Lista Árabe Unida. Tradicionalmente excluidos de pactos de gobierno la formación se convirtió en las últimas elecciones en la tercera fuerza del Parlamento, otorgándole un papel relevante y un recurso para Gantz en la batalla de bloques. La población árabe israelí supone el 20% del país pero en términos políticos está generalmente aislada, algo que se ha visto reforzado durante la era de Netanyahu.
«Los ciudadanos árabes palestinos de Israel han optado por rechazar al primer ministro Benjamin Netanyahu, su política de miedo y odio, y la desigualdad y división que avanzó durante la última década. El verano pasado, el Sr. Netanyahu declaró que los ciudadanos árabes palestinos de Israel, que representan una quinta parte de la población, serían, oficialmente, ciudadanos de segunda clase», escribió tras las elecciones Ayman Odeh, cabeza de la Lista Unida.
Para algunos es prematuro hablar del fin de la era de Netanyahu mientras que otros creen que no podrá recuperar la confianza perdida tanto por su incapacidad de formar gobierno hasta en dos ocasiones este año como por las acusaciones judiciales a las que se enfrenta. El primer ministro con más años en el poder en la historia de Israel ha destacado por su defensa férrea del judaísmo y por la poca capacidad de reconciliar las comunidades religiosas y seculares del país. A través de un discurso centrado en la seguridad nacional, y gracias a una cercanía marcada con el presidente de Estados Unidos Donald Trump, Netanyahu ha colocado a Irán como el representante de todos los males en la región.
En estos momentos los miembros del partido de Netanyahu, el Likud, pueden tener la llave para salir de un impasse si llegan a ser persuadidos para deshacerse del hombre fuerte de su partido que los ha llevado a tantas victorias. Es por ello que la incertidumbre política que reina sobre Israel puede tomar cualquier dirección desde un gobierno de coalición al fin de la era Netanyahu.
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