¿Sabías que una persona mayor inglesa jubilada robó un Goya?
Hay muchas historias curiosas relacionadas con el mundo del arte. ¿Sabías que una persona mayor inglesa jubilada robó un Goya?
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La edad no es impedimento para cumplir con las metas propuestas, con los sueños o los anhelos de justicia social y así lo demostró un británico que, pese a ya estar jubilado, robó un Goya. Continúa leyendo y descubre un poco más sobre esta curiosa e interesante historia.
El anciano que robó un Goya
En la década de los años 60, un multimillonario americano que era magnate del petróleo, conocido como Charles Wrightsman había comprado por la exorbitante cifra de 140.000 libras, el retrato de El Duque de Wellington, una de las obras más importantes hechas por el español Francisco de Goya.
Por supuesto, la idea de que una obra de arte de esa naturaleza saliera del país puso en alerta al gobierno, presionado por los amantes del arte, presionaron para evitar que eso sucediera. El resultado es el que Gobierno de su Majestad decidió financiar con fondos públicos dicha obra de teatro y comprar con el objetivo de siempre exhibirla en la escalera principal de la National Gallery.
Por supuesto, esa medida no gustó a muchas personas y más específicamente a Kempton Bunton, un conductor de autobuses jubilado que, adicionalmente, estaba atravesando una situación personal considerablemente compleja y más porque era de los que luchaba, contra el gobierno, por un canon que había puesto por el uso y el disfrute de la televisión por cable. El hombre consideraba que esa tasa era un robo, por lo que llegó a negarse a pagar las 4 libras anuales que costaba el servicio en aquel momento.
Por supuesto, como era de esperarse, su enfrentamiento no salió nada bien e incluso fue condenado a 13 días de cárcel. Adicionalmente, consideraba un verdadero abuso que el gobierno gastara dinero en lo que consideraba un simple retrato.
Un robo curioso
El resultado de todo el enfado terminó en uno de los robos más curiosos o peculiares y más por una conversación que tuvo Kempton con uno de los guardias de seguridad, en el que afirmaba que gracias a la instalación de alarmas su trabajo era mucho más fácil.
Finalmente, Kempton visitó el museo una noche, dejó abierta la ventana de un baño y al día siguiente, en las horas de limpieza, entró por allí y por allí también salió con el cuadro. Después empezó a enviar cartas a la policía en donde indicada que para que el cuadro apareciera debían de retornar el dinero que se había pagado por él, pero finalmente y por el miedo a ser descubierto, él mismo se entregó a la comisaría y confesó absolutamente todo.
Sin duda alguna, se trata de una historia curiosa en el que un hombre con fantasías de Robin Hood se hizo con uno de los cuadros más valiosos de la historia sin prácticamente mayor esfuerzo. ¿Conocías esta historia?
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