Edad Media

La insólita costumbre de la Edad Media que hoy resulta increíble, pero entonces estaba justificada

Costumbre de la Edad Media
Ilustración de un mercado medieval. Foto: ilustración propia.

Entre las múltiples tradiciones que definieron la vida europea durante el medievo, hubo una costumbre de la Edad Media que transformó la forma de alimentarse y relacionarse. Su práctica no estaba motivada únicamente por placer o necesidad, sino que respondía a factores culturales, sociales y sanitarios.

El contexto histórico ayuda a entender por qué una práctica que hoy sería impensable fue en su momento completamente razonable. Las condiciones de vida, la higiene y la alimentación diferían profundamente de las actuales. Lo que para la mentalidad moderna resulta insólito, en ese entonces, era una decisión práctica y, sobre todo, justificada por las circunstancias.

¿Cuál era la costumbre de la Edad Media que hoy sorprendería a muchos?

Como se puede apreciar en series ficticias al estilo de Juego de Tronos, en la Edad Media, los europeos bebían cerveza de forma exagerada, en cantidades que hoy sorprenden. Y es que este nivel de consumo que parece poco saludable fue, durante siglos, una práctica común.

Se estima que un adulto podía consumir más de 400 litros al año, unas siete veces más que la media actual. Esta costumbre de la Edad Media se explicaba por una combinación de razones sanitarias, alimenticias y sociales.

Contrario a la creencia popular, el agua potable no era inexistente. Había pozos, manantiales y fuentes bien gestionadas. Sin embargo, en zonas urbanas o densamente pobladas, la contaminación de los ríos y canales era frecuente.

Ante ese riesgo, la cerveza ofrecía una alternativa más segura: su proceso de hervido eliminaba bacterias y garantizaba una bebida limpia. Además, aportaba calorías y nutrientes esenciales para quienes realizaban trabajos físicos intensos.

En los monasterios y aldeas se elaboraba diariamente. Había variedades ligeras, como la llamada “cerveza pequeña”, destinada incluso a niños. Era un alimento líquido, más que una bebida recreativa. Aun así, también tenía un papel social: se compartía en tabernas, ferias y reuniones comunitarias, convirtiéndose en un elemento central de la vida medieval.

El agua y la higiene en la Edad Media

La calidad del agua durante la Edad Media ha sido objeto de debate. Aunque se asocia el periodo con falta de higiene, muchas comunidades mantenían sistemas de abastecimiento relativamente eficientes.

Las fuentes públicas y pozos comunales eran cuidados con normas precisas. Sin embargo, el crecimiento urbano trajo consigo la contaminación de los cursos de agua, lo que aumentó los riesgos sanitarios.

A medida que las ciudades se expandían, los residuos domésticos y animales terminaban en los canales. En ese contexto, la cerveza se convirtió en una alternativa de confianza. No solo calmaba la sed, sino que también garantizaba cierta seguridad sanitaria. Era, además, más duradera que el agua almacenada y resistía mejor el paso del tiempo.

Más que una costumbre de la Edad Media: el consumo de cerveza como un reflejo de la estructura social

La costumbre de la Edad Media de beber cerveza no era exclusiva de una clase social. Los campesinos elaboraban versiones más ligeras en sus hogares, mientras que las clases altas disfrutaban de cervezas aromatizadas con hierbas y especias.

En los monasterios del norte de Europa, los monjes perfeccionaron el proceso, incorporando el lúpulo como conservante y saborizante. A su vez, el consumo se integró incluso en la organización del trabajo. En muchos lugares, los obreros recibían parte de su salario en cerveza.

Para los monjes, era una ración diaria que variaba según su jerarquía: los prelados tomaban la de mejor calidad, los monjes la intermedia y los novicios una versión más débil. Esta práctica demuestra hasta qué punto la bebida formaba parte del orden cotidiano.

Las cifras son elocuentes: en la Edad Media, se bebía una media de 420 litros de cerveza por persona al año, frente a los 60 litros actuales en España. Más que un placer, era una necesidad alimentaria.

Cerveza entre la fe, la ciencia y la convivencia

La cerveza no solo fue una solución práctica, también tuvo un papel simbólico y religioso. En los siglos VI y VII, el monje Arnulfo de Flandes (posteriormente canonizado) promovió su consumo al observar que quienes bebían cerveza durante una epidemia no enfermaban. Desde entonces, fue considerado el santo patrón de los cerveceros.

El cristianismo, inicialmente reacio a esta bebida, acabó aceptándola. La escasez de vino en el norte de Europa obligó a incluir la cerveza en la vida monástica. Los monjes, grandes conocedores de hierbas y fermentaciones, la perfeccionaron hasta convertirla en un producto de calidad. Gracias a ellos, las abadías se convirtieron en centros de producción y difusión de la bebida.

Así, esta costumbre de la Edad Media trascendió el ámbito doméstico para convertirse en un fenómeno cultural. Las tabernas medievales, muchas de ellas dirigidas por mujeres, funcionaban como centros de reunión, intercambio y sociabilidad. En torno a una jarra de cerveza se discutían asuntos del pueblo, se cerraban acuerdos y se celebraban festividades.

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