Sánchez no acompañará a Rivera en la fuga
Ya anoche, tras el conocimiento de los primeros sondeos, empezó a manejarse una doble especie: o Gobierno de coalición o abstención del PP para favorecer un Ejecutivo socialista. Pero también en esos momentos se aseguraba que para cualquiera de los dos escenarios el obstáculo se llama Pedro Sánchez. Ha sido sin duda el gran perdedor muy por encima desde luego del hecatómbico Ciudadanos cuyo líder, Albert Rivera, ya no tiene vela en esta ceremonia política de ahora mismo. Casado no le ofrecerá de ningún modo -y cuando digo de ningún modo no hago matización alguna- ayuda para continuar en La Moncloa. “Sería tanto -me indican- como dejar en manos de Vox toda la oposición”. Así que lo dicho: de ningún modo.
Lo más espectacular es que con los estupendos resultados que han cosechado Abascal y el contigente marginal de Ciudadanos, entre los tres centroderechas o como se les quiera denominar, suman un millón de votos más que la izquierda, no han podido ganar en conjunto los comicios. Una atroz constancia que demuestra hasta que punto la división en res partidos penaliza a los res y les conduce, si no hay milagro final, a los sillones de la oposición donde, recuérdese la frase del italiano Andreotti, “Los partidos se desgastan mucho más que en el Gobierno”. Casado antes incluso de que se convocaran las elecciones llamó a la unidad dentro de aquella utopía memorable del “España Suma”; no tuvo éxito alguno. Ciudadanos, ya en la ruina, se negó a ese acuerdo de la misma forma que se resistió cuanto pudo a un entendimiento con el PSOE. Ha pagado en las urnas ambas negativas.
Ahora las elecciones, que han sido el gran fracaso de Sánchez y de su gurucillo Redondo, para este viaje no hacían falta las alforjas de esta enorme conmoción, no han terminado ni mucho menos con el susodicho bloqueo, antes bien lo ha agravado. Sánchez ni siquiera ha resistido y nada más. La golfería del CIS de Tezanos no le ha valido para nada. Ahora se volcará para que los “Frankestein” se abstengan en una probable investidura. En las circunstancias actuales y dada la querencia bochornosa que tiene Sánchez hacia el egocentrismo, lo más probable es que el aún presidente se decante por la repetición del no hacían falta las alforjas de esta enorme conmoción electoral, Gobierno “Frankestein” de Rubalcaba. Los impresentables suman. Ese Ejecutivo es lo que le pide el cuerpo y lo que tácitamente anunció en el Debate de hace una semana cuando se negó a responder a los repetidos requerimientos de Casado. Ha introducido en el Parlamento a lo peor de cada casa, independentistas furiosos y casi terroristas. Con el PNV ya cuenta de antemano porque este es un partido de hucha, para llevarse a su caja fuerte todo lo posible, y de inequívoco antiespañolismo, una característica que le aleja básicamente de cualquier otro partido que se declare una patriota, servidor de nuestra Nación.
Pero Podemos le podrá muy difícil el teatro de del diálogo a Sánchez. Iglesias no guarda otro interés que ingresar con un Gobierno con enormes facultades de influencia. Va pues para largo el proceso que ya se ha inaugurado merced a la inmensa irresponsabilidad del aún presidente que llevado, solo por el que creyó su mejor interés, abrió unas urnas que, ya se ha visto también, se le han puesto de canto. No hemos mejorada nada y encima, aparte de los filoterroristas de Bildu, Sánchez ha metido en el Parlamento a la CUP, un partido afín al de Otegui que, según sus propias confesiones, llega al Congreso de los Diputados con el solo objetivo de hacer imposible la gobernación de España, colocar bastones nuestras ruedas democráticas para Parlamento sea un circo de rebeldes al borde mismo de la insurrección. ¡Gran faena la de Sánchez! Ha matado, eso sí, al político que mayor tirria le ha venido produciendo que no es otro que Rivera pero, a cambio de tan pingüe victoria, ha logrado lo imposible: que de nuevo no sean ya imposibles unas nuevas elecciones. Rivera tiene que volver a su casa. Sánchez no le acompañará en ese camino.