Rabat veta a González Laya y rechaza la interlocución con la ministra española

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González Laya
La ministra de Exteriores, Arancha González Laya.
Carlos Cuesta

La tensión con Marruecos no remite. Rabat ha filtrado ya al Gobierno español su negativa a mantener interlocución con la ministra de Exteriores española, Arancha González Laya. El veto a la máxima responsable de las relaciones diplomáticas españolas bloquea, de este modo, cualquier intento de apaciguamiento y se suma a la decisión de Rabat de llamar a la embajadora de Marruecos en España, Karima Benyaich, a consultas.

La decisión de Marruecos confirma dos aspectos decisivos. El primero de ellos, que el conflicto será duradero y que las consecuencias totales están aún por ver en caso de que España no logre un mecanismo para relajar la tensión generada a raíz de la ayuda prestada por Pedro Sánchez al líder del Frente Polisario.

El segundo, que Rabat culpa personalmente a la responsable de Exteriores, González Laya, de la gestión de la hospitalización en Logroño de Brahim Ghali, el jefe del Polisario.

Benyaich, justo antes de ser llamada a consultas por Rabat, lanzó un anticipo de lo que puede estar por llegar y aseguró que en las relaciones entre países hay actos que tienen consecuencias, «y se tienen que asumir», en alusión directa a la decisión de España de prestar atención médica al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali.

Las palabras de la embajadora, señalaban de este modo, claramente al caso de Ghali como el detonante de la crisis actual, y contrastaban con las del Gobierno, que en sus pronunciamientos oficiales había evitado hasta ahora admitir esa relación directa.

El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha evitado responsabilizar a Marruecos, al que ha tildado de «país socio y amigo», optando por apelar a su cooperación para resolver la crisis actual, partiendo siempre del respeto, incluidas las fronteras. «Es la base sobre la que se construye la vecindad entre países amigos», ha reivindicado hasta el momento.

Pero Marruecos no quiere ocultar ni la causa, ni la responsable de este choque. Identifica abiertamente a González Laya y la veta como interlocutora para resolver la situación. Y es que, a estas alturas, resulta ya obvio que la crisis migratoria se produce en plena tensión diplomática entre el Gobierno y el reino alauí por la acogida de Ghali, quien está hospitalizado en Logroño para recibir tratamiento contra el Covid desde el 20 de abril. El Ejecutivo ha alegado razones estrictamente humanitarias, pero las explicaciones no han satisfecho a Rabat, que ya el pasado 8 de mayo avisó de que extraería «consecuencias», afeando en particular el que no se le notificara de antemano.

Aclaraciones

Benyaich ya fue convocada al Ministerio de Asuntos Exteriores en diciembre de 2020 para pedirle aclaraciones sobre las declaraciones del primer ministro marroquí, Saadeddine El Othmani, en las que defendió que Ceuta y Melilla «son marroquíes como el Sáhara».

Entonces, la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, Cristina Gallach, trasladó a la embajadora que el Ejecutivo español que esperaba «de todos sus socios respeto a la soberanía e integridad territorial» de España. Por su parte, Benyaich aseguró al Gobierno español que la postura del reino alauí respecto a las dos ciudades autónomas no había cambiado.

Alemania, Francia y Holanda

Pero, sea como sea, la realidad es que España atraviesa uno de sus peores momentos diplomáticos. Este mismo martes, una llamada de Bruselas al Gobierno de Sánchez exigía una respuesta inmediata para frenar la oleada de inmigrantes sin control. Y esa llamada se producía después de la queja airada de tres países: Alemania, Francia y Holanda, como han confirmado fuentes diplomáticas a OKDIARIO. Tres países del máximo peso en la UE. Tres países que ya se han quejado en reiteradas ocasiones de ser el destino final de muchos de los inmigrantes ilegales que entran a Europa por España. Y tres de los principales países que habrán de pagar el prometido -y aún sin cobrar- rescate económico a España por el Covid.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, rompía su discurso clásico este pasado martes prometiendo proceder a las «devoluciones inmediatas» para intentar resolver el caos provocado por la llegada masiva de inmigrantes ilegales a la frontera con Marruecos en Ceuta y Melilla.

Sánchez prometía además “firmeza” frente a las oleadas de inmigrantes ilegales. Y ofrecía amistad y entendimiento a Marruecos a cambio del freno al envío de estas personas. Pero ese mismo Sánchez, antes de su entrada en la Moncloa, no dudaba en mostrarse «rotundamente» en contra de las «devoluciones en caliente».

Es más, permaneció cayado mientras, desde su Gobierno, el aún vicepresidente Pablo Iglesias mostraba abiertamente sus simpatías por el Sahara y criticaba la actitud de Marruecos. ¿Qué producía este cambio de discurso? Una llamada de Bruselas. Y una con el respaldo de Alemania, Francia y Holanda, quejándose del desastre en Ceuta y de la calamitosa política exterior española con Marruecos.

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