Las penas de la Gürtel más duras que las de violadores, asesinos y terroristas
La sentencia del caso Gürtel llega no exenta de polémica. Si las condenas son de por sí contundentes y elevadas -para lo que estamos acostumbrados en el contexto de los casos de corrupción por los conocidos como «delitos de guante blanco»- resultan absolutamente sorprendentes cuando se ponen en perspectiva con algunas previas impuestas en España a delincuentes sentenciados por crímenes de sangre, asesinos y terroristas, y violadores.
Haciendo memoria sobre algunos de los «monstruos» condenados penalmente en nuestro país, no es difícil encontrar ejemplos en que los 51 años de prisión de Correa y los 33 de Bárcenas parezcan desproporcionados, si los comparamos con los 25 años del violador de Córdoba (Óscar Ernesto Barranza) condenado por 19 agresiones sexuales a ancianas, los 45 de Gilbert Chamba Jaramillo («el monstruo de Machala») por la violación y asesinato de María Isabel Bascuñana en Lérida o el «asesino de Valdepeñas» (Gustavo Romero Tercero) que asesinó a una pareja de la localidad manchega y más tarde a Rosana Maroto y cumple condena de 30 años.
José Bretón escuchó impasible los 40 años de prisión impuestos por el tribunal como pena por el asesinato de sus dos hijos tras sedarlos y quemar sus restos en el jardín de una vivienda familiar e incluso, en un avance de lo que podría suponer la pena a cumplir por la asesina confesa de Gabriel, Ana Julia, estaríamos hablando de una condena próxima a los 30 años.
El terrorismo de saldo
La sentencia de la Gürtel no supera la comparativa si a quienes situamos en el espejo son los terroristas más sanguinarios de la banda terrorista ETA. El secuestro, tortura y ejecución del joven concejal del Partido Popular de Ermua, Miguel Ángel Blanco, implicó una condena de 50 años a los etarras Francisco Javier García Gaztelu, alias «Txapote» e Irantzu Gallastegui Sodupe, alias «Amaia».