Moncloa se harta de Iglesias pero no romperá la coalición: «Que sean ellos los que se vayan»
La nueva estrategia de Pedro Sánchez pasa por hacerles asumir el desgaste de las medidas impopulares y capitalizar él los logros
La consigna es clara: «Que se vayan». En Moncloa están hartos de Podemos, pero Pedro Sánchez no les va a echar del Ejecutivo pese a las presiones que recibe por parte de sus compañeros del PSOE. El presidente exigió a los dirigentes de su formación, el pasado lunes, rebajar el tono y no entrar en el juego de las críticas y los reproches contra los podemitas. No quiere escenificar públicamente el hartazgo con los de Pablo Iglesias para no quedar como los que presionan para la ruptura.
En la última Ejecutiva del PSOE, el secretario general mandó callar a los críticos, encabezados por la vicepresidenta primera Carmen Calvo. Pedro Sánchez esgrimió que debían «convivir» con las deslealtades y desplantes de los morados mientras dirijan el Gobierno conjuntamente. El objetivo es que con el paso de los meses, y la dinámica del poder, los de Iglesias se vean obligados a asumir tesis y medidas en contra de su ideario y que eso les lleve a renunciar a los ministerios que ocupan.
En Moncloa, por el momento, no se ponen un calendario de cuándo puede ocurrir esto. La ley de igualdad, la ‘Zerolo’ o la de vivienda son sólo algunos de los choques que se prevén de cara a las próximas semanas. Los posibles ajustes que deba realizar el Ejecutivo, si la situación económica no mejora, será el punto de inflexión, según el entorno de Pedro Sánchez. También pesan en las relaciones de la coalición las diferencias sobre el modelo policial y de seguridad tras lo ocurrido en las marchas por la libertad del rapero Pablo Hasél.
En público, el presidente y todos sus ministros defienden y defenderán que la coalición funciona y tiene futuro. De hecho el líder socialista dice, en cada una de sus intervenciones, que está muy satisfecho con el funcionamiento de su gabinete. Auguran tres años más de coalición socialcomunista hasta el fin del mandato. En privado la versión es bien distinta. En Ferraz son muchos los que avisan que «la situación es insostenible». Las diferencias, que hasta ahora se enmarcaban en el matrimonio de dos partidos distintos, son cada vez mayores. Y en muchos casos la tensión es máxima.
No espera cambios de Podemos
El presidente asume que los morados no van a cambiar su forma de actuar y anima a los suyos a «convivir con su confrontación». No les queda otra. La alternativa es asumir el coste entre el electorado de la izquierda de echarles del Gobierno y remodelar el gabinete con ministros únicamente socialistas. Su jefe de gabinete, Iván Redondo, no lo ve. Y no se hará, hasta que la situación no deje otra. De momento «hay que resistir» y aguantar, esgrimen. Silenciar las críticas como si no fuese con ellos.
En Ferraz y en Moncloa creen que «el desgaste» que provocan los morados, con sus deslealtades y salidas de tono, les afecta más a ellos que a los socialistas. Pero también son conscientes que eso afecta a la imagen del Ejecutivo y del país. Y ahí el máximo responsable es Pedro Sánchez. Y les preocupa. Por eso cada vez se limita más la exposición pública que controla Redondo de los podemitas. De hecho hace varias semanas que ninguno de los cinco ministros de Iglesias comparece en la sala de prensa de la Secretaria de Estado de Comunicación tras el Consejo de Ministros.
Vender lo bueno que hace el Gobierno
Si Podemos entra en el terreno de la descalificación y el juego sucio contra sus socios, a cambio de un puñado de votos, los socialistas marcarán perfil propio vendiendo la obra de Gobierno. El Ingreso Mínimo Vital, la ley de la eutanasia o la futura ley de vivienda, son algunos de los logros que en Ferraz quieren vender como acción propia. Aunque todo ello formaba parte del pacto con Podemos, su redacción, tramitación y aprobación ha estado liderada por ministros socialistas. Y por mucho que los morados lloren, en el Partido Socialista lo venderán como suyo.
Creen que capitalizar estas medidas es la mejor forma de desactivar políticamente a los morados. Y es que es la nueva estrategia marcada desde la sala de máquinas del complejo presidencial. Hacer asumir el coste de las medidas más negativas a los de Pablo Iglesias y no dejarles celebrar el triunfo de ninguna de las más populares. De hecho ningún ministro podemita, en doce meses, ha logrado aún sacar adelante una gran ley que le permita celebrar su presencia en el Gobierno ante su electorado.