La ministra Robles ya intentó colocar en 2019 a Casteleiro al frente del CNI pero lo truncó Sánchez

La ministra de Defensa, Margarita Robles, junto al presidente de Bulgaria, Rumen Radev, y el Jefe de Estado Mayor del Ejército del Aire, general Javier Salto, y la secretaria de Estado de Defensa, Esperanza Casteleiro.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, junto al presidente de Bulgaria, Rumen Radev, y el Jefe de Estado Mayor del Ejército del Aire, general Javier Salto, y la secretaria de Estado de Defensa, Esperanza Casteleiro.
Manuel Cerdán

A la segunda va la vencida. Margarita Robles, la ministra de Defensa, ya intentó colocar en 2019 a Esperanza Casteleiro como directora del CNI pero lo impidió el anticipo electoral de Pedro Sánchez que convocó las urnas para el mes de abril. La intención de la ex magistrada suponía colocar a una mujer al frente de los servicios secretos.

Robles barajaba entonces el nombre de la espía madrileña, aunque con apellido gallego, para sustituir al general Félix Sanz Roldán, cuyo segundo mandato concluía en julio de aquel año y había dejado el CNI patas arriba como se demostró después con los casos de Juan Carlos I, Villarejo, la fuga de Puigdemont o el caso Pegasus. El proyecto no sólo habría supuesto el acceso de la primera mujer a la jefatura del espionaje español, mucho antes del nombramiento de Paz Esteban, sino también el control de los servicios secretos por una agente de la confianza de la ministra de Defensa.

OKDIARIO publicó el 21 de febrero de 2019, en exclusiva, los planes de la ministra de Defensa de la que dependía el CNI tras la llegada de Sánchez a La Moncloa, pero pronto la vorágine de las intrigas monclovitas fagocitó los deseos de Robles. Sanz Roldán movió sus hilos y logró permanecer al frente del espionaje español hasta el mes de julio de ese año y, antes de marcharse, consiguió dejar al frente del CNI a su número dos, Paz Esteban. Era la mejor fórmula para garantizar su blindaje después de sus excesos como director de La Casa, como también se conoce al organismo de los servicios secretos españoles.

Casteleiro ocupaba en aquel momento el cargo de directora de Gabinete de Margarita Robles, un puesto de máxima confianza, que se ocupaba de la agenda de la ministra. Después ascendió a secretaria de Estado y logró consumar un gran tándem con la ministra hasta que ayer logró la máxima aspiración de una mujer espía. La agente Casteleiro era una experimentada funcionaria de inteligencia. Entre 2004 y 2008 había sido secretaria general del CNI, la número dos del escalafón de los servicios secretos, tras fijarse en ella el entonces presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. Era la segunda mujer en ocupar ese cargo, con la categoría de subsecretaria, en sustitución de Dolores Vilanova.

La primera promoción de mujeres espías

Esperanza Casteleiro, nacida en Madrid en 1957, aterrizó en La Casa en 1983 con tan sólo 26 años años y recién licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Como la mayoría de sus compañeras de promoción estaba ligada a la institución castrense. Su padre era Antonio Casteleiro Naveiras, coronel del Ejército del Aire, considerado el cuerpo militar más aperturista. Por azares de la vida, nada más pisar el Centro, le tocó investigar a los militares golpistas del 23-F que, tras la asonada frustrada, seguían conspirando contra la España democrática.

Casteleiro estaba destinada en la División de Inteligencia Interior, entonces mandada por el general Santiago Bastos, en la que formó parte del grupo de élite que investigaba a ETA, a la banda terroristas de sus peores años, que asesinaba y perpetraba atentados todas las semanas. Su valía, entrega e inteligencia, pronto, le dieron la oportunidad de convertirse en la primera mujer en ocupar la jefatura de la División de Inteligencia Interior. En la antesala de CNI -un CESID plagado de militares y guardias civiles de convicciones machistas- aquel nombramiento no cayó bien entre los oficiales más reaccionarios, pero la joven espía aguantó el pulso. Por supuesto con la ayuda del general Emilio Alonso Manglano y el coronel Juan Alberto Perote, los ejecutivos del antiguo CESID que modernizaron el espionaje español e incorporaron a la mujer a sus plantillas.

Como sucedía con su otras compañeras, a Esperanza le costaba conciliar su situación de espía con la de madre de tres hijos. Forzada por esa obligación familiar la llevó a inclinarse más por las labores burocráticas. En 1997 fue premiada con un destino en Brasil, país en el estableció unas buenas relaciones con las autoridades de Brasilia y emprendió diversas operaciones contra las redes del narcotráfico.

El diplomático Jorge Dezcallar, el primer civil que se hizo cargo de los servicios secretos españoles, la recuperó en 2002 para labores de dirección en la sede de Madrid al frente de la jefatura de Gestión de Recursos Humanos, de donde pegó el salto a la Secretaría General con el PSOE. Muy pocos confiaban en ese nombramiento, pero salieron de dudas cuando leyeron el real decreto 1954/2004 del 27 de septiembre de 2002, medio año después de la victoria de ZP en las elecciones del 14-M. Todo apuntaba a que la nueva número dos del espionaje español estaba llamada a miras mayores con el gobierno socialista. Sobre todo porque durante su carrera profesional había demostrado ser una mujer de carácter y de éxito.

Después, Casteleiro llegó a La Habana como asesora en la Embajada española, decisión gubernamental que provocó cierta sorpresa entre los funcionarios destinados en la capital cubana. Era poco habitual para alguien que ostentaba la categoría de subsecretaria. Además, el hecho de que su llegada no supusiese la renovación de la delegación del CNI en La Habana despertó aún más suspicacias. Nadie dudaba de que la orden había llegado a la sede del CNI en la Cuesta de las Perdices de Madrid directamente desde la Presidencia, sin margen para la discusión. Zapatero tenía un plan y Casteleiro era su mujer.

Patinazo en La Habana

Su etapa en Cuba fue de nefasto recuerdo ya que su misión especial diseñada por el propio Zapatero resultó un fiasco y provocó su expulsión y la de otros compañeros espías por parte de las autoridades cubanas. Tras su salida de La Habana permaneció un tiempo quemando suelas de zapato por los pasillos de la sede del CNI hasta que fue destinada como consejera a la Embajada de España en Panamá.

Casteleiro ha tenido que esperar tres años para alcanzar el puesto que estaba predestinado a una espía de su perfil profesional. La Moncloa y la ministra de Defensa han optado por una mujer y por una funcionaria civil, al margen de los rumores de los últimos días sobre el nombramiento del general Miguel Ángel Ballesteros, el responsable del DSN y del Instituto Español de Estudios Estratégicos del CESEDEN. Desde el nombramiento del diplomático Jorge Dezcallar, el primer civil designado por José María Aznar para dirigir los servicios de inteligencia, excepto el paréntesis de Sanz Roldán, la dirección de La Casa ha recaído en civiles como Alberto Saiz, Paz Esteban y ahora Esperanza Casteleiro.

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