Los diputados tiraron de móvil y tablet para sobrellevar los 101 minutos del discurso de Sánchez

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón (Foto: EFE)
Pablo Iglesias e Íñigo Errejón (Foto: EFE)

Este martes llevaba marcado en rojo en el calendario de Pedro Sánchez desde hace mucho tiempo. El líder del PSOE se encontraba ante uno de los momentos más importantes de su vida. Tan importante era para él que lo acompañaron desde la tribuna de invitados su mujer, Begoña Gómez, flamante nueva columnista de El País, y sus padres, Pedro Sánchez y Magdalena Pérez-Castejón.

La sesión estaba prevista para las 16:30 horas, pero desde algo más de media hora antes el goteo de políticos fue constante. Los más de 800 periodistas acreditados daban cuenta de la importancia del momento y esperaban la llegada de los protagonistas. Líderes y no tan líderes de los diferentes grupos parlamentarios fueron entrando en el Hemiciclo para asistir a un discurso sobre una sesión de investidura de la que todos, hasta el propio Sánchez, conocen con antelación el resultado (la votación será este miércoles).

Los políticos trataban de evitar hacer declaraciones antes de la sesión y únicamente ofrecían comentarios vagos y alguna puya al Partido Popular, concretamente por parte del líder de Ciudadanos, Albert Rivera: “Algunos hemos hecho esfuerzos y otros todavía no”. Detrás aparecían José Manuel Soria y María Dolores de Cospedal. Tras ellos, justo a las 16:30 horas, llegó Mariano Rajoy, pero no hizo declaración alguna.

Pero el verdadero protagonista era Pedro Sánchez y ni en el fondo de su discurso ni en su vestimenta decidió arriesgar. El secretario general de los socialistas acudió al Hemiciclo con traje azul, camisa blanca y corbata roja. Nada fuera de lo habitual. La vicepresidenta en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, aparecía en el Congreso vestida completamente de negro, como si quisiera guardar luto ante la muerte de la política tal y como nuestro país la conocía hasta ahora.

Mariano y Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría en el discurso de investidura (Foto: EFE).
Mariano y Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría en el discurso de investidura (Foto: EFE).

La novedad en esta sesión no estuvo sólo en la presencia en sí de los nuevos grupos parlamentarios, sino en su vestimenta. Camisas remangadas, palestinas y camisetas. Ausencia de etiqueta, en definitiva. Esa fue (y será) la tónica habitual en la bancada de Podemos. Pablo Iglesias apostó por una camisa oscura y, por supuesto, declinó usar la corbata que tanto utilizaba cuando presentaba su programa de televisión.

Patxi López comenzó sonriente la presentación, con la mirada fija en la tribuna superior y recordando a los invitados, entre los que se encontraban figuras como Juan Carlos Monedero; el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, el exministro Jordi Sevilla; el presidente del Senado, Pío García Escudero; el senador y expresidente balear José Ramón Bauzá y   que no podían hacer ningún tipo de manifestación.

La indiferencia de Rajoy

Dicen que el miedo ayuda a prevenir los peligros, y el presidente en funciones parecía no tenerlo. Con una actitud más propia de la barra de un bar que de una sesión de investidura, Rajoy masticaba un chicle, o chupaba un interminable caramelo. No se sabe realmente lo que era, pero poco importa.

Poco le importaba al presidente en funciones el discurso de Sánchez porque todo el mundo sabe que su intento de investidura fracasará este miércoles. Quizá por eso, porque ni él mismo se lo creía, Sánchez necesitaba repetir muchas veces que todo lo que proponía “podría realizarse la próxima semana”. Hasta en 56 ocasiones repitió la palabra “cambio” el secretario general de los socialistas en su discurso, pero repetir algo no significa que se vaya a cumplir.

Sánchez comenzó su discurso explicando que el debate no es una campaña electoral: “Salir de aquí sin haber encontrado una solución significará que no hemos sabido hacer nuestro trabajo”. Y tardó poco en lanzarle un dardo a un cabizbajo Mariano Rajoy: “Teníamos dos únicas alternativas: o declinar el ofrecimiento del Rey escapando de toda responsabilidad; o asumir el reto de comprometernos a hacer todo lo que esté en nuestras manos por conseguir un acuerdo mayoritario entre diferentes partidos”.

Toxo y Méndez (Foto: @jmdelalamo)
Los secretarios generales de CC.OO. y UGT, Íñigo Fernández Toxo y Cándido Méndez (Foto: @jmdelalamo)

El discurso resonaba la Cámara Baja, pero a nadie parecía interesarle. Mientras el líder de los socialistas se tiraba media hora de discurso vacío, muchos de los diputados utilizaban su teléfono móvil o su tablet para distraerse. Entre ellos, los secretarios generales de CC.OO. y UGT, Íñigo Fernández Toxo y Cándido Méndez, que se sentaban juntos, o la diputada de Podemos, Irene Montero.

Cuentan los más viejos del lugar que ningún discurso de investidura anterior había contado con tantos asientos vacíos en la tribuna de invitados. A pesar de ello, algunos de esos invitados se situaban entre los diputados, como es el caso del senador Ramón Espinar, que se situó junto a Irene Montero.

El sarcástico aplauso de Iglesias y la contestación de Errejón

“Abandonemos las políticas de Mariano Rajoy y del Partido Popular. Ese es el cambio”, imploraba el líder socialista mientras el presidente en funciones arqueaba las cejas. En un momento dado, Sánchez aseguraba que el PSOE “tenderá la mano” al Partido Popular para los grandes asuntos de Estado. Al instante, el murmullo y el jaleo se instauraron en el grupo de los populares, indignados ante la proposición del socialista. “Yo me ofrezco a presidir el Gobierno del cambio”, decía Sánchez mientras Pablo Iglesias se reía. “El grupo Socialista no tiene exigencias, sino convicciones”, continuaba. E Iglesias seguía riendo.

El secretario general del PSOE agradecía a Albert Rivera “su valentía” mientras Pablo Iglesias le dedicaba un sarcástico aplauso. El mismo aplauso que se escuchó desde la bancada popular cuando escucharon de boca de Sánchez que su investidura supone una “oportunidad de abandonar el insulto.

Iglesias frunció el ceño por primera vez cuando Sánchez recordó que “la izquierda no ha sumado los diputados suficientes” en las últimas elecciones. ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo las fuerzas del cambio?”, lamentaba Sánchez mientras Pablo Iglesias, Ramón Espinar y otros miembros de Podemos negaban con la cabeza.

Entre reproches a Podemos por no sumarse al acuerdo con Ciudadanos, Sánchez subrayaba que “es mejor eso” que mantener otros cuatro años en el poder a un Mariano Rajoy que no pudo evitar soltar una carcajada. “Señorías, ¿por qué no podemos llegar a un acuerdo?”, preguntaba el aspirante a presidente mirando hacia la formación de Pablo Iglesias. Esta vez, fue Íñigo Errejón el que le respondió desde su sillón: “Porque estás con Ciudadanos”.

Sánchez acababa su discurso agradeciendo nuevamente a Albert Rivera su valentía en un discurso inexplicablemente triunfalista, pues admitía que su investidura no saldrá adelante. “Mi fracaso hubiera sido rechazar el ofrecimiento del jefe del Estado”, concluía Sánchez. Un hachazo final a un Mariano Rajoy que se mostraba indiferente. Sánchez recogió sus papeles y acudió a su sillón. Mientras su grupo parlamentario le aplaudía, el presidente en funciones ya había abandonado la sala. La jornada acabó con un cordial saludo con Albert Rivera, una metáfora de lo que se verá en la votación.

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