Iglesias le da la «patada hacia arriba» a Echenique
Quizá se trate de una casualidad. O no, que diría el ahora añorado Mariano Rajoy. La Presidencia de Meritxell Batet en el Congreso de los Diputados ha ordenado que se acelere la reforma de la planta donde se sitúa en el hemiciclo la Mesa Directiva del Parlamento. Esa reforma llevaba dormida hace años y ahora, de forma sorprendente y acelerada, se ha pedido ya a una empresa especializada en estos menesteres que presente un presupuesto para realizar cuanto antes la obra. Naturalmente que las especulaciones se han abierto en canal y son algunos los diputados de Podemos que presumen de que esta iniciativa guarda un nombre y un apellido propio: Pablo Echenique al que, según informaciones directas del partido de Pablo Iglesias, informaciones desde luego críticas con el aún jefe leninista, «se lo quieren quitar de encima de forma airosa». Un frase textual que revela el escaso prestigio y la nula empatía que destila su figura en la organización.
Si la información se confirma, Iglesias se habría quitado de encima un presumible candidato a ocupar alguna cartera ministerial en el presunto Gobierno de Pedro Sánchez. Se trataría de una «patada hacia arriba», nunca mejor dicho, para impedir que la ambición del político argentino se sobreponga a las pocas ganas que tiene Podemos de seguir contando con él en puestos claves. Como vicepresidente del Congreso, que es el cargo que se supone para él, no volvería Echenique a dar a la lata y, encima, sería protagonista de una reforma arquitectónica que se ha aplazado durante mucho tiempo.
En Podemos, por lo demás, reina un hermetismo brutal. Salvo Iglesias y se supone que su acompañante Irene Montero, nadie sabe una palabra sobre las sinecuras que Sánchez le va a ofrecer tras su pacto postelectoral. Contra lo que pueda parecer, el nuevo escándalo de la pareja no es comentario común entre los forofos de Iglesias. Nadie se atreve a decir lo más mínimo. Si, entre bastidores, se comenta, como de rondón y tomando precauciones para otear quién escucha, que Montero no debería permanecer un minuto más al frente de la organización. Nada más, pero si al fin el dúo Sánchez-Iglesias le convierte en ministra, nade dentro del partido, téngalo por seguro, dirá una palabra más alta que otra. «Hay cosas que repartir y todo el mundo está a la expectativa por si le cae algo».
Desconfianza mutua
Y a toda costa, me dicen, llegarán a un acuerdo con los trueques. Iglesias huye como de la fiebre de cualquier posibilidad de nuevas elecciones y se agarra (también es literal) a este Gobierno de coalición que al fin mandará a España a la ruina con o sin la colaboración de ERC de Cataluña. Sánchez, su gurucillo Iván Redondo y Adriana Lastra, convertida -fíjense en que manos estamos- en la urdidora del futuro gubernamental de España, negocian con ERC una abstención airosa en la investidura que no deje en manos de Carles Puigdemont la primogenitura del independentismo andante.
En eso están y por eso tanto dudan. Dudan y esgrimen cada día una nueva condición para apoyar, de una u otra forma, a Sánchez, entre otras cosas porque no se fían nada de él. Como ha escrito más de una vez Pilar Rahola: Sánchez en cuanto logra lo que quiere se olvida de quien se lo ha proporcionado. Clarividente manera de conocer cómo se suele comportar el aún presidente.
A Iglesias, al que Sánchez pretende conformar con una «vicepresidencia social», le ocurre tres cuartos de lo mismo. No se fía. Descartado según parece Echenique, que se va a aburrir por no se sabe por cuánto tiempo en la poltrona de la dirección parlamentaria, busca Sánchez un científico pasable para darle la Ciencia, que no las Universidades de las que el aún presidente no quiere desprenderse. Está también en el proceso de encontrar un candidato para Trabajo desprovisto de la Seguridad Social y sigue pensando que el mejor es el diputado por Valencia Héctor Illueca, catedrático precisamente de Derecho del Trabajo que es solamente un diletante profesor nada comprometido con la gestión. De todas las quinielas ha desaparecido Echenique, cuya atrofia muscular espinal le va a convertir posiblemente en la razón de una reforma revolucionaria del hemiciclo. Por eso, y por nada más, pasará a la Historia.