Este Rey es estupendo; reinar ahora es un milagro

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La presidenta del Congreso, Meritxell Batet; el Rey Felipe VI; y la Reina Letizia. (Foto: Europa Press)

No rompo confidencialidad alguna -ese “off the record” de plastilina en el que, de común, nos refugiamos los periodistas- si transcribo la confesión de dos personajes importantes de nuestra vida pública que alguna relación mantienen con Felipe VI. Carlos Lesmes, todavía presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), expresaba hace días con estas palabras su opinión sobre el Monarca: “De verdad que es estupendo, se ajusta escrupulosamente a la Constitución y de ahí no se mueve un centímetro, por ahí no le van a pillar”. García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, era aún más efusivo en su apreciación que empezaba por calificar también como estupendo al Rey que es nuestro jefe de Estado: “Yo no he visto un hombre más preparado que él; sabe de todo y posee información sobre todo; es un lujo”.

En este momento en que Felipe VI sufre la mayor embestida que haya padecido la Corona desde su entronización, es aconsejable traer a colación estos juicios que contrapesan las vilezas que diariamente se vomitan en algunos digitales y en muchas redes sociales. En esta pasada semana se han “colgado” (nunca mejor elegido el término) especies tan tóxicas como estas: “Nuevo y público enfrentamiento entre el Rey y su señora”; “Sánchez, harto de que el Rey se queje públicamente de su relación con él”; “Letizia de nuevo desata una tormenta en la Familia Real”. Son especies falaces que se completan con adjetivos directamente aplicados al protagonista de la Corona: “Vago”, “maleducado”, “niño rico”, «franquista” o “frívolo”. Son cinco calificativos que podrían desmentirse con sólo que sus propaladores acudieran a las personas con que habitualmente despacha el Rey. Es más, según opina el propio Page: “La personalidad del Rey es exactamente la contraria a lo que esta gente dice”.

El problema, grave problema, es que el Rey ni puede manifestarse fuera de sus discursos oficiales, ni, claro está, puede defenderse. Es más, como asegura un antiguo miembro de su Casa. “Tampoco hay quién le defienda”. En estos días pasados en los que ha sido noticia el manifiesto insultante, agresivo y ruin de los socios del presidente del Gobierno, Felipe VI no ha encontrado el menor apoyo en Pedro Sánchez; ni una sola palabra para responder a sus aliados separatistas, proetarras o comunistas. Ni una. Puede inferirse que este parco comportamiento no ha agradado sobremanera en el Palacio de La Zarzuela donde, por lo demás, ya se han acostumbrado a conductas de este jaez. Hay otras conductas aún más indecentes como la última de Sánchez aceptando en la Generalitat un tratamiento de jefe de Estado, una posición usurpadora que debería ser estudiada por la Fiscalía. Pero no habrá lugar, no se cumplimentará y menos aún con un titular que considera una “antigualla” a la Corona constitucional española.

La pregunta que se formula en este momento buena parte de España (sin exageración, de España) es si el Rey se da cuenta exacta del proceso de deslegitimación que pende sobre él. Es lo que se puede definir menos comprometidamente como “pérdida de institucionalidad”, que es el vocablo que ahora mismo ya usan los personajes más influyentes del país, ajenos, desde luego, al Frente Popular. Pues bien, la respuesta es afirmativa: el Rey es consciente de que se trata de rebajar su presencia, de que el propio presidente del Gobierno huye lo más posible de su cercanía para asentar su jerarquía política. Está absolutamente seguro (esto es más que un suponer) que él es el último bastión de nuestra arquitectura institucional, y que los compinches de Sánchez pretenden derribarle para fundar un régimen nuevo, muy lejano al de la Transición. En estas condiciones, reinar en España ahora mismo es casi un milagro. Únicamente un Rey como el que corona nuestra democracia, lo puede hacer. Es, en opinión de todos los que le visitan, un Rey estupendo.

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