En la cárcel aislada por Covid faltan EPIS y un preso contagiado sale en libertad
Un trabajador que ha vivido las primeras horas del asilamiento de Picassent describe como “una sensación de abandono” la situación en la se sospecha que la mitad de los 2.000 presos que allí cumplen condena pueden estar contagiados.
Las primeras horas de las dos semanas de aislamiento al que se está sometiendo a la cárcel de Picassent en Valencia están siendo muy complicadas para los internos y para los funcionarios, y ni la normativa penitenciaria ni el protocolo del Ministerio del Interior están ayudando mucho a mejorar la situación. OKDIARIO ha tenido acceso a la documentación y a los testimonios que atestiguan la gravedad de la situación y la falta de recursos que la dirección del centro está poniendo para atajar los problemas derivados del mayor brote de Covid registrado en una cárcel en la que hay sospechas de que la mitad de sus 2.000 internos pueden haberse contagiado del virus. Falta de pruebas PCR a los trabajadores, Equipos de Protección Individual adecuados y sobre todo una población reclusa alterada ante un confinamiento por delante de al menos dos semanas prácticamente sin salir de sus celdas, han convertido en las últimas horas la situación de Picassent en un auténtico polvorín.
Lo primero, el testimonio. “Una sensación de puto abandono como nunca he tenido”, esta lacónica frase es el final del testimonio de un trabajador que ha vivido las primeras horas de confinamiento de la cárcel de Picassent. Como siempre, este periódico va a salvaguardar su identidad, no sólo por el hecho de tener una ocupación de riesgo custodiando a población reclusa, sino porque de un tiempo a esta parte cualquiera que se identifique como trabajador de una prisión española y hable con un medio de comunicación se enfrenta a un expediente sancionador por parte de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias.
El trabajador en cuestión relata la situación del penal valenciano desde dentro: “El problema está en los EPIs. Si te dan dos EPIs para todo el día y no quieres jugarte el tipo uno se queda en la oficina y el otro se pone el EPI para organizar el reparto de comida y tal”. Tal y como han confirmado fuentes penitenciarias a este periódico por EPI para funcionarios Instituciones Penitenciarias entiende un par de guantes y una mascarilla. Los buzos y las gafas quedan estrictamente destinados a uso sanitario, como por ejemplo para el personal médico que ha hecho PCRs a los cientos de internos que permanecen en cuarentena. Así que si para un turno de trabajo los funcionarios encargados de vigilar un módulo reciben cuatro guantes y dos mascarillas prefieren reducir su presencia a la mitad a la hora de atender a los presos y así poder usar los dos juegos de protección.
Protocolo sin actualizar
De ahí que un sólo funcionario empleara más de dos horas y media en organizar un turno de comida en un solo módulo: “Uno a uno se les pide a los internos que saquen la silla de su celda, se les pone la comida encima, uno a uno salen a por su comida y a la vez, y es normal, hay que escuchar e intentar resolver todas las quejas y dudas que tiene esta gente, y todo esto está siendo así porque no hay ningún protocolo ni orden”.
¿Cómo que no existe un protocolo específico para manejarse en un brote de Covid en la cárcel en mitad de una pandemia mundial? Eso no es totalmente cierto, claro que existe, pero como viene sucediendo con los protocolos anti Covid, y le pasa mucho al Ministerio de Interior al tratarse casi siempre de situaciones extremas no planificadas, esos protocolos se están convirtiendo en papel mojado.
Las normas usadas en la cárcel de Picassent para casos de Covid dicen que llegado el punto de un contagio importante entre la población reclusa los propios módulos de internos deberán alcanzar un determinado grado de autogestión. Sobre el papel suena bien y de hecho hay módulos, los de respeto, que se autogestionan en labores de orden y limpieza con cierto éxito. Lo que el iluminado que redactó el protocolo venía a resumir es que en un módulo con Covid los sanos cuidaran de los contagiados para no propagar la enfermedad en el centro con la entrada de personal externo a los módulos. El problema es: ¿qué sucede cuando en un mismo módulo hay 60 internos contagiados y 15 sanos a la espera de diagnóstico? Pues eso, que el protocolo revienta por los cuatro costados.
Pero todavía quedaba lo mejor: “A las cinco nos llamaron, pensábamos que íbamos a tener la tarde tranquila, diciéndonos que había que sacar en libertad a un interno que resulta que es positivo en Covid, y tenía que salir de su módulo, que estaba confinado, a llamar a la familia y a firmar la notificación del agente judicial”. La Ley es inquebrantable en ese punto: ni queriendo un recluso puede quedarse en una cárcel ni un minuto más si se le ha concedido la libertad, sería un acto delictivo de detención ilegal por parte de la institución. Y todo lo anterior en un sólo turno de 12 horas con dos pares de guantes y mascarillas en un espacio con 75 internos en los que el 80% son positivos en Covid y el resto sospechosos de serlo.
Ante la gestión de este gran brote de Covid, desde el colectivo de trabajadores de la cárcel de Picassent se ha elevado un escrito a la dirección de la prisión pidiendo más de todo, pero sobre todo pruebas PCR para los trabajadores que estuvieron desde cinco días antes del brote en contacto con los internos contagiados y a los que pasan turnos completos con ellos, equipos de protección más completos y un protocolo de actuación a la altura de la gravedad de la situación. La última línea del documento que obra en poder de este periódico estremece de manera especial: “Pedimos todo lo anterior en pro de la salud de los trabajadores, sus familias y de los propios internos”.