Opinión

Sin China no hay sanciones contra Rusia

Desde la invasión de Ucrania, EEUU, Reino Unido y la UE han impuesto sanciones contra la economía rusa

Rusia

Es difícil perder de vista las últimas fotos del álbum geopolítico del presidente de Rusia, Vladímir Putin, que se acaba de hacer con los principales líderes del mundo en solo tres semanas.

Primero fue con Trump en la base de Anchorage en Alaska. Y más recientemente en Pekín con los presidentes Modi de la India y Xi, además de copresidir la conmemoración del 80 aniversario del final de la segunda guerra mundial en el Pacífico, con un impresionante desfile marcial multitudinario del ejército popular de liberación de casi tres horas de duración.

Un evento en el que Putin estuvo arropado por otros autócratas como el líder norcoreano Kim Jong-un. Una ceremonia, por cierto, sin un solo recuerdo al gran esfuerzo y sacrificio en vidas humanas de las tropas americanas por derrotar al Japón, que había invadido China en el año 1931, justo una década antes del ataque sorpresa a Perl Harbour.

En paralelo a estos fastos conmemorativos del fin de una guerra, se acaba de producir el mayor ataque con 805 drones Shahed y Geran-2 del tipo iraní y trece misiles de los que cuatro eran balísticos del modelo Iskander, algunos de ellos procedentes de Bielorrusia. El ataque masivo alcanzó por primera vez un edificio del complejo presidencial de Kiev mostrando la gran vulnerabilidad de Ucrania, en lo que se considera además una burla a la diplomacia y un varapalo a las posibles negociaciones de un armisticio.

Llegados a este punto, la pregunta obligada es si la geoeconomía puede utilizar algún instrumento más de castigo y si los utilizados hasta la fecha, principalmente sanciones y bloqueos están teniendo éxito en debilitar la economía de Rusia. La respuesta no es sencilla, analicemos los datos oficiales públicos de los que disponemos.

Desde el inicio de la invasión de Ucrania, EEUU, Reino Unido y la Unión Europeo en el marco de la geoeconomía han impuesto varias rondas de sanciones contra los sectores claves de la economía del Kremlin, el energético, el financiero, el militar y el industrial. Las sanciones son un intento de obligar a Putin a un cambio de rumbo sin recurrir a la fuerza militar directa.

Las dieciocho rondas de medidas restrictivas de la Unión Europea -que incluyen múltiples prohibiciones de exportación e importación, restricciones de servicios y medidas dirigidas a personas concretas- han perjudicado significativamente a la economía rusa, según los expertos, entre otras cosas obligando al Kremlin a encontrar rutas de suministro más largas y costosas para acceder a tecnologías occidentales críticas.

Estas sanciones han supuesto una barrera para las empresas o particulares de esos países que comerciaban y hacían negocios con Rusia. Un dato clave es que las exportaciones de la UE a Rusia han disminuido en un 60 %.

Los activos extranjeros de Rusia han sido congelados y la mayoría de los bancos rusos han sido desconectados del sistema bancario global Swift, imprescindible para realizar y recibir transferencias bancarias internacionales. Recientemente se ha incorporado en las entidades sancionadas al fondo soberano ruso RDIF y se han prohibido definitivamente las transacciones con Nord Stream 1 y 2.

El pasado mes de junio de 2025, el Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno británico hizo públicas las primeras estimaciones sobre el impacto acumulado de las sanciones globales sobre Rusia.

En total, la cifra se eleva ya a un mínimo de 450.000 millones de dólares. Incluye 154.000 millones de dólares de ingresos fiscales directos que el gobierno ruso ha dejado de percibir como resultado del descuento del crudo de los Urales sobre el Brent, indicador clave del impacto de las sanciones internacionales.

A esta cifra se le suman los activos soberanos rusos inmovilizados en la Unión Europea y otras instituciones del G7 por valor de 285.000 millones de dólares. De esta cantidad 214 mil millones de dólares de estos activos están mantenidos como depósitos en Euroclear.  A esta cifra se sumarían los activos rusos pertenecientes a particulares, unos 58.000 millones de dólares congelados.

El 70 % de los activos del sistema bancario ruso, están sujetos a sanciones y se han inmovilizado alrededor de 20.000 millones de euros en activos de más de 2.500 personas particulares dirigentes y entidades sancionadas incluidas ocho compañías de Bielorrusia. También se incorpora un mecanismo automático y dinámico para fijar el futuro tope de precios del crudo, empezando por los 47,6 USD del 3 de septiembre de 2025.

Las sanciones han agravado la escasez de mano de obra, un desempleo de apenas un 2,3 % donde cientos de miles de ciudadanos están combatiendo en el frente, ha disparado salarios que crecen un 8,4 % y de los precios. Para combatir una inflación del 10%, el Banco Central de la Federación de Rusia ha subido tipos del entorno del 20%, lo que constituye un freno de la inversión privada. Los gastos de guerra suponen ya el 8 % del PIB por debajo del 14 % que la URSS gastaba en mismos conceptos durante la larga guerra fría.

Sin embargo, todas estas medidas no han conseguido disuadir a Putin de continuar con el esfuerzo bélico. Los elevados precios del petróleo y el fuerte aumento del gasto militar han amortiguado en gran medida el impacto de las sanciones occidentales.

Rusia ha redirigido su comercio hacia otros países como ChinaIndiaTurquía y los Emiratos Árabes Unidos y los resultados económicos tienen luces y sombras. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB de Rusia creció un 3,6% en 2023 y un 4,1% en 2024, muy por encima de la tasa de crecimiento de la UE, del 0,6% y el 1,1%, respectivamente. Sin embargo, las cifras recientes apuntan a una desaceleración de la economía rusa.

El crecimiento del PIB durante el primer trimestre del 2025 fue del 1,4 % y el FMI ha hecho una previsión de un exiguo crecimiento del 0,9 % para 2016.

Varios expertos advierten de que la economía rusa es lo suficientemente fuerte como para mantener el esfuerzo de guerra durante años, aunque Moscú debería ser capaz de evitar que el recalentamiento de su economía derive en una crisis en toda regla al menos durante el próximo año.

Es difícil establecer una «fecha límite» para determinar en qué momento la guerra pueda ser insostenible para Rusia, ya que ello depende de la voluntad de Putin de mantener a la opinión pública rusa al margen de los efectos más negativos del largo plazo.

Numerosos analistas sugieren que la UE podría infligir un daño adicional a la economía rusa si toma medidas drásticas contra la elusión de las sanciones a través de terceros países, las denominadas en la terminología de la geoeconomía sanciones secundarias. Estas deberían dirigirse en primera instancia a Armenia, Kirguistán y Kazajstán, que han servido de vías esenciales para las exportaciones occidentales a Rusia desde el año de 2022.

La raíz del problema es la reticencia de terceros países a aplicar las sanciones occidentales y es muy poco probable que China, el país clave en esta elusión de las sanciones, que además ha ampliado significativamente sus vínculos comerciales con Rusia desde el comienzo de la guerra, ceda a la presión occidental para limitar sus lazos con Moscú como estamos viendo públicamente.

En otro orden de cosas, restringir las importaciones europeas del gas GNL ruso podría provocar un aumento de los precios del gas y también la dependencia de Europa de las exportaciones de Estados Unidos que actualmente no es un ejemplo de socio muy fiable para la Unión Europea en este momento.

Tampoco parece que Arabia Saudí, aumentaría la producción para estabilizar los precios mundiales porque valoran mucho su relación con Moscú y es precisamente allí donde se están celebrando negociaciones de paz entre los estadounidenses, los ucranianos y los rusos en las últimas semanas.

De acuerdo con la inteligencia americana, estaríamos en el momento adecuado para establecer las sanciones secundarias para forzar a Rusia a unas conversaciones sobre un alto el fuego. El Senado de los Estados Unidos está preparando la aprobación de un proyecto de ley bipartidista que anuncia «sanciones secundarias” a aquellos países que siguen haciendo negocios con Rusia como los colosos India y China.

Las sanciones primarias se imponen a países o entidades extranjeras, pero restringen el comportamiento de los propios ciudadanos y empresas del país sancionador, al limitar o prohibir que se relacionen con las partes sancionadas. Las sanciones secundarias van un paso más allá y se extienden a países, empresas o particulares de terceros que hagan negocios con partes sancionadas.

Aunque estas entidades de terceros no estén directamente sujetas a las leyes del país sancionador, se las presiona para que cumplan o afronten consecuencias si desean hacer negocios en el país que pone la sanción.

Las sanciones secundarias no intentan obligar a filiales extranjeras a seguir las políticas del país sancionador. El país sancionador restringe a sus propias empresas y/o ciudadanos para que no mantenga relaciones comerciales con empresas o individuos designados.

La legislación estadounidense permite imponer aranceles de castigo de hasta 500 por ciento sobre los bienes de cualquier país que compre o venda petróleo, uranio, gas natural y productos petroleros o petroquímicos rusos.

Estados Unidos es el mayor defensor de las sanciones secundarias. Puede hacerlo por la importancia del dólar estadounidense a nivel global y el temor de los países terceros a perder el acceso al mercado estadounidense o a su sistema financiero.

Dado que una parte significativa del comercio transfronterizo se realiza en dólares o pasa por el sistema bancario de Estados Unidos, esto le otorga al país un gran poder de presión. Para muchos países, mantener ese acceso es más importante que hacer negocios con regímenes sancionados.

Las sanciones a Rusia

Si bien las sanciones secundarias pueden funcionar como parte de un paquete más amplio, la intención, el momento y la credibilidad de la amenaza son importantes. Son una herramienta importante con un poder simbólico, pero como toda amenaza, pierde su fuerza si no se percibe como creíble o si se encuentran otras lagunas, además si se aplican de forma incorrecta, pueden causar más daño que beneficio.

La administración Obama utilizó sanciones secundarias para atacar bancos y otras empresas que hacían negocios con Irán, en un esfuerzo exitoso por lograr que el país negociara limitar su programa nuclear. Estados Unidos ha empleado sanciones secundarias contra empresas chinas que comercian con Corea del Norte. EEUU también introdujo sanciones secundarias contra entidades que hacían negocios con Venezuela, especialmente en los sectores petrolero y financiero, en un intento de aislar al régimen de Nicolás Maduro.

No todos los países ceden fácilmente ante las sanciones secundarias, y algunos encuentran resquicios creativos para evitar gran parte de su impacto económico. Recurren a monedas alternativas, como el yuan chino o las criptomonedas. Las empresas o países sujetos a sanciones pueden recurrir al trueque o utilizar intermediarios o empresas pantalla para cerrar acuerdos.

Muchos expertos creen que no son una herramienta eficaz de política exterior y los investigadores consideran que las sanciones secundarias reúnen todos los peores atributos de las sanciones económicas, con el añadido de que potencialmente pueden instigar nuevos conflictos con aliados y adversarios que objetan la imposición de restricciones y penurias económicas a sus propias industrias y ciudadanos. Veremos lo que ocurre en este caso.

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José Luis Moreno, economista ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.

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