¡IURIS ET DE IURE!
«Donde hay poca justicia es un peligro tener razón», Francisco de Quevedo.
Si tuvieras que definirte entre inquieto o impasible, ¿cuál sería tu bando? Creo que mi personalidad en innumerables ocasiones evidencia el mío; mente excesivamente inquieta bajo una vocación cultural insaciable. En atención a lo cual, no puedo negar que esa vertiente me ha llevado a vivir fascinada por la Ley y el Derecho, aunque me resultara aburrido a veces, ¡siempre interesante! De hecho, cuando rompí la baraja a la hora de plantear mi carrera universitaria entre otras estuvo el derecho, la diplomacia y mi innata vocación hacia los mercados financieros, que al carecer entonces de carrera universitaria, me hizo optar definitivamente por una solución media en la que la economía y la ingeniería financiera daban calma a mi zozobra académica. Ciertamente el hecho de incorporar disciplinas del derecho académico a mis estudios era algo que realmente me seducía, pero por encima de todo creo que fueron mis convicciones libertarias las que incidieron en mí de manera notable para seguir conociendo absolutamente todo lo concerniente al poder y al Estado, precisamente porque lo que me hechiza de la Ley es su amplia capacidad de ser injusta señores, dicho lo cual ¡abramos juego!
¿Acaso las normas dictadas por un tercero tienen que ser justas por decreto? Como se diría en el argot jurídico; ‘iuris et de iure’, la Ley siempre tan injusta. Y aquí entra mi segunda derivada, la pasión que siento por la historia de las civilizaciones en general y en particular por lo más contemporáneo, al fin y al cabo como Trader profesional necesito comprender muy bien qué nos ha llevado hasta aquí, preparándome para lo peor y esperando lo imposible. Y claro, el conflicto entre historia y justicia legal me exaspera cuando entra en juego la ‘Alemania Nazi’ como el hito más gore de lo que significa ‘Ley legal’ o ética moral. Ya nunca más nadie podrá decir que la Ley siempre es justa, puesto que por más que lo intentemos no dejan de ser normas antiguas, en su mayoría desfasadas e inservibles. Aquí es donde entra en conflicto el poder Legislativo dentro del poder de papá Estado, y es que quien tiene poder de legislar, tiene de facto el peligroso poder de instrumentalizar las normas que gobiernan nuestra vida en su propio beneficio y eso, convierte de facto cualquier gesto de democracia en un ejercicio autoritario de tiranía.
Como persona con sensibilidad liberal, alejada de conflictos éticos progres, pero respetuosa en el fondo con toda opinión bordada bajo el sentido común, no negaré que vivo en una especie de shock ético moral, al contemplar como mi querida España se ha convertido en un Estado cuanto menos singular en el que se manejan las Leyes de una manera tan banal, que paraliza. ¿Qué Estado estamos construyendo?; ¿un Estado al servicio de sus ciudadanos?; ¿o un Estado al antojo de sus líderes? Esto ya no va de concordia, de secesión, de corrupción, de rebelión o de indultos, ¡esto va de sentido de Estado y de autoridad moral! España es un juguete roto en manos de una clase política impresentable, que se centra más en sus intereses partidistas que en el bien común. Y así, es imposible construir en pro de avanzar.
Con ello, lo que pretendo es razonar sobre si la servidumbre de Hayek tiene cabida en una nación enquistada en la tesis central de que socialismo y totalitarismo es esencialmente lo mismo, dos retoños del colectivismo y este, a su vez, un modelo de organización incompatible con la libertad humana. Y sinceramente, no podré sentirme jamás orgullosa de una nación que parece más empecinada en callar y asentir con tal de pedir caridad, que una nación capaz de liderar y entusiasmar por sus dotes de iniciativa. Aquí por supuesto estoy hablando de la actitud del Sanchismo para con España y su nefasta actitud con los fondos New Generation EU. ¿3.000 MM€ para la transformación digital de la administración? ¡Miedo me dan!
Soy consciente de que mis palabras generarán cierta controversia entre mis lectores, pero precisamente es lo que pretendo, puesto que esta disputa emocional a la que nos han sometido los ‘ismos’ durante la última década, es justamente la que no cohesiona ningún proyecto común. Hacer un ejercicio de reflexión, serenidad y sentido común es lo que nos debería ocupar, puesto que o construimos con sarcasmo imperativo un «Estado del malestar» o hacemos un propósito de enmienda y nos centramos en comprender si es verdaderamente justo, y ya no hablo sólo de Ley sino de ética moral, que un gobierno Frankenstein compuesto de pedazos y despedazado sobre las encuestas, tenga legitimidad moral para gestionar el presupuesto económico más grande de nuestra historia a pesar de su ‘legalidad’. ¿Aún siguen considerando la Ley justa? Bien, pues nunca olviden que donde hay poca justicia es todo un peligro tener razón. ¡Buenas noches y buena suerte!