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Criptobubble: ¡de héroes a villanos!

Criptobubble: ¡De héroes a villanos!
Imagen de algunos bitcoins.

“El exceso es el veneno de la razón”, Francisco de Quevedo

Me atrevería a afirmar que la codicia y el ingenio humano suelen degenerar en el origen de toda perversión y de toda corrupción. Cuando las cosas se alcanzan sin esfuerzo y con un gran componente de suerte, no se valoran en su justa medida, provocando de tal modo una ola de excesos y envilecimiento que pueden llegar a corromper al aparentemente más sensato, bastardeando la razón y actuando como un mero títere ante el hilo conductor de la codicia, a cambio de nada. Siempre he creído que el éxtasis que provocan las victorias reales, precisa de mentes maravillosas.

El ser humano no es perfecto y la corrupción es prueba de ello. No en vano, etimológicamente corrupción proviene del griego del vocablo corruptio formado por el prefijo cor (junto), el verbo rumpere (hacer pedazos) y el sufijo tio(causa efecto); definiéndose en su origen como la ruptura deliberada de algo que, por ese motivo, pierde su naturaleza.

Lo corrompido deja de ser lo que fue para volverse otra cosa que conserva algún rasgo de sus orígenes, pero traicionando los mismos por la intervención de alguien (la multitud) o de algo (fama y dinero) que se le opone y que cuenta con el poder suficiente para alterar dichos orígenes, su sentido o el uso que la cosa corrupta habría tenido si hubiera logrado evolucionar de conformidad con sus propios orígenes. Lo corrompido no se rompe por sí mismo, sino porque una fuerza extraña y ajena logró corromperlo.

En enero de 2021, en ésta, mi tribuna semanal de opinión, les advertía del peligro que se había desatado en la que denominé personalmente como: ¡Criptobubble! Desarrollando que la sinrazón provocada por los excesos monetarios de la FED se había apoderado de algunos mercados cotizados, entre los que destaqué la burbuja de la disrupción, la renta fija y los criptoactivos.

Durante este tiempo hemos asistido a un proceso de lujuria, distribución, negación e incluso en la renta fija de capitulación, que han provocado un agujero patrimonial de brutales consecuencias. Sin embargo, la semana pasada pudimos asistir a un nuevo episodio que implícitamente subyace detrás de cada burbuja, que es la pérdida de juicio y el descontrol del ser humano cuando el dinero y la fama se apoderan de algo de manera rápida e injustificada.

Y es que toda burbuja lleva de la mano un proceso de corrupción asociado que se rompe precisamente cuando lo hace el mercado, provocando pérdidas sonadas al amparo del dolor y el arrepentimiento. La memoria nos juega malas pasadas, pero apuesto que recuerdan cuando lo vivimos en el 2000 con el caso ENRON, en el 2008 con Lehman Brothers o Madoff, incluso en el caso de Gowex y Carbures con la burbuja del MAB en España que destapamos desde nuestra división de Blackbird Research o los múltiples casos de corrupción vividos en nuestro país al calor de la burbuja inmobiliaria, una burbuja que se apoderó de banqueros, políticos, promotores e incluso ¡de la familia real!

La corrupción forma parte de la esencia humana, y las riquezas son dispares si las contrastamos entre aquellos visionarios que han convertido su éxito en un mejor estatus para la evolución del ser humano, desde Edison a Jobs, pasando incluso por Zuckerberg o Gates. Billonarios y filántropos que siguen arriesgando de manera discutible su fortuna, a cambio de financiar su visión y que se contravienen contra aquellos que siendo moralmente admirables, han perdido la razón en busca del dinero simple, algo de lo que presuntamente Sam Bankman-Fried CEO de FTX anda sobrado, ¿no?

Bueno, la génesis del personaje es típica en cuanto a lo que representa la corrupción de las ideas, un “súper héroe” forjado de interés y dinero rápido al calor de la burbuja de las criptomonedas. El CEO de FTX ha demostrado, tras declarar en quiebra su compañía, que el estallido de la burbuja ha terminado por sacar a relucir el oscuro ocaso al que parecía predestinado, poniendo punto y final a una andadura de la que todavía no somos conscientes de la magnitud de sus consecuencias.

Mis sospechas, no obstante, ahora apuntan a Binance señores, su admirado competidor. Me ha bastado un simple vistazo rápido al formulario 10Q público en la SEC, para darme cuenta de que un año después de que se declarara la depositaría del saldo de clientes en el balance, el Goodwill (básicamente humo) rellena el cuadre del agujero patrimonial. Y, ¡cómo no!, la soberbia de los holders en cuanto a la burbuja sinrazón ha provocado el uso fraudulento del dinero de los pobres depositarios, que empezarán a darse cuenta de que todo timo tiene la misma estampa y emana el mismo olor.

¡Ah!, y que el esquema piramidal que sujeta la depositaría de la “criptobubble” tiene su origen y fin en la codicia de aquellos héroes forjados en la tendencia alcista y destapados, cual villanos en el colapso al que toda manía especulativa acaba siendo sometida.  Tal vez el miedo que Binance ha expresado al contemplar las cuentas de FTX en un intento desesperado de salvar la compañía, implique una mirada introspectiva de lo que se les viene encima, y es que tal y como le pasó a un tal Bernie Madoff, si a más de uno le da por recoger lo aparentemente sembrado en esta manía especulativa, ¡se caerán de culete! Y mientras caen, me juego lo que quieran que lo harán contemplando atónitos el gran defecto que supone la reserva fraccionaria como tal y el enorme despropósito de aquellos que son un cheque en blanco a nombre de su avaricia.

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