El blanqueo de dinero con obras de arte es el método más usado tras la inversión inmobiliaria

Obras de arte
'Souvenir de Sevilla' de Francisco Bores que tenía Juan Antonio Roca en propiedad.
María Villardón

La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo. Algo similar pasa con el blanqueo de capitales. El dinero es dinero pero debe parecer lo más lícito posible de cara a la galería para poder pasar el filtro por el Ministerio de Hacienda. En 2014 El Gobierno aprobó la nueva Ley de Prevención de Blanqueo de Capitales y GAFI (Grupo de Acción Financiera Internacional) es el encargado de evaluar si las medidas contra el blanqueo están siendo eficaces. El lavado de dinero a través de las transacciones con obras de arte es uno de los métodos más usados, tras las inversiones inmobiliarias. 

En España, la mayor parte de las grandes operaciones contra el blanqueo de capitales han tenido alguna obra bien enmarcada, incluso colgada en el baño. El atractivo que tienen las obras de arte para el dinero negro es que son objetos de lujo, de gran valor y difíciles de tasar, sobre todo si hablamos de obras de arte contemporáneo que han tenido poco bagaje en el mercado. Consuelo Durán, de Durán Subastas, explica que “una pintura es más susceptible de blanqueo por el importe en sí mismo, es más fácil blanquear de 300 mil en 300 mil que en pequeñas cantidades”. Puntos a favor para que el mundo artístico sea un canal muy efectivo a la hora de lavar dinero ilícito y meterlo disimuladamente en el mercado.

Al confuso peritaje tenemos que añadir la relación directa entre marchantes de arte y artistas con sus clientes. Los primeros pueden hacer la venta de sus obras bajo cuerda, acordando ambos no aclarar el importe total, darse la conjura de que uno de ellos no quiera tributar y el otro tenga un dinero que quiera poner blanco nuclear. Si se hiciese una prospección de las galerías, todas tendrían sus facturas al corriente justificando sus operaciones de compraventa, aunque José María Mollinedo, secretario general de Gestha aclara que la factura puede “reflejar un valor de compra total de lo que se ha pagado por la obra y la diferencia abonarla en efectivo” a pesar de que hay una obligación desde noviembre de 2012 para no pagar en metálico más de 2.500 euros, que el año pasado se rebajó a 1.000 euros. 

Este era el sistema de colada de Juan Antonio Roca, cabecilla del ‘Caso Malaya’, que adquirió piezas de arte por valor de 27,6 millones de euros. A una de las sesiones judiciales fueron citados los marchantes de arte de Roca: JL Fournets, Héctor Pedronzo, Sabino Falconieri y Pedro Peña.

Según la Normativa de Prevención de Blanqueo las personas que comercian profesionalmente con arte deben “examinar cualquier operación que pueda vincularse al blanqueo de capitales, ponerlo en conocimiento del SEPBLAC (Comisión de Prevención de Blanqueo de Capitales) y abstenerse de cerrar la venta” aclara la abogada especialista en el mercado del arte de NIAL Art Law, Isabel Niño.

Nada de esto cumplieron respetaron estos marchantes. Fueron las autoridades de Andorra las que comunicaron a las españolas de que Óscar Benavente, ayudante de Roca, había registrado en el principado una póliza de seguros para 273 piezas valoradas en ocho millones de euros. Todos, excepto Fournets que murió durante el proceso, fueron condenados a dieciséis meses de prisión y unas multas que oscilaban entre el millón y los ocho millones de euros.

Pujar por tu propia obra de arte

‘Jeune Femme assisé’ de Hernando Viñes

Otra manera de blanqueo lo encontramos cuando un blanqueador saca una obra de su propiedad a la venta en una subasta. Aquí entra en escena un cómplice que puja por la pieza en el proceso de subasta con una suma de dinero superior al valor estimado en el mercado, entregado previamente por el propietario de la obra.

Una vez ganado el pulso en la sala, dicho cómplice devuelve el bien y el dinero, a cambio de una comisión. Como en el caso de Luís Bárcenas, su esposa, Rosalía Iglesias y el propio ex tesorero del PP se quedaron prácticamente en ropa interior cuando quisieron justificar el ingreso de 560.000 euros en su cuenta con la venta de unos cuadros del S.XV a la marchante de arte, Isabel Mackinlay. Ésta confesó al magistrado Pablo Ruz que no era marchante de arte sino restauradora y que plasmó su firma en un contrato de compraventa ficticio de dos obras de arte por un premio de 1.100 euros. Una comisión ridícula frente al medio millón de euros ingresado en la cuenta de Iglesias proveniente de una de las cuentas suizas de su marido.

Elisa Hernando, directora de Arte Global asegura que en diez años de carrera dedicados a la consultoría artística no ha conocido de cerca ningún caso de blanqueo, cree que estos casos son muy llamativos y “enturbian el mercado. Parece que todo es sodoma y gomorra, que todo vale. Desprestigia nuestro sector”.

Las casas de subastas

«Trípode» de Pablo Picasso

Otro caso mucho menos opaco al de los marchantes de arte o las galerías, donde el trato de compraventa es muy directo, es el de las casas de subastas. Las condiciones para los compradores y vendedores pueden variar según la sala pero todos coinciden en que el control es escrupuloso y que en estos lugares es muy complicado blanquear porque todo se hace de manera pública.

Las salas deben pedir a los clientes su documentación acreditativa, tanto si son personas físicas como jurídicas, conservar los documentos acreditativos de la operación durante diez años e información sobre el propósito.

En Ansorena por ejemplo, además de los datos de identificación del licitador, se toman la libertad de pedir referencias de la persona que hará la puja, incluso, si fuera necesario, referencias bancarias. Durán cree que cada vez se blanquea menos dinero con el arte “porque hay limitaciones a la hora de poner en subasta una obra importante”.

El vendedor se pone en evidencia enseguida cuando una obra no está en una situación transparente porque la obra se identificará, saldrá en un catálogo público. Mercedes de Miguel, directora de Subastas Segre explica que el catálogo se envía no sólo a las más de 3.000 personas que podrían ir a la puja, sino también a Patrimonio Nacional, “donde hay una persona de Hacienda que controla las piezas y los nombres de los propietarios, así como a la Guardia Civil por si hubiera un caso de robo”. No habrá modo de escapar del fisco.

Parece que el ambiente de los marchantes de arte o personas que comercian con objetos de arte de manera más íntima, es mucho más propicio para el blanqueo porque están sometidos a un menor control. Una afirmación con la que están de acuerdo todas las salas de subasta, comercialmente creen que puede perjudicarles, aunque con el tiempo piensan que les beneficiará.

A pesar de todos los mecanismos de control existentes y la complicación que existe para ver que una operación puede resultar sospechosa de blanqueo, hay algunos indicios que pueden levantar sospechas. En las subastas podemos desconfiar cuando los clientes pujan de manera desorbitada o no paran de concursar por la gran mayoría de los objetos ofertados.

Otro indicio puede darse, explican desde NIAL Art Law, cuando un cliente busca una rápida reventa de una pintura recién adquirida o cuando se generan plusvalías aparentes en la compraventa de obras de arte nacionales e internacionales no acordes con los precios del mercado ni con los plazos de generación. Otra huella que puede colocar a alguien en el centro de la sospecha es un repentino interés por el arte. Buen paradigma de ello ha sido el caso de Gao Ping. El líder de la Operación Emperador gastaba ingentes cantidades de dinero en obras de arte contemporáneo, en 2008 abrió la galería Gao Magee en Madrid y era presidente en Pekín del Centro de Arte Iberia-Beijing, el primer centro privado de arte español en China.

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