Zidane, aunque sea de mediapunta
Rafa Benítez ya se ha comido el turrón. El duro, el blando, el de chocolate, los mantecados de La Estepeña, los polvorones, el mazapán, las almendras garrapiñadas y hasta esa cosa intragable inventada por el demonio que es la fruta escarchada. Y comido el turrón, es hora de que venga el lobo.
A Benítez no le aguantan sus jugadores, sobre todo los buenos, que le huyen como si le cantara el sobaco. El Bernabéu le silba como si fuera una tía buena pasando por delante de una obra y el periodismo le critica por su fútbol insulso como un hervido de judías verdes y por tener menos carisma que Rajoy. Benítez no transmite y los números que le salvaron al principio ahora también le condenan.
Florentino Pérez, un ser de una paciencia casi infinita, le ha aguantado en el puesto en contra de las pitadas y del consejo de sus cortesanos. Pero ahora Benítez ha muerto y sólo queda saber la fecha del entierro. Al presidente del Madrid nunca le gustó cambiar de caballo en mitad del río, pero con este jamelgo el equipo puede acabar como el Titanic: un coloso en el fondo del mar.
Zidane es el hombre del cambio. Más joven, más delgado, más alto, puede que con menos experiencia, pero con mucha más autoridad que Benítez. No es igual que un tipo que jugaba en el Parla te quiera enseñar a centrar a que uno de los mejores jugadores de la historia te diga cómo hay que pegar una volea. Vamos, que te pone el vídeo del gol de Glasgow y tú le pides un autógrafo.
Por eso es la hora de Zidane. El francés quería coger más carrerilla para dar el salto, pero los genios nunca necesitan tomar impulso. Zizou será recibido por el vestuario como el mejor regalo de Reyes que jamás tuvieron. Correrá el champán tanto por el técnico que se va como por el que llega y contar con el apoyo de los jugadores es empezar la aventura marcando el primer gol.
También tendrá el héroe de La Novena el beneficio de la duda entre la prensa, expectante por saber si Florentino habrá descubierto a su propio Guardiola. A Zidane se le dará el margen que nunca tuvo Benítez, que llegó de nalgas al Madrid y nunca supo ganarse ni la simpatía ni el respeto de los que trabajaban con él.
Zidane también tendrá la veneración de la grada. Muchos aficionados en el Bernabéu aún guardan en la memoria los vals que bailaba con la pelota, sus regates elegantes, sus pases, sus goles… Será el regreso del héroe que colgó las votas por vergüenza torera antes de hacerse mayor. Zizou volverá a impartir clase en el Bernabéu, aunque sea al otro lado de la banda. Por eso el madridismo quiere a Zidane y si puede ser de mediapunta, mejor.