Van der Poel enamora al Tour
Dos etapas. Poco menos de 400 kilómetros. Eso es lo que ha necesitado Mathieu Van der Poel para conquistar el Tour de Francia. El ciclista holandés hizo una gesta para remontar 18 segundos en contra consiguiendo la victoria de etapa y el maillot de líder pasando en dos ocasiones el primero por el Mur de Bretagne.
El nieto del mítico Raymond Poulidor –conocido como el eterno segundón del Tour de Francia tras hacer podio en ocho ocasiones– consiguió lo que su abuelo no pudo hacer en toda su carrera: vestirse con el maillot amarillo. Lo tenía bastante imposible después de una primera jornada en la que Julian Alaphilippe se coronó en Landerneau con otra exhibición.
Van der Poel atacó a 16 kilómetros de meta en el primer paso del Mur de Bretagne. Algunos se echaron las manos a la cabeza por la premura de su arrancada, pero nada más lejos de la realidad. Mathieu quería la bonificación de 8 segundos por pasar el primero por la cota de montaña. Ese esfuerzo, que habría penalizado a muchos en la ascensión final, apenas lo notó el cuatro veces campeón del mundo de ciclo-cross.
Con el Ineos endureciendo la carrera en la subida final al muro de Bretagne, fue Nairo Quintana el primero en abrir las hostilidades entre los favoritos con un demarraje que respondió en primera persona Van der Poel. Al holandés le siguieron Roglic, Pogacar y el campeón italiano Sonny Colbrelli siendo este último el que atacó a apenas un kilómetro de meta provocando las miradas entre los gallos.
Fue entonces cuando Van der Poel soltó una de sus clásicas arrancadas sostenidas de más de 1.000 watios para dejar a todos con el molde y presentarse sólo en la meta con seis segundos de ventaja sobre los favoritos. El holandés, a base de tesón y carácter, consiguió el objetivo que se había marcado en su debut en el Tour de Francia. Sus lágrimas y su dedicatoria al cielo hablan de una promesa que ha podido cumplir dos años después de la muerte de su abuelo. El mundo se ha enamorado de un ciclista de otra época.