El rutómetro

Sierra de fuego

Evenepoel
Remco Evenepoel, en una etapa de la Vuelta a España. (Getty)

Faltan once kilómetros. A dos mil metros la tensión combina con la presión. La primera se palpa; la segunda se aprecia y acelera los corazones. Después del palizón que llevan estos hombres, en apenas veinticuatro horas, el cálculo del esfuerzo es inevitable. Se espera un ataque en cualquier momento. Solo faltan las sirenas antiaéreas para completar el contexto.

Evenepoel se ha quedado solo. Durante unos minutos, que se han hecho cortos, Vervaeke ha ayudado a su jefe de filas. Ninguna colaboración está de más. El líder ejerce su función. Ha empezado el puerto intimidando, justo en el momento en el que la colocación era fundamental para hacer frente al rampón del 20% con el que abría fuego este Alto de la Hoya de la Mora. El calor real supera cualquier sensación. El paisaje desértico, árido después de meses de crudo verano, aumenta el sufrimiento. Todos los ciclistas van desabrochados. Sierra Nevada es hoy una Sierra de Fuego.

Llegan los ataques

Primoz Roglic, Miguel Angel López y Enric Mas, completan la brigada de caudillos de esta Vuelta. Por detrás se libra una batalla de juventud entre Carlos Rodríguez y Juan Ayuso. Un finísimo escalador venido del norte, el neerlandés Arensman, va directo al triunfo de etapa. Todos los gallos están en el corral, parafraseando al maestro Ares.

Ataca Superman. Cuenta por delante con un aliado de equipo. El demarraje es fuertísimo. En muy poco tiempo saca una buena tirada. Mas consulta por el pinganillo. Musita, pero se le entiende hasta en Saturno. Va a atacar; lo hace. Se desmarca a la derecha e implosiona. Ni Roglic, ni Evenepoel se inmutan. Sus cerebros solo calculan. Faltan apenas diez kilómetros de ascensión.

A Más y López les toca bailar pegados.

De la Cruz cede y se queda a solas la pareja más controvertida del ciclismo actual. Mas y López deben colaborar. ¡Paradojas del destino! Sus intereses confluyen en la próxima media hora. Guardan las apariencias sin recrearse. Por unos instantes, surgen dudas que podrían dar pie a suspicaces interpretaciones en unas mentes más retorcidas. Por detrás, el líder tiene a rueda a su gran rival. Roglic quiere La Vuelta. Sabe que debe atacar. ¡Tiene que atacar! El viento sopla favorable, por una vez.

Evenepoel gestiona la situación con brillantez y con la madurez de campeón. Su juventud no es un inconveniente. Tiene madera, clase y talento. Su pensamiento farfulla. El tiempo que ganó en Alicante es el que está dispuesto a perder en Sierra Nevada, y todavía le quedará renta para hacer frente a la tercera semana. Roglic lanza el anunciado ataque. Tarde, acertado pero escaso.

Si no lo hizo antes es porque sabía que no podría mantener el ataque. Necesitaba tener una meta para evitar que la locomotora belga, inalterable e imperturbable en ritmo, cadencia y actitud, no acabará por sobrepasarle, física y psicológicamente. La batalla también es mental. Se conforma así, con un movimiento certero, aunque de escaso rédito.

Navacerrada volverá a ser decisiva

Evenepoel continúa de líder después del Angliru del sur y de Sierra Nevada. Sobre el papel, lo peor ha pasado. Sin embargo, se ha visto que Mas tiene piernas y va a más. El de Artá consolida su privilegiada posición y jugará su baza con inteligencia. Y Roglic, no cabe duda de que morirá con las botas puestas, con escuadra y cartabón. Navacerrada promete una gesta de las que hacen época.

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