Quiere su trono
Victoria intrascendente del Real Madrid ante el Borussia Dortmund. Después de una gran media hora, los blancos se relajaron y sólo Cristiano Ronaldo mostró síntomas de querer ganar el partido. Será porque CR7 quiere su trono. Pero mucho tendrá que mejorar el equipo de Zidane para revalidar una Champions que ha conquistado en las dos últimas ediciones.
Sin nada en juego más allá de la pasta, rotaba Zidane. Era una noche para oxigenar a un equipo bipolar. Al Real Madrid le tocaba el traje de la Champions, que le sienta mejor y le tira menos de sisa, no me pregunten por qué, pero el espejo no engaña.
De portero jugaba Keylor, quién sabe si uno de sus últimos partidos de titular en la competición en vista de que Kepa está al caer. Por delante, una zaga con laterales nuevos, Nacho por la derecha y Theo por la izquierda, y los centrales de siempre: Varane y Sergio Ramos. En el centro del campo descansaban Kroos y Modric, pero no Casemiro, que faltará ante el Sevilla. Junto al brasileño entraba Kovacic y retrasaba su puesto Isco.
Sorpresa (o sorpresilla) arriba. Al banquillo Benzema y en su lugar Borja Mayoral. Junto a él, el polivalente Lucas Vázquez y el intocable Cristiano Ronaldo en vísperas de recibir su quinto Balón de Oro y con la voracidad de seguir batiéndose a sí mismo.
El Borussia saltó al Bernabéu como un gordo en mallas: sin complejos. Tocaba con precisión y se estiraba como la mozarella de una pizza. También salió abierto un Real Madrid que vio cómo Cristiano Ronaldo ensayó puntería a los dos minutos. Fuera por el frío o por voluntad propia, a los de Zidane les dio por presionar y rápidamente inclinaron el partido hacia el área del Dortmund.
Por la vía rápida
Y con esas ganas no tardaría mucho el Real Madrid en encarrilar el partido. Todo empezó con una acción de Cristiano Ronaldo en el pico izquierdo del área. El luso se perfiló y asistió a Isco, que hizo una ruleta interruptus dentro del área de la que salió un pase maravilloso para dejar solito a Borja Mayoral, que marcó picándosela a Bürki.
Pero el Real Madrid decidió no levantar el pie y siguió cercando el área del Borussia y entonces apareció Cristiano Ronaldo, en su competición fetiche, para escribir un bello prólogo a su Balón de Oro de mañana. Recibió en la frontal, apuntó y la puso al palo largo del portero con su particular folha seca. Lo celebró con rabia y fotogenia, como el que sabe que el mundo le está mirando.
Con el partido resuelto tampoco se frenó un Madrid ancho y profundo, pero sobre todo intenso. La presencia de Kovacic cambió la cara al equipo, que corría, que presionaba, que era rápido. Fue como meter una pastilla de Mentos en una coca-cola. El croata, a poco que coja ritmo, va a ser un jugador indispensable para Zidane.
El efecto Kovacic y el relax
Tuvo el Borussia Dortmund un par de arranques toreros, frenados en seco por Varane, que salvó un par de goles cantados. Los alemanes, en plena autodestrucción, son un equipo mucho mejor de lo que habían mostrado en el primer cuarto de hora en el Bernabéu. Se hicieron grandes con la pelota y la tele empezó a dar planos de Keylor con su permanente cara de susto.
Pasada la media hora el Real Madrid decidió levantar el pie y Aubameyang empezó a llamar a las puertas del gol. Se sucedieron las malas noticias para Zidane. Primero Varane se rompió y después, con el equipo blanco en plena deriva, llegó el gol del Dortmund. Lo marcó Aubameyang con un cabezazo que Keylor afeó tirándose tarde, mal y de tripa. Menos mal que el descanso cortó de raíz las desdichas del Madrid.
Y en la reanudación volvió a salir el campeón pensando en los polvorones. En dos minutos el Borussia igualó el duelo con una acción individual de Aubameyang. Nacho cometió un error de bulto y atacó un balón que ni despejó ni cubrió. El gabonés recibió en el área disparó al muñeco de Keylor, recogió el rechace ante la pasividad general y puso una preciosa vaselina para hacer el 2-2.
Intentó el Real Madrid volver a conectarse al partido, como el que apaga y enciende un ordenador para que funcione. Pero a los blancos se les había ido el duelo. Zidane, por una vez y sin que sirva de precedente, movió pronto el banquillo. Metió a Ceballos por Kovacic, aunque quizá el cambio era Isco, que lleva un mes como una balada de Antonio Orozco: lento, triste y ronco.
Espabila el Madrid
El Real Madrid recuperó la pelota y el pulso del duelo, aunque sólo a Cristiano Ronaldo parecía importarle el resultado final. Su presencia era un peligro constante para el Dortmund, mientras sus compañeros se pasaban la pelota con un insoportable punto de intrascendencia. En el 68 Zidane sí sentó a Isco para meter en el campo a Marcos Llorente. Casemiro pasaba a ser central y Nacho otra vez lateral derecho. Un lío todo, vamos.
La voracidad de Cristiano y la necesidad del Real Madrid de no cabrear (más) al Bernabéu, llevaron a los blancos a asomarse ya con descaro al área del Borussia. Pero entonces apareció la falta de puntería. Se sucedieron ocasiones y centros al área y córners, pero el gol no llegaba. Llegó en el 78 y lo marcó Ronaldo, pero al luso le señalaron fuera de juego. No lo era, pero ya se sabe que como el Madrid espere que los árbitros, lo lleva claro.
Decide Lucas
Dos minutos después, y por insistencia, sí llegó el 3-2. Una jugada confusa con un par de malos despejes del Dortmund murió en los pies de Lucas Vázquez, que la pegó con el exterior y medio mordida, pero el tiro envenenado batió a Bürki. Se lo merecía el Real Madrid si no por acierto, sí por voluntad.
Se pasaron los minutos y el Real Madrid selló un triunfo sin mucha historia y en el que evidenció, más que sus virtudes, sus defectos. Quizá Zidane tiene que ampliar la carta a los Reyes Magos.