Lewis Hamilton inicia su reconquista con Fernando Alonso y Sainz de ‘sheriffs’
Los caballos se ordenaron minuciosamente en sus respectivas ‘rampas’ de salida. Se paró el tiempo en Austin: la grada contemplaba en un silencio que ni en La Almudena, con los ojos en un semáforo que iniciaba su tradicional ritual. Lewis Hamilton y Nico Rosberg abrían la pasarela hacia esa primera curva que ríete tú de una rampa del Angliru. La salida fue como un paseo por Viena: limpia e imperial. Primeros metros que inquietaron al 6 de Mercedes: 3º, detrás del Red Bull de Ricciardo.
Se equivocó Kvyat golpeando a Hulkenberg; sonrío Fernando Alonso, que ganó dos posiciones sin sudar un ápice, noveno. Carlos Sainz volvió a jugar mejor que nadie a los coches: salida de videojuego para pasar del décimo al octavo. Siempre da un clínic de veterano cuando más aprietan los nervios. Llegó a rodar cuarto, antes de pasar por boxes. No hubo sobresaltos en el primer peaje: todos en su lugar, salvo Vettel, que se fue al 6º.
En la Europa League de la parrilla, se le coló Kvyat a Fernando. Perdió tiempo en la parada, aunque en la pista le quitó rápidamente las pegatinas. También lo hizo Button, demostrando que el ritmo del McLaren no es tan deprimente como la imagen de los sábados: 9º y 10º. En medio del previsible desfile se jugó una carrera paralela en la calle de boxes: lo más común en las últimas pruebas. La mecánica, a estas altura de la era turbo, no da para sobresaltos en pista.
Vettel se había colado virtualmente en el podio, Lewis Hamilton comandaba, Rosberg a su vera y Ricciardo, hasta arriba de Red Bull, volando. Verstappen se subió en una montaña rusa de emociones, todas defectuosas: error de Red Bull en su parada; su motor Tag Heuer quedándose sin hora. Abandonó y salía el virtual safety car. No se lo pensaban Carlos Sainz y Fernando Alonso: para dentro. Salían 6º y 8º respectivamente, con el amigo Massa separando las aguas.
Mientras Kimi Raikkonen buscaba el difusor de Ricciardo, Vettel se había convertido en una cena en el Hollywood: tras la feliz ingesta de las Bacon Cheese Fries, llegaba el arrepentimiento posterior. Se fue deshilachando hasta la sexta plaza, cómodo dentro de la irritación. Pero los últimos tiempos de Ferrari son como una película de Scorsese: ya no sabes si el final es feliz o no. Se quedó Raikkonen tirado tras su última parada en boxes dejando clarividente el desenlace del film: drama en Maranello.
Alonso y Sainz sacan el revólver
Así las cosas, Sainz rodaba quinto, con Massa espirando su aliento sobre el pobre motor del Toro Rosso… y el ex piloto, acabado, y triste Fernando Alonso era séptimo, con un coche indigno, soñando con alcanzar al dúo. Recortaba a ritmo de Montoro, y ahí que llegaba el deficiente MP4-31 detrás del Williams. Quedaban 7 vueltas para obrar el milagro de ser quinto: adelantar dos monoplazas parecía inviable.
Pero en la historia de Fernando Alonso no hay imposibles. Es un caníbal encerrado en el cuerpo de Pocoyó. Un instinto asesino que quiere romper todo ser vivo que se coloca por delante de su monoplaza. Las voces le hablaron para recordarle tanta desdicha, chapuza y críticas que ha soportado en los tiempos recientes. Con el MP4-31 respondiendo de forma decente las órdenes de su amo, se desquitó de Massa en un lugar inhóspito para intentarlo. Mientras los físicos estudiaban la jugada, el 14 se marchaba a por su compatriota y amigo, Carlos Sainz.
Parecía otra utopía, pero esto no era una porno: aquí ya no había marcha atrás. Cargó sus baterías, se alejó estratégicamente, y cuando Carlos pensaba que lo tenía hecho, se acercó la mancha oscura por el retrovisor. Brindaron media vuelta de escándalo, peleando mano a mano en cada trazada, jugando al gato y al ratón. El felino se convirtió en león para cazar al ratón en la recta de atrás: quinto y «yiiiiha» por radio.
Lewis Hamilton ganó plácido una carrera que durmió en la salida. Es el inicio de una reconquista que necesita de algo más que épica. Nico Rosberg, segundo, se mantiene casi intacto en el liderato. Daniel Ricciardo completó un podio para refrendar que, ahora mismo, Red Bull es la alternativa. Que se prepare Mercedes en 2017. Y que lo hagan bien, porque, sí, McLaren no es ni la sombra de lo que fue, Honda sigue sin encontrarse, pero Fernando Alonso, esta tarde, ha vuelto a lanzar uno de esos mensajes que asustan: este muerto está muy vivo.