El ingenioso refrán español que sólo tuvo sentido durante la posguerra: los niños de hoy no lo entenderían
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En España hay más de un refrán que sobrevive al paso del tiempo, pero otros se quedaron anclados en una época y ya nadie los recuerda. El oficio de sustanciero camina entre el mito y la realidad de la posguerra, pero lo que está claro es que durante unos años moldeó el español.
La prueba de ello es el refrán A olla de enero, ponle buen sustanciero. Una expresión que recordaba a este oficio de la posguerra. Se dice que su cometido consistía en alquilar huesos de jamón, para poder enriquecer los caldos.
Hoy en día este trabajo resulta impensable para cualquier persona nacida en España durante el siglo XXI. Sin embargo, su importancia en la cultura popular fue tan grande que en la posguerra se acuñó dicho refrán.
El refrán del hambre de la posguerra, que los niños españoles ya no entenderían
Este refrán hace referencia directa al primer mes del año, uno de los más duros para la población rural y urbana durante la posguerra española. Si todavía hablamos de cuesta de enero por los gastos de Navidad, hace décadas todavía más.
Por eso, la olla diaria (el plato más importante de la jornada) debía reforzarse con cualquier ingrediente que aportara energía para soportar el invierno.
El sustanciero no era otra cosa que un trozo de tocino, huesos con tuétano, algo de chorizo, legumbres o cualquier alimento capaz de convertir un caldo pobre en una comida nutritiva.
En definitiva, la frase A olla de enero, ponle buen sustanciero recordaba que, cuando llegaba el principio de año, era necesario evitar el agotamiento y salir adelante. Aplicaba tanto en el sentido literal como en el figurado.
Otros refranes que se hicieron famosos en la posguerra
Hay otros refranes que tienen como protagonista el hambre. Por ello, también ganaron importancia en la posguerra. Un ejemplo claro es A buen hambre no hay pan duro.
El Centro Virtual Cervantes (CVC) ha definido el refrán A buen hambre no hay pan duro. Lo describen como la situación en la que, cuando cuando una persona tiene hambre, no pone reparos a lo que se le ofrece, aunque no sea de la mejor calidad.
Sin embargo, su valor va más allá de la comida. El propio refrán se ha utilizado durante generaciones para expresar que, cuando alguien está en una situación de necesidad, no se pone exigente con las soluciones que se le presentan.
Por todos esos motivos, el refrán ganó fama durante la posguerra española, sobre todo en la época de las cartillas de racionamiento. En esa época el sentido figurado importaba bien poco, era literal.
Eso sí, su nacimiento también es anterior. Hasta en el propio Quijote hay refranes cuyo origen está en el latín, por lo que tienen cientos de años. Este podría ser también el caso de A buen hambre no hay pan duro; pese a que se transmite de forma oral y su autor es desconocido.
Y es que algunos lo vinculan con antiguos aforismos latinos. En concreto ven un paralelismo con Optimum condimentum est fames, que significa El mejor condimento es el hambre.