El hombre más alto de la historia: ¿cuánto medía?
Te mostramos todos los datos de Robert Pershing Wadlow, un joven que aún hoy en día ostenta el Récord Guinness como el hombre más alto del mundo.
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Robert Pershing Wadlow tiene el récord del hombre más alto de todos los tiempos. ¿Pero cuánto medía exactamente? ¿ Y cómo fue su vida?
Cuando somos pequeños, y comenzamos a interesarnos en algunos de los registros más increíbles de la historia de la humanidad, rápidamente uno de los primeros que queremos averiguar es quién fue el hombre más alto de la historia. Pues bien, no solamente Robert Pershing Wadlow fue el ser humano de mayor estatura que se tenga conocimiento, sino que además es prácticamente un hecho que nadie podrá superarlo en el futuro. ¿Sabes a qué se debe esta situación tan particular?
El hombre más alto de la historia: Robert Wadlow
Su nombre está impreso en el Libro de los Récords Guinness por sus 2,72 metros. Nadie había sido tan alto antes, al menos no oficialmente, y nadie volverá a ser tan alto tampoco. Wadlow pesaba 222 kilogramos, calzaba talla 75 y, como uno puede imaginarse, tenía serias dificultades para moverse en los entornos en que lo hacemos nosotros.
Todas estas características especiales de su cuerpo hicieron que su paso por este mundo fuera breve, como suele ocurrir con aquellos que sobrepasan largamente los dos metros de altura. Pero, ¿qué sucedió con él? ¿A qué le debía esa deformidad?
Wadlow nació en el año 1918, en la ciudad estadounidense de Alton, y desde muy joven sobresalió por sus increíbles dimensiones. Siendo adolescente ya era más alto que los adultos que le rodeaban, y sus compañeros no tardaron en denominarle «el gigante».
Nacimiento e infancia
Robert Wadlow tuvo un peso normal al nacer (3,8 kg) pero muy rápidamente comenzó a crecer de manera impresionante. De hecho, fue al llegar a los 6 meses cuando su madre comienza a hacerse preguntas, dado que a esa edad ya pesaba 13 kilos, el mismo peso que suele tener un niño de 2 años y medio.
A partir de entonces, nunca dejará de crecer y superará a su padre desde los 8 años. A los 10 años ya alcanza casi los 2 metros (195,5 cm) y pesa 100 kilos. En el colegio se le construye un pupitre especial, adaptado a su talla, mientras que el joven es obligado a vestirse a medida.
Fue por esa época en que aparecieron sus primeros problemas de salud. Sus piernas y sobre todo sus pies padecían por tener que soportar tanto peso y poco a poco desarrolló artrosis en sus extremidades inferiores. Dadas las complicaciones para desplazarse, sufrió un accidente doméstico a los 14 años que, sumado a su peso creciente, le obligaría a caminar con un aparato ortopédico.
En ese punto, era evidente que tenía alguna patología y, tras unos estudios, los doctores determinaron que era gigantismo. Acromegalia, para ser más específico, que es el término que la comunidad médica emplea para los niños. El inconveniente, recordando que estamos hablando de hace un siglo, es que no existía ningún tipo de tratamiento para dichas enfermedades.
Desde que establecieron cuál era la afección, todos en torno a Wadlow fueron conscientes de que no viviría muchos más años. Incluso, por aquel entonces se desconocía cómo actuaba la acromegalia en el organismo. El riesgo es el esfuerzo que el corazón realiza al tener que mantener la circulación de la sangre en un cuerpo que le excede en tamaño relativo. Este órgano tiende a crecer más de lo normal, y la probabilidad de desarrollar problemas como paros cardiorrespiratorios y otros parecidos es altísima.
Wadlow convivió con éste y otros peligros hasta los 22 años cuando una infección provocada por una ampolla séptica, a su vez causada por el aparato de hierro mal ajustado en su tobillo derecho, acabó matándole. La ausencia de prótesis de mejores materiales, junto con la falta de un tratamiento como los que han ido surgiendo con el correr de las décadas hicieron que su existencia fuera breve.
¿Por qué nadie podrá quitarle el récord?
Como si su historia no fuera ya increíble, las posibilidades de que alguien le arrebate a Robert Wadlow su título son casi nulas. Eso se debe a una serie de factores variados. De hecho, ningún humano ha superado los 2,72 metros de altura y parece que nunca lo veremos con nuestros propios ojos porque los estudios actuales permiten descubrir estas anomalías antes de que el bebé nazca.
Eso favorece los tratamientos tempranos. Y la elevada segregación de hormona de crecimiento en la edad adulta por la glándula pituitaria que generó la acromegalia en Wadlow es fácilmente controlable. Es decir, efectivamente se puede detener el gigantismo.
Esta intervención evita que el niño se exponga a otras problemáticas, desde tumores cancerosos hasta miocardiopatías. Asimismo, podría tener hipertensión o diabetes de tipo 2 si no se lo trata preventivamente. La amniocentesis y la biopsia de vellosidades coriónicas son dos de los estudios que hoy resultan imprescindibles cuando está la sospecha de alguna malformación.
Lamentablemente, este progreso científico llegó casi un siglo tarde para Robert Wadlow. No contó con ninguna de las herramientas indispensables para tratar su gigantismo antes de que hiciera mella en su salud, y por eso tuvo una vida dura y efímera. Pero eso significó, por otro lado, que su nombre quedara registrado -tal vez por la eternidad- como el del hombre más alto de la historia.
Nadie desde entonces le ha podido superar aunque en la actualidad el récord de altura para los hombres lo tiene el sultán turco Kösen que mide 2,51 metros. Tiene 36 años y goza de buena salud.
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