Massive Attack salda su deuda con Madrid en una noche dedicada a su historia

Se volvió a mascar la tragedia, pero no hubo fuga esta vez en el reencuentro de Massive Attack con el público madrileño, transcurridos siete meses del plantón que le propinaron a la ciudad en el festival Mad Cool por unas condiciones acústicas que no eran del agrado de estos sibaritas del sonido.

La gira europea de Massive Attack recalará en Madrid y Barcelona durante febrero.

La excusa de los grandes embajadores del trip hop para esta nueva visita no era baladí: «reimaginar» 21 años después su disco más celebrado, «Mezzanine» (1998), un caldero de tensiones durante la grabación que a punto estuvo de finiquitar la carrera de la ahora veterana banda de Bristol.

Finalmente, su tercer álbum acaparó éxito comercial y de crítica al condensar los logros de Massive Attack como creadores del estilo y llevarlo a un rincón aún más osado y oscuro, cualidades que, lejos de resentirse con el tiempo, han infiltrado a la conmemoración de esta noche algo de aquel sentir de acontecimiento musical, también porque hacía más de ocho años que el grupo no actuaba en Madrid.

También entonces el elegido fue el Palacio Vistalegre, espacio de respuesta sonora desabrida, un dato paradójico habida cuenta de cómo se las gastan (en festivales reclaman que ningún artista toque en paralelo, motivo que les llevó a cancelar su concierto de julio, con miles de personas ya a pie de pista porque, según ellos, se filtraba el audio de Franz Ferdinand desde otro escenario).

«Voy a poner el móvil en silencio, no sea que digan que hay mucho ruido y no salgan», bromeaba una asistente cuando esta noche pasaban 20 minutos del inicio estipulado, las 21 horas, y el grupo no daba señales de vida, entre muestras de cabreo de una parte del público que respondía al retraso e intertidumbre con pitidos.

Al final el retraso fue eso, solo un retraso de cerca de media hora para que 6.000 personas (según la organización) disfrutaran de esta revisión a la que Robert del Naja y Grant Marshall han sumado versiones que contextualizaban la obra general, conformando un engranaje milimetrado de 90 minutos de duración y 16 temas hilados sin costuras.

Ahí ha quedado como ejemplo el arranque, con «I found a reason» de The Velvet Undeground, seguido de «Risingston», uno de los cortes más famosos del álbum y la canción a la que dio sustrato la primera, además de «Where Have All the Flowers Gone?» de Pete Seeger, que ha sonado a mitad de concierto.

Su mirada fuera del disco ha ido más allá y ha proporcionado pasajes de rock, reggae e incluso punk de la mano de «10:15 Saturday Night» de The Cure, «Bela Lugosi’s Dead» de Bauhaus y «Rockwrok» de Ultravox.

En cuanto al repaso estricto a «Mezzanine», este ha llegado al extremo de poner sobre el escenario a dos de los cantantes originales del álbum, Horace Andy y Elizabeth Fraser, cuya sedosa voz ha sido recibida con entusiasmo desde «Black Milk».

Entre pronunciados bajos y progresiones hipnóticas, gozadas casi siempre desde la penumbra, los cortes del álbum se han sucedido dando paso también a momentos claustrofóbicos y electrizantes, como el «crescendo» final del tema titular del disco o los arrebatos de «Dissolved girl» e «Inertia creeps».

No ha sido este un concierto para «cerrar los ojos», o sí, pero solo a ratos, porque la mente detrás supuestamente de la revolución plástica de Banksy no ha defraudado en el apartado visual, con mensajes de denuncia de una sociedad sedada por la sobreinformación y el consumo y un montaje de imágenes capaz de contraponer a Sadam Hussein con Sarah Fergusson o Britney Spears.

«Fuera de la cúpula del placer, las guerras sin fin continuaron», alertaba una de esas proclamas, entre abucheos del público a la figura proyectada de Donald Trump, curiosamente en el mismo espacio que hace unos meses acogió el resurgir político de VOX aquí en España, entonces delante de 9.000 personas.

La caricia, y con ella el clímax de la velada, ha llegado al final, con «Angel» y ese «Love you, love you, love you» que es puro espasmo sentimental y con la colosal «Teardrop» en la garganta de nuevo de Elizabeth Fraser, encargada de rematar con «Group four» en una noche rendida a la historia de la música.

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